miércoles, 30 de mayo de 2012

Naranag: calentando (el te) - de camino a Kargil a traves de Zoji La

Desayuno a las siete con la familia. Mama, Papa, Babli y Rosi. El último desayuno, al menos por esta vez. Todo preparado para dejar Srinagar, y es que las ganas de explorar montañas me pueden. De prioridades está llena la vida, y antepongo la aventura a una familia que me ha dado todo lo que tenía, mucho cariño y muchos buenos ratos. Salgo de casa a las ocho menos algo, no sin antes recibir un caluroso achuchón con besos recíprocos en los brazos de Mama. “Mama dice que te va a echar de menos. Que cuando vuelvas, tienes que venir con tu Mama y con tu Papa”. Yo también la voy a echar de menos. A todos. Y, padres, daos por aludidos. Aquí hay gente que os quiere ver. Les enseñé una foto de mis padres, y me dijeron que mi padre tenía cara de kashmiri. Tendré que empezar a buscar las raíces del apellido “Bohua” por estos lares.

Un autoricksaw me lleva a la parada de los “sumo”, que es como se llaman los jeeps compartidos. Los jeep-taxi. En poco más de veinte minutos desde que dejé la puerta de casa ya estoy montado en un jeep que me lleva a Kangan. Nadie pita en la carretera salvo nuestro conductor. Debo de tener mala suerte, porque los pitidos constantes por nada de verdad que me ponen de los nervios. Eso, que tiren mierda al suelo, y cuando una mosca se pone muy cojonera, son cosas que me ponen de los nervios. Y aquí hay de las tres en cantidades ingentes.

De camino ya se empiezan a ver cumbres nevadas. Me emociono. Tengo ganas de subir allá arriba. Aunque no sea a lo más alto, de tocar la nieve. De tocar hielo. De verla. De sentir su viruji. En una hora, uno de los trayectos más cortos que he hecho en India, estamos en Kangan. Allí, tras unas pocas vueltas debido a gente que me señala a un lado y a otro indiscriminadamente, encuentro un “sumo” que me puede llevar a Naranag, que en realidad es hacia donde me dirijo. Kangan es solamente un stop-and-go. Un tío me lleva hacia un “sumo”, cuando me encuentro con un alemán al que saludo y me dice que él va a ir Naranag también por 20rupias. Eso está hecho! Yo me uno a ese alemán! Al otro le he dejado un poco tirado, pero creo que me la quería clavar. Luego resulta ser el mismo tipo que nos va a llevar a Naranag al alemán (Giulian), a mí y a otros ocho tipos.

Pero el trato no es hasta Naranag, si no hasta un pueblo que está 8km antes. Intentamos negociar con el tío para que nos suba hasta Naranag por un precio razonable, pero no está por la labor de bajar a una cantidad que nos parezca bien. Aunque he de decir que yo y mi macuto decíamos de cogerlo, pero el alemán no estaba muy por la labor, y yo no iba a pagar el “samu” solo. Empezamos a andar, y todas estas distancias con compañía son más llevaderas. Hablando, fumando e intentando hacer autostop se pasa el rato. El paisaje es precioso, así que también nos paramos a tirar unas pocas fotos. Cuando menos nos lo esperamos, un tipo nos dice que ya estamos en Naranag y que tiene una guesthouse. Me tengo que ir quitando un poco el chip este de desconfiar de todo el mundo. Lo traigo del resto de India, pero aquí en Kashmir es bastante diferente. Habrá bastantes tipos cabrones, pero en general la gente es bastante de fiar.

