lunes, 30 de mayo de 2011

Mostar: Melancolía de un pasado que no he vivido

El madrugón que me he pegado no ha servido de nada, porque todos los autobuses Banja Luka – Mostar salían después de la 13.00. Así que he desayunado con calma, un cafetito que me ha preparado mi recepcionista-secretaria (que no mejora a mi madre para nada en ninguno de los aspectos a debatir). He ido a la estación con tiempo. Con dos horas de antelación. Para comer y echar el rato allí. Podía haber ido en bus, pero la mañana, aunque calurosa, se me antojaba andariega. Han sido como cuarenta minutos de paseo con macuto y mochila, pero contemplando por última vez Banja Luka, esa ciudad que como ciudad no me deja grandes recuerdos, pero que me ha dado tiempo para pensar y estudiarme con sosiego.

Me he montado en el autobús y he descubierto que en Bosnia hay que olvidarse de las autopistas por completo. Solamente existe un pequeño tramo a la salida de Sarajevo hacia el norte. Algo insignificante y más simbólico que otra cosa. De camino a Mostar todo transcurre por una carretera de doble sentido, en un autobús de los 90. Cinco horas tarda en realizar los 200 km y algo que hay. He tenido tiempo para empezar mi nuevo libro “La soledad de los números primos”. Y no tan solo de empezarlo, sino de dejarlo a la mitad cuando he puesto pies en Mostar.

El camino hacia Mostar duele. Duele de una manera que no me imaginaba. Aquí los trayectos y las esperas largas no se me hacen tanto, pero duele de una manera melancólica hacia algo que ni siquiera he vivido. Al salir de Banja Luka y adentrarnos un poco en las montañas se pueden ver edificios solitarios, acribillados a balazos. Ya uno empieza a ver la realidad de lo que fue la guerra. Una realidad lejana pero que ha dejado heridas sin cerrar y cicatrices palpables al tacto y a la vista. En realidad a todos los sentidos. A lo largo de todo el camino, tanto en las casas aisladas como en los pueblos de paso, se ven iglesias, estaciones, naves industriales, todo tipo de edificios devastados por estas guerras balcánicas que no aparecieron y desaparecieron. Dejaron huella, y en países con este nivel económico, o con población con estos recursos, no se puede pretender que todo vuelva a la normalidad en un espacio de tiempo como el que ha transcurrido.

A lo largo del camino, en los aledaños de los pueblo, o sin más en medio de un descampado, al lado de una fábrica de ladrillos, es normal encontrarse grandes cementerios entre los que, según me cuentan, la gran mayoría de las lápidas datan a sus muertos entre los años 1990 y 1999. Ese auge de mortalidad desmedida y militarizada está grabado en cada uno de las vueltas que dan las ruedas del autobús que me lleva. En cada uno de las fachadas, de los pueblos, de las puertas… En ocasiones se ven intentos de disfrazar lo que fue, pero una de cada dos casas guarda recuerdos materiales y perceptibles a la vista.

De camino a Mostar, a mitad de trayecto, el autobús de ha parado y he oído como el conductor decía “mina”. Tal cual, literalmente. Todo el mundo se ha bajado a fumarse un cigarro, y como no, pues yo como un borreguito también he ido. La carretera la cortaba una banda amarilla y negra en la que se veía escrito “PROZOR MINA”. No dejaba mucho lugar a dudas, pero le he preguntado una chica que viajaba dentro del autobús, y me ha dicho que han encontrado una mina, que se da a menudo, y que estarían sacándola o desactivándola. Restos de la guerra, que al pasar por la zona acordonada me he percatado que era la parte delantera de una casa. Así de duro y así de real.

