Creo que podría dejar esta ciudad en blanco. Sin palabras y
sin resúmenes. Sin relatos de historias que quedarían más bien apartadas de la
realidad, puesto que creo que todo lo que acontece en este lugar no se puede
relatar. Solamente vivirlas forma parte de una etapa nueva de la vida.
Al planear el viaje a India, cuando me iba encontrando con
gentecilla por diferentes lugares del mundo, me decía que India era India. Que
no buscase parecidos ni comparaciones con otros lugares del mundo. Que cuando
llegara allí lo vería. Que no tenía mucho sentido explicarme cómo funcionaban
las cosas aquí, pero que lo tenía que comprobar por mi mismo. Todos ellos
coincidieron en que tendría que venir a Varanassi. “Allí encontrarás India en
todo su esplendor”. Esplendor en todos los aspectos posibles de la palabra.
Desde un meao de vaca hasta un “ghat” tiene su esplendor aquí en Varanassi. Es
el esplendor que hace a la ciudad ser tan impresionante como es.
Llegar desde Gaya fue pan comido. A las 8.40 de la mañana
estaba en la estación de Varanassi, con un tío pegado al culo. Yi, un chino que
me encontré en el tren, iba hacia el mismo barrio que yo, o más bien le
convencí para que fuera al mismo barrio que yo, así que cogimos un ricksaw.
Bien, la aventura de coger un autoricksaw. Esto no es coger un taxi, “lléveme a
no sé donde”, pagar y pirarte. Esto lleva su tiempo. Unos franceses en Gaya me
dijeron que no pagase más de 60rupias por el trayecto de la estación al centro.
Ahora éramos dos. A ver cómo funciona esto. Un autoricksawista nos persigue.
Follow me, follow me. Vamos hacia la caseta, donde hay precios fijos. Me dicen
que 100. Pero de qué vais? El otro que si nos meter en su autoricksaw por el
mismo precio pero sin pasar por la caseta. El otro que apañamos 60rupias, por
fin, nos montamos en el carromato y dice que no, que 80. ¿Pero no eran estos
los que creían que si estimabas un precio y lo acordabas, era de mala educación
decir luego que no? Que le jodan! Nos vamos fuera de la estación. Al primero
que para le decimos “Raja Ghat, 60rupiees”. Dice que no, y el de detrás dice
que sí. Le decimos que el de detrás está diciendo que sí, y al final, claro,
pues dice que si. El cacharro empieza a dar vueltas por la ciudad, entre vacas,
gente, coches, cabras, bicis, perros, más vacas, mierda… cuando de repente el
notas se para a preguntar. ¿A preguntar? Pero si eres taxista… no! No es taxista.
Es autoricksawista, que no es lo mismo. No tiene porqué saberse las calles,
porque puede preguntar. Después de preguntar tres veces y de estar no sabemos
dónde, nos dice que tenemos que coger un ricksaw. Un ricksaw no es lo mismo que
un autoricksaw. El ricksaw no tiene motor. Tiene a un tipo dando pedales. En
general soy más de andar y de dar pedales por mí mismo, y si tengo que coger
algún medio de transporte estilo taxi, siempre lo hago motorizado. La gente
dando pedales me agobia. Me da la sensación de esclavitud y no lo puedo
soportar. Pero cuando nos queremos dar cuenta, Yi y yo estamos enchufados a un
ricksaw, habiendo resuelto antes que no vamos a pagar ni un duro más. Allá va
el compañero pedaleando, que también, por qué no, se tiene que ganar la vida de
alguna manera. Y nos deja a 20 minutejos de nada andando de Raja Ghat.
Bien, Varanassi y los Ghat. Ghat: dícese de las puertas de
entrada, con sus correspondientes escaleras, que comunican un calle proveniente
de la ciudad y que desemboca en el río Ganges. Al estar Varanassi construida a
lo largo del río Ganges, os podéis imaginar… bueno, no os podéis hacer ni una
idea de la cantidad de ghats que hay. El río Ganges y sus ghats, amigos, es
pura magia. Hay ghats espectaculares, con templos abarrotados a su alrededor.
