Dos últimos días en Varanassi en los que Munna se convirtió,
como no, en campamento base. Dos días de despedida en los que descubrí que es
uno de esos lugares donde voy a volver definitivamente. Espero que la próxima
vez alguien me acompañe, porque esto es para verlo. Es para olerlo. Es para
sentirlo. Es para enseñarlo. Dos días merodeando por las calles de la bella
ciudad. De la sucia ciudad. Dos días de morriña en los que no estaba muy seguro
de si me quería ir, pero por otro lado, mi otra cabecita me daba pie a empezar
a caminar otra vez. A veces me gusta estancarme. Otras veces me gusta salir
trotando. Y creo que ya era el momento de trotar de nuevo, después de casi diez
días paseando calles, comiendo y bebiendo por doquier. Devorando libros y
devorando música. Alguna visita imprevista al Ganga para decir adiós desde más
cerca, aunque desde la azotea de Munna se puede lanzar una despedida desde la
lejanía. Y puesta en marcha a Agra, donde está el Taj Mahal.
Sentimientos confundidos al viajar hacia Agra. Viajaba con
Dimitra y con Martin, pero aun así me faltaba la compañía que durante el último
mes había planeado en mi cabeza, y en ocasiones en papel, minuciosamente. Ahora
todo era diferente, y el Taj Mahal se encontraría conmigo en circunstancias
totalmente diferentes a las que hubiera imaginado hace dos semanas. De todas
maneras el Taj Mahal, irremediablemente, hace que un gusanito te recorra el
estómago, dándote esos cosquilleos y escalofríos que te recorren el cuerpo
cuando te dispones a algo emocionante. Esos cosquilleos muy personales que a
cada uno de nosotros nos entran cuando algo nos entraña o emociona. Los mismos
cosquilleos que sentí cuando aterricé en India. Los mismos cosquilleos que
sentí cuando entré a Varanassi. India es lo que tiene: que te hace cosquillas.
Llegamos a Agra la última mañana de Abril, con poco retraso.
Nos dirigimos a la rutina de salir de una estación y tener a alguien pegado al
culo para darte un rulo por la ciudad con el ricksaw, pero Dimitra, Martin y yo
coincidimos en la técnica del “chai” y el desayuna. Consta de dos partes:
esquivar al contrario y enfilar la portería, o en este caso el bar de turno. Pero
a veces sucede que el contrario quiere marcar en propia meta, y enfila la
portería con premeditación y alevosía junto a ti. No entendiendo como, se
sienta a tu lado, a nuestro lado, y contempla nuestra conversación mientras de
vez en cuando oferta su ricksaw para darnos una vuelta por Agra, incluyendo Taj
Mahal, durante todo el día. Ofrece diferentes planes mientras nosotros le
ofrecemos nuestra jugada del esquivo. Pero comienza el juego de las palabras y
recomendaciones escritas en su cuaderno por otros turistas. Comienza el juego
en el que te va a recoger el café, te ayuda a pedir un chai. Al final ese
hombre, que podía haber sido cualquier otro pero ahora se llama Ameen, es tu
ricksawista para todo el día en Agra por 150rupias (2€ y medio).
Amablemente nos lleva a un sitio donde podemos dejar
nuestros bártulos, inmersos en el caótico tráfico –otra vez- de Agra. Sin
encontrar sentido a las calles que se enlazan por doquier entre nuevas
construcciones, llegamos a la puerta de un hotel donde dejaremos nuestras cosas
en consigna. Un desayuno es lo que nos hace falta, pero el lugar es bastante
caro. Le pedimos a Ameed que nos lleve al sitio donde él va frecuentemente a
comer. Green Park es un pequeño restaurante en el centro de Agra. Se acopla a
nuestro presupuesto perfectamente y, como el nombre indica, está rodeado por un
pequeño jardín con césped, perrito incluido. Nos enchufamos la manguera,
croqueteamos por la hierba, echamos un “chai”, todo con los nervios comiditos
por el Taj Mahal cercano a nosotros. Cercano a mí.