Giulian y yo subíamos los dos con una recomendación de algún sitio para quedarnos, pero haciendo fresco, el tipo este ofreciéndonos chai que nos rebosa por las orejas, cansado, me dejo llevar y al final decidimos quedarnos a dormir aquí. El tipo, al que llamo “tipo” puesto que no me acuerdo de su nombre, vive con su hermano y con sus respectivas mujeres. Y con sus respectivos tres hijos cada uno que en total hacen seis. Aquí también hay una Mama rondando, pero su amabilidad y falta de sonrisa no tiene ni punto de comparación con mi Mama de Sringar. O mi Mama de Madrid (no te pongas celosona, que madre no hay más que una). En fin, que la tontería de chai y demás nos lleva rondando a conversaciones sobre trekking en las montañas. Yo, en realidad, como siempre, pues quiero patear monte a mi royo. Lo que pasa en la zona es que en la montaña no hay ningún sitio para quedarse a dormir. Hay que subir con tienda, y con equipo para dos días, o tres o los que te vayas a quedar ahí arriba. Hace un frío de pelotas, así que hacen falta mantas, y más mantas, y tienda de campaña y Cristo en motocicleta (bueno, aquí es Alah). Un poco resentido por el tema de tener que coger un guía, intento derivar la conversación a términos de “hay alguna manera de hacerlo sin guía?”. Pero en realidad tampoco soy muy bueno yo llevando las cosas a mi terreno. Vaya, que siempre me dejo, más que menos, llevar dentro de unos límites. La verdad es que, como dicen en inglés “I´m easy”, que quiere decir que me la pela un poco todo si al final estoy a gusto. Que si se puede hacer sin guía bien, pero si quiero hacer una de estas expediciones de varios días y hay que pillar guía, tienda, caballo y la madre que lo fundó, pues bueno. Tampoco voy a ir a disgusto, porque creo que en este caso el fin justifica los medios. Y es que, en una de las opciones, estamos hablando de un pico de 3.800m.

Aun así, decido meterme en vereda y le digo que quiero subir yo solo, aunque sea para un día. Me dice que por eso no hay problema. Que si quiero catar la zona, y después hacer uno más largo, de días, pues que ya me vaya con él. Me parece razonable. No tengo mi propio equipo, y alguien con quien pasar las horas por allá arriba con buena conversación no viene mal. Aunque esta situación la compañía valga dinero, que deduzco que no será muy caro. Seguimos en India. Nada es caro por aquí. Y nada es gratis. Bueno, si me oyen decir que “seguimos en India” a lo mejor me pegan un revés u hoy duermo fuera…

Naranag es un pueblo pequeño al final de la carretera. Es un poco Piedrafita. Bueno, es un MUCHO Piedrafita. Desde aquí se pueden ver las montañas nevadas con precisión. Está encerrado en casi el final de un valle y las casas son pequeñas. Sus gentes muy humildes y amigables. Todo el mundo te saluda, te para, que le hagas una foto, que de dónde eres, que cuál es tu salario (?). Ya he renunciado a decir mi salario. ¿A ti qué te importa? En las montañas de alrededor  hay un buen número de gitanos que viven apartados del pueblo. Se dedican a sus ovejas y a sus caballos, y viven en sus casas de piedra y madera. Son muy sonrientes, y siempre intentan mantener una conversación conmigo que no va a ninguna parte porque yo no sé el kashmiri suficiente y ellos no tienen ni papa de inglés. Digamos que yo empiezo por saludar “Salah malekum”, y ellos ya se ponen a hablar en kashmiri a todo trapo. Yo inmediatamente hago el gesto de “no entiendo”, y todos nos reímos y nos despedimos. Son gente muy maja que te encuentras por los caminos, a su royo. Cortando leña, llevando un caballo, o dos, o una vaca, o unas cabras, leña… o simplemente yendo de un lado para otro.