Panchganga Ghat, con la mezquita más grande de la ciudad. Manikarnika Ghat, el
ghat-crematorio más grande de la ciudad. Explico lo de ghat-crematorio. Para un
hindú, el mayor honor después de muerto es que lo incineren y lo tiren al Ganges
tras su muerte. Hay ocasiones en las que si la familia no se puede permitir la
cremación, porque hay que comprar 200 kilos de leña, que cuestan 30.000 rupias
(un poco menos de 500€), pues tiran el cadáver directamente al río. Pero esta
no es la cuestión en Manikarnika. Aquí todo está rodeado de leña por todos
lados, y te cuando en cuando se puede ver una familia que llega con todo el
percal montado. Alguien ya les ha empezado el fuego. Bañan el muerto en el río.
Lo dejan secar y lo echan al fuego. Tarda en quemarse tres horas. No he estado
tanto tiempo, pero me lo ha contado un amable, aunque poco altruista hindi. El
fuego con el que prenden las hogueras fue encendido por Shiva hace 3.500 años,
y nunca se ha apagado desde entonces. Es como la llama olímpica, pero un poco
más mortecina. Es una hoguera. De hecho el menda me ha puesto ceniza de la
llama en el entrecejo y ha dicho no sé que en hindi. O en sankrit, no lo sé muy
bien. Luego me ha subido al centro de las “donaciones”, donde le he dicho que
no iba a poner ni un duro. Hemos bajado, y me ha dicho que muy bien, que si no
quiero ayudar que no ayude. Ayudar a qué? A pagar leña? No colega. Ha dicho
algo en hindi, o en sanskrit, y se ha pirado. A lo mejor me había bendecido con
la leña y ahora me ha desbendecido. En fin, indios…
Varanassi es Venecia, ya que sus calles son incomprensibles
y apasionantes. Templos, templitos y templazos por todos lados. Tiendas y
tienducas. Comida, “chai”, el yogur este callejero que no sé cómo se llama. No
todos los días, pero me he tirado a comer todo lo que me apetece en la calle.
Todo el mundo dice que no lo hagas, pero si he de pillarme alguna diarrea
estrepitosa, la pillaré y ya está. Es parte de India. Entiendo que gente que
venga para una semana no quiera arriesgar. Normal. No es plan de estar una
semana en el váter. Pero yo tengo que probar esas cositas de la calle. Esas
samusas, esos thali, esos todo!!! Los yogurcitos y los chai, como ya conté, se
beben en vasos que no se lavan, que se tiran. Ya me va dando menos pena romper
la tacita cuando me lo acabo. Todos creemos que el agua mineral embotellada es
una farsa en India. Todos creemos que rellenas botellas y les ponen su propio
tapón y su propio precinto.
Juntos a sus comidas, sus vacas y sus cabras. Sus cerdos y
sus perros. Todo con sus correspondientes defecaciones de tan lindos animales.
He visto algún intento de encierro de San Fermín, en el que una vaca se rebela
un poco porque le pitan y echa a correr unos pocos metros. Las cabras a lo
suyo. Los perros casi siempre tumbados, quitándose pulgas o ladrándose los unos
a los otros. Las vacas a su royo por todos lados, comiendo de la basura, como
todos los animales, y cagando y meando por doquier. Andando por una calle es
fácil ir, igual que a veces vas detrás de una persona, a veces vas detrás de
una vaca. Mantén la distancia, puede parar de repente y ponerse a mear o a
cagar sin la menor contemplación. Aunque también te puede pasar con un humano.
No bromeo. Los monos son otro royo. Aquí no he visto demasiados todavía, aunque
hay unos pocos en Munna House, donde plancho la oreja y me relajo en las horas
de calor. Es decir, en mi casa.