En marcha hacia el Taj Mahal. Lo vemos a lo lejos, imponente
y gigante en el horizonte de Agra. No tiene comparación, y ni siquiera hemos
llegado a estar cerca todavía. Ameen nos deja en la puerta sur, y pasamos todo
ese pasillo de souvenirs y gente cogiéndote del brazo para que entres en su
tienda. Pasamos esa compra del ticket. Ese taquillero que te anuncia que no se
pueden meter ni tabaco, ni mecheros, ni cerillas, ni linternas, ni cuchillos,
ni tijeras… dejamos todo en una bolsa en consigna. Se pueden meter cámaras de
fotos. Pasamos el detector de metales. Un policía me hace quitarme el pañuelo
de la cabeza. Me hace abrir todos los bolsillos posibles de la mochila y me
requisa el papel de fumar con una sonrisa de oreja a oreja. Lo mejor de todo es
que cuando volví para cogerlo el librillo estaba, pero sin papeles. Pero por
fin entramos al Taj Mahal. Rodeado por una muralla de ladrillo granate que
impresiona, la entrada sur te hace sortear esa barrera por una puerta
descomunal. Un torreón de guardia. Una puerta más grande que la Puerta de
Alcalá. Más ancha. Más todo. Y cuando cruzas puerta todo se desvanece a tu
alrededor. Las palabras de la gente no resuenan nunca más en tu cabeza. Todo
pensamiento anterior queda en un paréntesis que cerrar después. El resto de
gente desaparece de tu campo de visión. Todo queda eclipsado por el templo.
Entras a ese famoso lugar en el que un lago largo y estrecho, custodiado por
cipreses y dos caminos a cada lado llevan hasta el Taj Mahal. Su blancura desvanece
tus retinas. Las derrite. Las ciega. Las ciega de todo lo demás y solamente te
permite verlo a él. Majestuosa tumba que parece en realidad un fuerte canto a
la vida. Tan clara y brillante que llena el alma de positividad y belleza.
El resto fue todo descubrirlo poco a poco. Ir acercándome
sin perderme detalle. Tanto mi cámara como mi cabeza contemplaban sus caricias
de luz. Mis ojos se resistían a abrirse del todo debido al reflejo del sol en
el mármol. Ni una sola nube en el cielo me impidió apreciarlo durante esas casi
tres horas. Por fuera y por dentro, desde la lejanía hasta su interior. Y pensé
en el momento en el que rozaba con mis dedos su mármol por primera vez que el
Taj Mahal es como una persona. Desde lejos lo vi tan grande y considerado. Tan
bello y proporcionado. Pero cuando me iba acercando iba apreciando los matices,
como en una persona. Sus particularidades. Lo que parecía liso en la lejanía
tornaba a estar minuciosamente tallado al acercarme. Otras partes no. Otras
partes eran puro y frío mármol, aún con el calor de esas horas. Poco a poco,
rozándolo y contemplándolo sientes el frescor. Su vida, pese a ser en realidad
un mausoleo. Su arte, su riqueza y su detalle. Su personalidad. Sus vicios y
virtudes. Sus pequeñas cosas que a lo lejos parecían tan llanas y simples. Un
gran bloque de mármol con formar lisas aún en lo redondeado, que luego tornan a
estar minuciosamente grabadas y esculpidas. Pero algo que me llamó la tención
del Taj Mahal es que lo denominamos EL Taj Mahal. EL mausoleo Taj Mahal. Para
mí el Taj Mahal tiene figura, forma y brillo de mujer. Construido por el
emperador Shah Jahan, y dedicado a su esposa preferida, Mumtad Mahal. Por eso a
mí me entró con cuerpo de mujer. Por eso a mi se me antoja femenina. O
femenino. O los dos. A las dos. Pero siempre mujer. Aunque los restos del
emperador también yacen en su interior, él lo dedicó a ella. Y, para mí, es lo
que lo hace más mujer que nada.
Sus curvas se entremezclan con sus líneas rectas, impolutas,
inquebrantables. Sus flores de mármol incrustadas en el blanco son de
diferentes colores y tamaños. Sus cenefas, también en mármol incrustado, dejan
mi mente desconcertado al ver el trabajo de sabios que supuso. Lo especial de
la técnica. Desde lejos solamente eran cenefas. Desde cerca son figuras
talladas e insertadas. Como ese juego en que los niños tienen que poner un
cuadrado, un círculo, un triángulo o una estrella en su sitio, donde encaja.
Estas flores, estos tallos, estas hojas también encajan, a la perfección, por
niños que jugaron al juego del emperador. Dentro, en el propio mausoleo, yacen
las tumbas rodeadas por una verja. Una verja muy especial diseñada con motivos
florales y plantas similares a las que se aprecian en las cenefas. Digamos que
es una red de plantas, como una verja cubierta por hiedra, por esculpida en
mármol. Los huecos entre tallo y tallo, o tallo y hoja, o pétalo y tallo, o
flor y raíz, dejan entrever las tumbas de ambos, mientras no pude dejar de
observar la minuciosidad del trabajo de ese enrejado. Es algo que quedará para
mí, y para todo el que haya estado delante y lo haya apreciado –NO FOTO-.