Cuando hemos llegado a Mostar he llamado a Gogo, mi contacto CS. Me ha venido a buscar en coche en 5 minutos. Íbamos en su coche, hablando de todo un poco, cuando me ha dicho que esta noche no me podía alojar porque se tenía que ir a Split por una historia de trabajo. Me ha dicho que conocía a una señora que me dejaría la habitación compartida en su casa barata. He accedido, y me ha llevado a casa de la señora, que estaba en frente de la estación de autobuses. Y me he preguntado por qué este hombre me ha dado una vuelta a la ciudad en coche para después llevarme al mismo sitio del que hemos partido. Se ha ido por los cerros de Mostar, pero literalmente.

Después de acoplarme en mi habitación (a la cual han llegado ahora mismo tres americanas que compartirán habitación conmigo, así que debato si salir a tomar algo con ellas) he salido a dar una vuelta. Es cierto que visto desde el autobús no tiene nada que ver. Ir a pie de calle por Mostar ha dejado en mí mismo una señal grabada bastante profunda por eso de las cicatrices que el conflicto ha dejado a medio largo plazo.

He visitado la parte bonita y central de la ciudad. La parte central de esta parte de la ciudad, porque según me ha dicho Gogo “a mí cuando me preguntan por el centro, digo que esta ciudad tiene dos centros. El de la parte católica y el de la parte musulmana. Ya, hoy en día, no hay conflicto, no te preocupes”. Esta parte de la ciudad en la que estoy es la católica. La parte antigua. La parte del puente bonito y mítico. La parte por la que mañana por la mañana pasearé sin descanso, dejándome atrapar por los encantos de esta ciudad con tanto pasado y que hoy solamente me ha dado tiempo a dejarme llevar por sus calles. Sin rumbo fijo y sin saber muy bien por dónde.

Creo que de Mostar y Sarajevo sacaré muy buena impresión, ya que tienen y retienen buena parte de ese legado, en parte morboso, de la guerra que para mí es buena parte de lo que busco en esta zona de mi viaje (no el morbo, sino la realidad).

Ya os contaré que me depara el mañana. Un besazo.

Deduzco que el autobús de los años 90 fue rescatado de algún desguace francés, ya que todas las salidas de emergencia estaban en francés. Reciclar es la manera más barata, aunque le costaba pasar de primera a segunda.

Uno de muchos miles

De momento, a Mostar

Un payaso de circo parece mofarse de los estragos de la guerra

Ese puente

No he encontrado la plaza, pero ahí dice que la hay

4 comentarios:

  1. Hola Alberto,
    Si no recuerdo mal, la guerra de Bosnia terminó en 1995. Luego llegó una etapa larga de control de la ONU. El país es un galimatías y la zona en la que estás, Mostar, tuvo presencia de tropas españolas desde 1995 hasta 2007, en misión de paz. Por lo que he leido, encontrarás muy buen recuerdo de ellas entre la población croata y musulmana (¡Spanish Square!). El puente que separa ambas zonas era un símbolo de la convivencia entre bosnios musulmanes y croatas católicos. Fue destruido en la guerra y luego reconstruido. En todo el país encontrarás rastros de una guerra que fue terrible, y la gente la debe conservar aún fresca en su memoria.
    Ánimo!

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  2. Sólo imaginar esas carreteras me pone los pelos de punta.....

    Estamos contigo!!!

    GRANDE!!. Sigue aldelante

    Un abrazo.

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  3. aiii,que gustazo leerte....y más aun si dices q te estas leyendo y estudiando a ti mismo!
    me alegra que sea asi....espero que estes agusto, volando...y gracias por las fotos q acercan tanto esos paisajes...
    besos,amor y cuidese mucho señor!
    sara

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  4. zelia (cheli está de vacaciones)miércoles, 1 de junio de 2011, 1:36:00 CEST

    puf, ya ves, tan cerca y tan lejano, me encanta que me lo cuentes tu, que para tergiversar historias prefiero las tuyas!
    sigue asi, sigue contandonos...disfruta muchisimo y muchos besitos desde madrid, muy alejada todavia de las realidades bosniatas?bosnianas?bosnias? buah...como sea!
    besicoooos bonito!

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