Ay, mi casa! Que me recomendaron este sitio, y tomé la
recomendación como agua de mayo, porque Varanassi, como vengas sin ninguna
idea, te vuelves y te vuelven loco. Munna House es lo más simple pero lo más familiar
que existe. No es simple, es más allá. Es sucio. Nadie limpia las habitaciones,
más que el que las habita. Si el que se fue no limpió, te toca limpiar a ti.
Qué esperamos de un lugar por 80rupias al día? Nada, no esperamos nada. Además,
dese hace unos meses… bueno, desde hace bastante tiempo mis estándares de
calidad están por los suelos. No necesito más que un colchón donde poner mi
sabanita del Decathlon y correr. Para ser sincero, un par de ladrillos debajo
del colchón a la altura de la cabeza hacen las veces de almohada, para poder
regular la inclinación cuando me apetece. En realidad la idea de los ladrillos
vino de la idea de tener que deshacerme de los ladrillos porque había dos
grillos que se escondía en ellos y no me dejaban dormir. En fin… historia de la
India. Una azotea impresionante con increíbles vistas del Ganges, que en hindi
se dice “Ganga”.
Pasando los días aquí en Varanassi sientes que no pasa el
tiempo y a la vez que no paras de vivir aventuras. Siento las calles vivir. La
gente saludándote por doquier. Haciendo gestos amigos a los de ese bar al que
vas todos los días. Varanassi también tiene ese aspecto humano que dejan de
lado todos esos que te intentan vender hasta a tu madre. La música se deja
correr, a borbotones, por las calles, junto a los meaos de las vacas. Entre
mierda que esquivas y río de orina vacuna que sorteas, te puede llegar a
alcanzar una buena brisa con aires de sintonía hindi. Y los instrumentos aquí
son incontables. Entre ellos la cítara y la tabla como los más conocidos.
Tienen un sentir que recuerda mucho a un cante jondo acompañado de una
guitarra. La influencia que el flamenco obtuvo a través de los gitanos tiene
sentido que viniese de aquí, ya que el origen de los gitanos está por estas
tierras. En una provincia a la que iré dentro de poco: Rajashtan, o algo así.
Paseando por las calles te encuentras con todo eso que
repetiré mil veces pero que no me deja de asombrar. Todos esos aspectos de este
país y esta sociedad que, con estándares diferentes a los occidentales en
cuanto a todo, hacen que siga funcionando de una manera que a mí me parece
cómica. Un día cualquiera aquí en Varanassi sales a la calle mientras los
perros, que en cualquier otro lugar del mundo dirías que están muertos, yacen
en el suelo con la lengua fuera. Pero no en las últimas, si no solamente
echándose una siesta. Pero son muchos. El perro es en lo peor que se puede
rencarnar una persona, según el hinduismo, por lo que a los perros se les trata
con desprecio. Se supone que en la otra vida fueron malas personas, pero eso se
rencarnaron en este animal. Y pobre animal.
Cuando sorteas la alfombra perruna llegas a la calle
principal, que por principal no entender y llegar al error de que es más
civilizada. Llegarás a los atascos de vacas, motos y bicicletas, junto con
alguno que ha metido el carro con la mercancía, intentando darse prioridades en
un cruce de cuatro calles estrechas como una amplitud de brazos. Ahí llegará una
vaca, el de la moto pitará, el del carros de pondrá nervioso, el de la
bicicleta tocará el timbre… y al final el de la moto pasará el primero, el de
la bici se escaqueará y la vaca seguirá a su royo. La vaca cuadra casi todo,
por lo que si echa a andar primero el de la moto se jode, y por consiguiente
todos los demás. Siempre el último es el del carro, que es más lento que los
demás, y en la mayor parte de los casos también más mayor.
Luego pasarás algún baba cansado pidiendo “one rupee”,
echándose la mano a la boca. Un “baba” es un monje que tiene su propio templo
en algún sagrado que no es un templo de los grandes, si no en un árbol, una
piedra sagrada para ellos… lo que sea. El baba vive prácticamente del cuento.
Ha estado estudiando sánscrito durante gran parte de su vida, y como persona
espiritual y conocedora del saber, aconseja y ayuda al resto de la gente.