Después de pasar la primera noche en Naranag me decidí a explorar un poco la zona. “My brother” que es como nos llamamos entre el tipo de la guesthouse y yo, porque no nos acordamos del nombre del otro, me ha contado como subir hasta donde acampan para luego subir a diferentes puntos de las montañas. Hasta ahí no hay problema. Lo puedo hacer en un día, sin tienda y sin nada. Así la mujer de my brother me da chapatis, patatas cocidas, un huevo cocido en un taper, y me prepara un desayuno para antes de salir de casa que me ha cargado las pilas. Me compro unas galletitas, unos “bidis” (cigarros de aquí que saben a purito), y me dispongo a subir. Y en eso consiste el paseíto hasta el campamento base este donde todo el mundo acampa. En subir, subir, subir y subir. Tres horas de subida que me dejan las piernas temblando. No, en realidad no tanto. La verdad es que la primera media hora ha sido un poco de sacarme los pulmones por la boca pero después ya he visto que puedo estar en forma en unos días. Subiendo me he encontrado a mis amigos los gitanos, a unos cortando leña de árboles caídos por la nieve para abrir el camino… y creo que a nadie más. Ha sido una inmersión en el bosque con pocas conversaciones y pocos saludos. Muchos cuervos volando por alrededor. Mucho barrito espesito por la lluvia de ayer por la mañana, pero hoy hacía un sol que cegaba. Que cuando he abierto la ventana por la mañana se me ha puesto la sonrisa de oreja a oreja. Cielo raso. Ni una nube.

Me he acordado de los plátanos, de los frutos secos y de todo lo que tenga potasio o carbohidratos, pero en realidad llevaba dos paquetitos de galletas que me han entrado de maravilla. Y no sé si será por eso o porque ya me iba metiendo un poco en vereda, que después de un poco ya he empezado a subir mejor. Los árboles van desapareciendo con la altura, los cuervos se van convirtiendo en águilas y al final llegas al “rellano” de la zona de acampada. Aquí los leñadores, los pastores y los paseantes de las montañas se juntan todos en una urbanización de tiendas. En realidad no hay muchas. Tres o cuatro. Dos australianos andan por ahí, que ya se vuelven para abajo. Yo que acabo de llegar me voy a llenar el buche con la comida que me han dado. Me informa el guía de los australianos que estamos a 3.400m. Nuevo récord!!! Superamos al FanXiPan de Vietnam, pero no creo que tarde mucho en batirlo en los próximos días. Estoy en el Himalaya. De esos se trata. De montañas, ríos y nieves. Aunque a 3.400 no hay nieve. Solamente un río que todavía conserva el hielo por encima al estilo glaciar, y que también se pueden ver abajo en el pueblo. Creo que lo mejor de todo es dejar que las imágenes hablen por sí mismas.

Después de la vuelta a casa me entrego por completo a mi habitación, a la lectura y a la escritura. Cuando me doy cuenta han pasado casi cuatro horas y he andado encerrado aquí. My brother llama a la puerta y nos vamos a cenar. Las cocinas de aquí son de pequeñitas como la de la casa vieja de Valdeavellano antiguamente. Acogedoras, llenas de cacharros, y con un olor constante a leña que embriaga el ambiente. El día anterior cenamos en una cocina. Hoy en otra que hay justo al lado. No entiendo muy bien. A lo mejor son tantos que no dan abasto con una, que necesitan dos. De nuevo me pongo las botas. Las propias, y con la comida también. Un petilla con my brother en el templo hindú que hay aquí, aunque nadie lo frecuenta, y a la camita que mañana es día de labores. El templo hindú tiene su gracia, y my brother me cuenta que un “baba” hindú le ha dicho que se fume hoy uno en un sitio sagrado y que no tire el filtro al suelo. Que lo lleve a casa y lo tire a la basura. Que eso le hará bien. lo que importa es que sea un sitio sagrado, como un templo. Da igual que no sea musulmán. Eso sí que es respeto entre religiones.

