miércoles, 18 de mayo de 2011

Šibenik. PaŠticada dalmatinska

El lunes nos despertamos en Šibenk e Igor se había pirado a currar. Su madre entró dulcemente en la habitación y nos ofreció desayuno. Cuando bajamos teníamos ahí comida para un regimiento. Queso de sandwich en toneladas, jamon york, sachichas, zumo, leche. Y yo acostumbrado a mi café de por la mañana en la recepción del hote. Yo a esta madre de me la llevo de viaje!!! Sólamente para que me haga estos desayuno. Mamá, no te cambio por ninguna, ehhh!!

Después de tener un encuentro con el perro de Igor, el cua tiene una cara... digamos que peculiar, nos bajamos a Šibenik. Después de esperar una hora al autobús en Tribunj, aprender un juego nuevo de cartas y enseñar el mentiroso -Patxi, no son convictos, pero también me hace ilusión enseñarles juegos de cartas-, bajamos para la ciudad a ver la Catedral de St. Jaime, que ahora mismo no me acuerdo como leches se dice en croata.

La ciudad está construida de manera que la rodean cuatro fuertes. Entramos a uno de ellos a través del cementerio, para no tener que pagar diez kunas. La verdad es que si las hubiera pagado la hubiera cagado. Es bonito, pero tampoco es para tanto. Tiene unas vistas perfectas de toda la ciudad, pero no valen ese dinero. En fin, la cultura debería ser gratuita. El fuerte este en el que estuvimos se utiliza para realizar un Festival Medieval en julio. Tiene que estar bastante guapo, ahí, en medio de la montaña.

Íbamos a visitar otro de los cuatro fuertes cuando nos encontramos con nuestros estómagos vacíos. Paramos en un bar de estudiantes a comer y, hacedme caso, nos pusimos como cerdos. Pedimos Pasticada dalmatinska. Esto va de dos filetacos de carne guisados, que se acercan a la caldereta de la abuela, acompañados por gnoquis, o como quiera que se llamen las pelotas de patata estas italianas. En fin, tarde gastronómica, porque esto nos lo apretamos a las seis y estuvimos allí en el bareto este de cervezas hasta las diez y media. Tertuliando de nuevo. Una conversación muy intensa con el estómago lleno. Todo por siete euretes de nada.

Al llegar a casa, un poquito de Rakija antes de dormir, algo de música balcánica, y a dormir un poquito. Por cierto, me he enterado que cacahuete en croata se dice kikiriki. Así que a los gallos en España dádles cacahuetes para comer, que es lo que llevan pidiendo desde hace años y nosotros sin enterarnos. ¿Serán nuestros gallos croatas?


La perra de gor tiene una cara un tanto extraña. No sé si da miedo o acojona

En los autobuses croatas todo es más seguro. Un pequeño crucifijo colgado del retrovisor nos hacer ir por la senda que el Señor nos marca.

Sophie y Giovanni couchsurfearon también en casa de Igor cuando yo estaba allí. Creedme, ella era más guapa que en la foto.

Hay veces que hay que mirar por donde subes. Me pareció que en lo alto de estas escaleras había unas vistas espectaculares, pero cuando bajé me di cuenta de que la estabilidad no estaba muy bien conseguida. No tienen base. Los escalones salen de la pared. No sé como resisten, pero he visto más como esas.

Vista de Šibenik desde el fuerte. El día es gris. El agua también lo es.

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