Taj Mahal te atrapa. Aunque lo visité, vi y reví por los
cuatro costados, siempre echaba un vistazo atrás para ver si seguía ahí. Para
ver si me había perdido algo. Para oír si ella tenía algo más que contarme.
Verlo por última vez. Sentarse a leer y escribir ante él es paz e inspiración.
En definitiva, voy a pedir uno para Reyes, porque todo eso y mucho más es Taj
Mahal, y creo que es de esos lugares que a veces digo que sobran las palabras.
De ahí nos fuimos a comer a Green Park de nuevo. A
croquetear otra vez, hasta que un rato antes de la puesta de Sol fuimos a un
lugar en el que Ameen nos dijo que no había que pagar, pero que las vistas del
Taj Mahal eran mejores que desde los jardines en la orilla opuesta el templo,
al otro lado del río. Simplemente suponía seguir una carretera paralela a los
jardines hasta el final, para verla desde lejos. Apreciar sus proporciones con
las hormiguitas –gente- paseando en su recinto. Para después, con su imagen
para siempre en la retina, pero en ese momento fresca e impoluta, dirigirnos a
coger nuestros medios de transporte.
Por la mañana intenté sin éxito comprar un billete para
Bikaner, al noreste de la provincia de Rajashtan. Me dijeron que necesitaba una
fotocopia de mi pasaporte para coger un billete Tatkal, ya que no quedaban de
los normales. Esto es un cupo que guardan para turistas, pero pagas más. Cuando
volví por la tarde no quedaban ni Takcal ni la madre que los parió. Así que nos
fuimos al río para después coger un billete general. Entre idas y venidas, y mi
cabeza sin planes, la verdad es que me encontraba un poco desubicado con el
tema del billete. No sabía en realidad donde quería ir, y mis opciones se habían
reducido básicamente a cero. Solamente tenía la opción de encontrar un billete
en “general”. General es “vendemos todos los billetes que podamos y la gente
que se meta como pueda”. Ya puestos a viajar en general, y cambiando mi plan de
Bikaner, que aunque también tenía billete general se me había atravesado,
decidí visitar Rajashtan un poco en condiciones. Pushkar sonaba como la nueva
alternativa. Fuimos a dejar a Martin y Dimitra en la estación de autobús y
fuimos, Ameen y yo, a la estación de tren, creyendo que el mismo tren de
Bikaner pasaba por Pushkar. No señor, el siguiente tren para Pushkar salía a
las 5 de la mañana y eran las siete y media. Otra vez cambio de planes? No,
espera, el último tren a Ajmer, que es en realidad la ciudad donde tienes que parar
para ir a Pushkar, está en el andén. 94rupias en general, por favor! CORRE!
Llegué al vagón de general y, obviamente, todo estaba más que pillado. Subí al
vagón que me pareció menos petado, y me costó encontrar un sitio en el que
acoplar mi macuto y mi mochila –y mi culo-, pero lo conseguí en el cachito de
pasillo que lleva al baño. Las puertas y ventanas van abiertas. Los olores no
son para tanto. O al menos ya no. Me senté, mi arrodillé, me acurruqué… pero
ahí no había quien durmiera. Un chico se puso a hablar conmigo. Me dijo que
estaba muy contento de que yo quisiera hablar con él. Me alegré mucho yo
también. La verdad es que la gente es bastante amable, salvo los que te
intentan timar, claro. Ente miradas indias curiosas, a las que ya me voy haciendo,
olores, pisotones y alguna que otra conversación me enteré que este tren pasaba
por Jaipur, capital del Rajashtan. Eso era un punto muy grande a mi favor. Y
desde que me enteré solamente pasó una hora hasta que el vagón quedó
prácticamente vacío durante el resto del trayecto. Alguno me lo explicó mal, o
no nos entendimos, pero yo creía que íbamos a llegar a las 9 de la mañana a
Ajmer. 12 horas en ese tren sentado en el pasillo. Luego vinieron las buenas
noticias de que todo el mundo se bajaba en Jaipur y tuve un asiento donde
dormir anchamente. Y más tarde me desperté en Ajmer a las 2.30. Ya estamos
aquí, y los autobuses a Pushkar no empiezan hasta las cinco. Un chai y unas
Lays. A veces uno se pega estos caprichos. Sentado sobre el macuto, viendo como
una vaca negra inmensa entra a sus anchas a la estación mientras la gente
duerme en el suelo, me siento observado. Pero es más observado de lo normal. Un
Nokia con un indio detrás me intenta capturar una foto. Bromeo y me pongo la
mano delante de la cara, estirando el brazo, como los famosos. El hombre me
mira con cara de pena, como queriendo decir “venga… que es solo una foto”. Yo
le digo, “venga, que era solo una broma”. Yo sigo leyendo, de vez en cuando
mirándole, y la cámara sigue fija en mí, de vez en cuando emitiendo algún
“clic, clic”. Pasado un par de chais más y unos cuantos cigarros ya son las
cuatro. Iré a la estación de autobús. Le pregunto a un ricksawista y me dice
que 300rupias por ir a Pushkar o 100 por ir a la estación. Está flipando! La estación
está a dos kilómetros. Hace fresquito a esa hora. Estoy guarro que te cagas,
así que si sudo me da igual. Andaré. Se está bien. A lo mejor encuentro algo
mejor hasta la estación. Vaya que si lo encuentro! 20 rupias. Pero al lado hay
un autobús que me dice, “Pushkar?”. Bueno, en realidad los autobuses en India
no hablan. Solo faltaba! Sé que son como diez rupias pero él me dice veinte.