A la mañana todo vuelve a tener su color especial. El cielo pintado de azul. Los pinos de ese verde oscuro, con los demás árboles de alrededor brotando en verde fosforito. Los pensamientos aquí se llaman, traducido, “flor del mono”. “Ave” significa “ven”, y “diuti” significa comida. Voy ampliando vocabulario. Lo que debería empezar a apuntar son nombres. Ahora resulta que los leñadores que me encontré en las alturas son también “my brothers”. La familia crece. No había una serie titulada así? Sería basada en este pueblo de Kashmir. Desayuno mis chapatis con mi tortillita y me empaqueto mi taper de comida correspondiente. Un par de paquetitos de galletas y a correr. A andar, mejor dicho. Esta vez acompañado de uno que también es guía, que habla buen inglés, y que me acompaña un rato del camino. Él va a buscar sus caballos. Yo a explorar el otro lado del valle. Subiendo, subiendo me encuentro a uno de mis brothers. Nunca había tenido una familia tan grande. Me siento un rato con ellos. Después de un rato largo de subida, digamos que dos horas y algo, llego a una loma. Al fin del repecho que da a una explanadita verde, verde, verde. Me pregunto dónde están las casas de los gitanos que vi el día anterior desde el otro lado del valle. Al culminar la explanadita, que de explanadita tiene algo, pero que también tiene cuesta, diviso las casitas. Muchas vacas, pero nadie por los alrededores. Me aposento en unas piedras y degusto mis manjares. Sorpresa! Hoy hay dos huevos en vez de uno, que con sal saben a cielo. Y es que estoy cerquita del cielo. Desde allí puedo ver el sitio donde estuve ayer. La verdad es que el pico más cercano no estaba demasiado lejos. Pero la perspectiva seguro que engaña, porque los australianos me dijeron que había echado la mañana entera para subir y bajar. Desde donde estoy se ve todo. TODO. Mires donde mires hay nieve. A dos horas a pata, pero hay nieve. Diviso picos nuevos. Cuatromiles y cincomiles. Los alrededores del Lago Gangabal. O el propio lago, no lo sé muy bien, porque ahora está nevado y congelado y no se distingue muy bien desde la lejanía.

Ha pasado una hora y lo único que he hecho es comer y mirar de un lado a otro. Levantar el brazo para saludar a un par de gitanos que andaban por allá arriba y seguir mirando de un lado a otro. El paisaje es precioso y me dejo cautivar por él. No tengo ganas de andar más. Solo de mirar alrededor. Unas fotillos y poco más, pero me lleno de vida. El sol aprieta, incluso a estas alturas, que deduzco que serán las mismas que las del día anterior. Puedo ver perfectamente el sitio al que subí ayer. Con sus tiendas de campaña y todo. Justo en frente de mí. Veo la cuesta y me parece imposible, pero el día anterior también vi la cuesta que me acabo de subir y también me parecía de infarto. Una especie de halcón, o de águila pequeña se lanza en el aire a picar a un cuervo. Duelo de avionetas en el aire.  Tras este buen rato contemplativo me dedico a bajar. Despacito, parando a cada rato. Me cruzo con un gitano a caballo que me pregunta quién es mi guía. Le digo que no tengo guía. Se va. Yo sigo. Palo en mano, que viene muy bien para andar, me encuentro con un perro guardián del que ya me habían dado cuenta. Sale corriendo hacia mí. Recuerdo las palabras del caballero “ten cuidado con el perro. No olvides coger un palo antes de subir”. El perro corre ladrando hacia mí. Es precioso, pero no tiene muchas ganas de hablar. Con el palo en alto y un grito de guerra no se amedrenta. Con el palo en alto y otro grito de gladiador el perro para a cinco o seis metros sin parar de ladrar. Esa va a ser la distancia a la que tendré que mediar, reculando, hasta que empiezo a andar y el perro, aunque ladrando, ya no se acerca. Batalla ganada. Bueno, con un palo cualquiera gana esta batalla. En realidad ha ganado él. Buen guardián.

Hoy no sé que ha pasado que todo el mundo estaba por la labor de pedir. De vuelta al pueblo después de la caminata una gitana me ha pedido “one rupee”. No sabe decir nada más en inglés que “one rupee”. Dos niños que me he encontrado con uniforme de colegio lo mismo. La verdad es que me pone un poco enfermo que lo primero que les enseñen en casa sea a pedir dinero a los turistas. Uno de los brothers, el más joven, me ha soltado una perlita “tú vienes aquí, le das dinero a todo el mundo. Todos contentos. Luego te vas”. Para algunos seguimos siendo dólares con patas. Los niños de mis brothers no van al colegio. Siempre están en casa y me reciben cuando vuelvo. Me echo un chai con el brother de la perlita, que ahora parece estar más por la labor de una conversación normal, y me voy directo a echar una siesta. Un poco de lectura y siesta. Un poco de cena de despedida y a dormir, que al día siguiente me espera un largo trecho hasta Kargil.