Algunos babas llevan adheridos a cuatro o cinco personas. Adheridas
metafóricamente, que aunque India sea diferente, de momento la gente no se pega
más que con las manos. Y vaya que si se pegan! El baba, con esa cultura y ese
buen estar, lo que hace es sentarse en su templo y pedir dinero. La gente le
venera. Le pide ayuda, y el la da. A su lado tiene a los “adheridos”, que hacen
todo por él. El baba sentado, cuando estuvimos sentados con aquel, mientras
todo el mundo se mueve a su alrededor por él. Aquel baba fumaba mucha yerba.
Creo que como todos los babas. Compran la maría en las tiendas del estado, y
con ella supongo que se iluminarán más de lo que están. Una buena profesión.
Sentarse, comer, beber, fumar y esperar a que venga más. Los babas fuman en
“chilam”, un conito de barro, y en su mayoría tienen rastas, por lo que dan un
aspecto de rastafari fumado que es muy gracioso.
Pasado algún baba que pide dinero, la mujer del famoso timo
que te pide leche para su hijo, te lleva a una tiendas, pagas una millonada, la
mujer devuelve la leche y se reparten el dinero entre ella y el tendero.
Después de estos, de los que quieren que vayas a su tienda a ver, de los del
“ricksaw”, los que dicen que ayer les dijiste que verías sus sarees, que uno de
nosotros para a ver una tienda, que el otro compra algo de comer. Haber pasado
por la calle en la que la mierda lo anegó todo cuando la pared de un edificio se
cayó porque no aguantaba más la presión de tanta basura en el interior
(verídico), ver como un niño le toca el culo a una vaca y después se acerca la
mano a la cara para oler el perfume que ha obtenido, pelear en otro atasco de
prioridades, recibir un bolsazo de basura de uno que desde su tienda pretendía
encestar sobre el montón de mierda de enfrente, recibir un gargajo en el límite
entre la chanca y tu pie, cruzarte con los policías que custodian la mezquita y
el Templo de Vishnu, armados con AK47 o con un palo de fregona. Cuando te
parece que lo has visto todo en India, llegas al bar que hace los mejores
lassis de la ciudad. Pero te dicen que no hay lassi porque se les ha acabado el
yogur. Es ahí cuando dices: “me vuelvo por el mismo camino, porque seguro que
me encuentro con alguna historieta más que apuntar en la memoria de Varanassi.
Porque estoy seguro de que el cerebro tiene un apartado Especial Varanassi en
la zona Difícil de olvidar.
Y me repetiré, por que acabo de cenar ajo, al contar las
historias de Varanassi en este blog, que a lo mejor tenía que haber dejado para
el final en vez de escribir cada par de días. Porque en realidad lo que tiene
Varanassi es que todos los días haces lo mismo. El que tenga sus cosas que
hacer, a sus cosas: instrumentos, canto, yoga, meditación… Yo me levanto, cojo
los bártulos, me doy una vuelta, echo unas foticos, vuelvo para comer, leo,
escucho música o duermo en Munna (casa), nos vamos a por un lassi, cenamos,
charlita y a la cama. Y la rutina es la misma cada día, pero sigues queriendo
quedarte en Varanassi porque en realidad no te desagrada y cada andar por la
misma calle cada día te da sorpresas y situaciones diferentes a las del día
anterior. Avanzas en los libros, avanzas con la gente, pruebas lassis nuevos, platos
nuevos de comer, conoces un nuevo sitio donde comer samusa, pero al final has
hecho lo mismo que todos los días. Entre medio de todo lo demás está la riqueza
de Varanassi. Hay que saber leer entre líneas esta ciudad, para así poder
escoger todo lo bueno que tiene que enseñar y compartir. Tocar, oler, sentir…
todo esto que está podrido, que huele mal, y que está caliente. Pero hay que
tocarlo, olerlo y sentirlo para poder vivirlo. Aun así, me resisto de momento a
tocar, oler o sentir el culo de una vaca. Lo dejaremos para más tarde.