Creo que me ha salvado la vida, así que intentó negociar pero no funciona.
Corro detrás de él y le digo que vale. Al final, cuando lo necesitas, lo saben.
Me subo al bus y hay dos más. Emprendemos camino. Pushkar, que ya llego, aunque
no te lo haya dicho!
No, no llego. Las historias en India nunca acaban cuando en
el letrero poner FIN. Siempre hay una secuela. Una segunda parte. Una versión
extendida. El autobús empezó a callejear por Ajmer. Yo pensaba que el conductor
no se sabía el camino, pero la verdad es que sería una situación muy extraña.
En una de las calles una boda india colapsa el asfalto. El autobús se hace oír
con el claxon. Un coche se aparta y pasamos por medio de la boda. Todo el mundo
vestido de Aladdin y Jasmin, con sus zapatitos de punta enrollada y todo.
Sarees y turbantes bordeados con hilo de oro. Perfectos maquillajes y heena.
Una música perfecta. El autobús se para después de la boda y para el motor.
Puede que averigüéis los que pasa, pero mejor os lo cuento. Tenemos que llevar
la boda a Pushkar. No toda, pero los regalos y los invitados. Pero la entrega
de regalos no ha terminado, así que hay que esperar. Una hora estuve en la boda
india, la gente flipando. Y yo con ellos también. Cargados todos los regalos, y
todos los indios y las indias borrachos, no borrachos y, por supuesto, no
borrachas, nos dirigimos a ritmo de rally en el autobús a Pushkar. Ahora sí.
FIN.
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haciendo el mono - Varanassi |
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una despedida de Varanassi con el mejor lassi |
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want a chai, sir?? |
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pirindola. gracias Dimitra. |
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Munna |
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Ghandi también hablaba de negocios |
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Ameen, hemos pinchao! No pasa nada, agarra el ricksaw y aguantalo en el aire, que en un segundito quito la rueda y meto la otra. pues así, a lo vasco, sin gato ni nada! |
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Indios quieren fotos |
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¿cuántas fotos iguales que esta debe haber alrededor del mundo? |
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en fila india! qué ganas tenía de ponerlo! |
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la boda entre Ajmer y Pushkar |
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Ganges en Varanassi |
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la noche cae en Varanassi |
¡FELICIDADES! ¡UN AÑO!
ResponderEliminarAunque nos hubiera gustado celebrarlo descubriendo el imponente Taj Mahal, saboreando un sabroso curry o simplemente paseando por Agra y contemplando el Yamuna, acompañados por un experto viajero… tendremos que contentarnos y celebrarlo desde la distancia.
Como parece que dijo el filósofo y escritor indio Tagore: “si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”. Hemos perdido unos billetes de avión, pero eso no nos impide seguir disfrutando de este maravilloso blog, tus aventuras, tus peripecias y sorprendentes fotos.
Janam Din Mubarak Ho (creo que es algo así como feliz cumpleaños en hindi)
Querido primo! Me he quedado de piedra al leer y ver las fotografías de tu blog! Estoy realmente alucinada con lo que estás haciendo! Ya decía yo que por qué no me contestabas a los mensajes ... ajajajaja!
ResponderEliminarDesde hoy mismo me declaro fan absoluta de tu blog. AY MADREEEE QUé envidia me das!!!!!
Un besazo enorme!!
Tu prima Ana