Me he enterado que los niños no van al colegio porque es fiesta en Kashmir. Al coger el único autobús que parte d Naranag todos los días a las 8.30 y baja hasta Kanagan me encuentro con un sueco. Hans lleva unos meses de caminata. Entre tienda y pitos y flautas es un montañero bastante empedernido. También pretende ir hacia Kargil. Lo que no sabemos es que vamos a vivir una de las mejores experiencias de India juntos.

Después de llegar a Kangan nos metemos en el restaurante donde ya conozco del viaje de ida a un par de buenos tipos que nos ayudan a conseguir un “sumo” a Sonamarg. No está lejos, y el trayecto es bastante barato. Pero cuando llegamos a Sonamarg nos enteramos de los que es esa ciudad. En realidad es un cúmulo de casas de hojalata y tejados de aluminio, rodeada por numerosas bases militares, porque no dejamos de estar en Kashmir. La gente sigue siendo igual de amable que de costumbre en Kashmir. La gente de las montañas, en general, es mucho más llevadera y simpática que allá abajo. Y creo que eso pasa en todos lados. El caso es que en Sonamarg nos volvemos un poco majaras buscando un transporte para poder ir a Kargil. Entre “sumos” caros y tal pascual nos damos de bruces con un autobús lleno de obreros nepalíes que se dirige a Kargil. El autobús va lleno, pero un chavalito nos dice que podemos ir en el pasillo hasta Zoji La, y luego ir en el techo si queremos. El chavalito resulta tener diecisiete años, y ser el conductor del aparato. Nos cobra una cantidad más que razonable, para el rato que vamos a echar, y nos muestra como a su edad tiene la cabeza muy asentada y no nos quiere timar. Resulta ser un autobús no regular que lleva a estos obreros a Kargil porque se van a quedar allí una temporada. Resulta ser uno de nuestros mejores contactos del trayecto, y cuando llegamos a Kargil nos da pena despedirnos de él.

El ascenso en la carretera sube desmesuradamente. Hans tiene un altímetro, y eso no para de subir, y subir y subir. Los dos esperamos con impaciencia el paso de Zoji La, que está a 3530m. La carretera serpentea y el ritmo es lento. Los precipicios altos y el espacio entre las ruedas del lado del hostión y el propio hostión va siendo menor y menor. Cuando la carretera torna a ser de un único sentido, restringido hacia un lado doce horas del día y cambiado hacia el otro las otras doce, nos paramos en un atascazo a 3000 metros de altura. Resulta que un coche viene del otro lado y le tenemos que dejar pasar. Esto nos lleva tres horas. Aquí las distancias son cortas, pero las esperas tremendas. Después de tres horas de poco movimiento, de cigarros, de divisar buitres carroñeando por las alturas, de ver cómo los nepalíes prefieren tirar andando para que luego les coja el autobús… Hans y yo hemos decidido que el camino en autobús es demasiado peligroso para los nepalíes. Que tienen miedo a las alturas y que por eso cuando el autobús se para tiran a patita para que luego les recoja. Nosotros a lo nuestro. Al final resulta que es un camión militar el que viene del otro lado, y cuatro coches que también se han colado. Hemos estado esperando tres horas para eso, y el atasco que hay montado es del copón. El precipicio acojona, y no es para menos. Nos hemos parado justo donde se encuentra una concentración de religiones. Una pequeña capilla cristiana con Jesús y la Virgen, una banderita sikh, un templito budista, unas referencias hindús… Nada musulmán (¿?). La verdad es que el trayecto es para rezar, aunque no sepas. Cuando parece que nos vamos, resulta que a uno con su furgoneta no le da para más. Intenta tirar, pero la furgoneta dice que no sube esa cuesta con esos boquetes. De tanto, tanto, al final se acaba quemando el embrague. Hasta que se aparta a un lado, en lo poco que da la carretera para maniobrar, tardamos otro ratazo en partir. Y nos notamos en un entorno familiar con la gente y el medioambiente. Los buitres diciendo “a ver si se muren estos ya, que aquí hay poca carroña”. Al final tiramos, pero no hay huevos de ir en el techo. Hace ya rasquita, así que nos pasamos el resto de las cinco horas sentado hombro con hombro y culo con culo en las escaleras de la puerta, con la puerta cerradita, hablando de esto y de aquello. En lo que era un trayecto de siete horas hemos echado diez, que no es para tanto pero tengo el culo pelao.

Kargil de noche da miedito, y queremos cenar y dejar los macutos, en ese orden o el que sea. Como decía, la gente de las montañas está hecha de otra pasta. Según llegamos, un tipo (hablando de tipos, my brother se llama Zakir) nos dice que no tiene la cocina abierta pero nos acompaña a un sitio que sí. Y a buscar un lugar para dormir. Son las once y pico y todo está chapado a cal y canto. El tío llama a las puertas con mucha seguridad y alboroto. La gente se despierta para decirle que no hay habitaciones. Nos encontramos a dos kashmiris en coche que dicen que llevan buscando un sitio para dormir una hora y que no hay nada. Que creen que se han recorrido todo lo que hay que recorrerse. Nos deseamos buena suerte y seguimos hasta agotar los recursos del amigo. Nada. Decidimos probar nuestros propios recursos pero no es nada fructífero. Decidimos ir a comer. Un arrocito y de vuelta a la calle para buscar un lugar donde echar una cabezadita. Nada de nada. Todo está lleno. Hans dice que no es la primera vez que alguien duerme en una mezquita, así que por esas optamos. Pero de camino nos acordamos de una guesthouse que estaba abierta y nos metemos dentro a dormir en el pasillo. Pero el pasillo es muy escandaloso, y nos subimos a la azotea. La noche es rasa. No hace tanto frío para estar donde estamos, así que ahí nos acoplamos. Hans con todo su equipo de saco de dormir y todo. Yo con todas mis sudaderas puestas. Es la una y pico. Yo no puedo pegar ojo. Hace frío. Las estrellas son bonitas y las fugaces abundan, pero no aguanto más. Me meto a la guesthouse a dormir en el suelo, pero ahí no aguanto más que hasta las tres. Me fumo un cigarro. Me digo que vaya noche más larga me espera. Pero al rato alguien se mueve. Se están duchando y peinando. Sacando las mochilas de una habitación. En cuanto salen por la puerta de la guesthouse corro escaleras abajo para meterme en esa habitación. Sí, está vacía. Me dan igual las sábanas usadas. Como si no tiene cama. Al menos es una habitación. Hans me dice que se queda en su saco. Yo lo flipo, pero dentro de un saco se debe estar a gustito.

A la mañana siguiente Kargil nos despierta soleado. Empieza un nuevo día y una nueva etapa. Cuando le cuento al dueño toda la paranoia de la noche anterior, y que si me puedo quedar en esa habitación, empieza a alzar las cejas y se termina por despollar. La historia no es para menos. Hans se va a Leh. Yo a preparar la siguiente historia. Y en esas estoy.

de caminito a Kangan, pit-stop para Naranag

seis kilometos saludando a gente de camino a Naranag

Templo hindu al pie de las montanhas en Naranag


Glaciar roto en dos. esperando a que caiga, pero no cae - Naranag

Casas de los gitanos


enanito viendo la nieve a lo lejos!

Naranag ahi abajo


los gitanos a sus caballos y a sus historias

El Kutbal

fauna...

...fauna...

... y muchas mas fauna

preciosas flores de montanha

un cincomil, el Harimuk, a lo lejos

... y yo a lo cerca

colores

la familia!!!

Los buitres

acojonante camino a Zoji La

y seguimos de camino a Zoji La

Las montanhas de Naranag

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