Pasear por Varanassi tampoco tendría sentido sin apreciar
sus bazares. Los encuentras por toda la ciudad. La calle pegada a Munna, que
viene siendo la calle principal del barrio, no mide más de tres metros de
ancho. Con sus tiendas y lugares para comer, los olores llenan tu vida diaria.
Los ruidos de máquinas de coser resuenan en tus oídos mientras hombres y
mujeres pedalean para dar vida a la aguja que creará tus pantalones, sarees,
camisetas o turbantes. Todo lo que se te pueda antojar en esta ciudad. Ofertas
para comida y vestimenta que puedes rechazar, pero siempre habrá alguien que te
detendrá para echar un chai, encontrarte con un indio nuevo o echar otro chai
después del anterior. Siempre tendrás algo que hacer en esta calle, aunque
hayas bajado para no hacer nada. Te sentarás en un café a escribir el blog y te
vendrá el argentino a echar un chai contigo. O a comprar agua. O el ruso que
pasa para saludar. O te conectarás a internet. O simplemente te apalancarás en
un sitio a ver la vida pasar. La vida como vida. Las vacas. Los perros. Los
niños. Ver la compra. La venta. El compartir. Las mujeres con niños en sus
brazos. La leche. Aprenderás palabras nuevas cuando ni siquiera ibas a comer y
te ves sentado en “el sitio de las dosas”. Ese s el nombre del lugar, o al
menos el nombre con el que nosotros lo hemos bautizado. Dosas, paneer, buttar,
parota…. Un variedad de tortitas y tortazas rellenas de todo lo imaginable.
Acompañadas de salsas y pomadas que explosionan en tu boca cuando tienes las
papilas adormecidas y perezosas. Pero, como dije, bajaste para no hacer nada.
Para no hacer nada y te topaste con India.
Había que hacerlo, y se hizo. Dimitra, Martin el argentino y
yo cogimos un barquito por el río Ganges. Eran las cuatro y media de la mañana
cuando salimos de Munna. Ese barquito nos llevo río arriba y río abajo, viendo
amanecer. El río Ganges, al fin, evoca toda la magia que posee para lazártela
en la cara. En el cuerpo. Consigue hacerte sentir pequeño, diminuto, frente a
su esplendor. Frente a su fuerza calmada. No verás ni un meandro, ni un rápido,
ni una pequeña ola en él, pero te dirá a oído que él es fuerte. Que es intenso.
Como dice Jorge, “con mucha luz, mucha fuerza… muy especial”. La vida empieza
pronto por la mañana en los ghat, y la gente se baña y lava sus ropas antes de
que apriete el Sol. El Ganges está en su momento más seco, por lo que todo el
mundo baja las decenas de escaleras para hacer las labores que necesiten a
orillas del río. Yo, con la legaña en el ojo, les observo envidioso. Envidioso
en el aspecto de la simpleza. Con ganas de poder vivir la vida más simplemente
de lo que lo hacemos normalmente. Bañarte en el propio río de tu ciudad, sin
necesidad de agua corriente. Vivir feliz con ello. Lavar la ropa en el río, en
ese mismo río que cuando mueras te purificará y te enviará directamente a donde
siempre has querido. A una nueva vida.
El barco dio la vuelta y, con el chapoteo de los remos,
entré de nuevo en la realidad. Antes había estado totalmente embelesado con la fuerza y las
vidas. Ahora volvía al calor y la escasa brisa que hacen de esa mañana algo
especial. En la orilla occidental del río se extiende una amplia llanura de
arena. Arena de playa. Ganges ha hecho su trabajo durante milenios. La arena
fina acaricia nuestros pies cuando evitamos que entre ellos y el agua haya una
bolsa de plástico. La arena fina de desierto nos da la bienvenida al otro lado.
El despertador ha causado estragos y solamente optamos por tumbarnos en la
arena, cerrar los ojos, y volar. Con Varanassi enfrente es fácil volar incluso
con los ojos abiertos. Las pisadas de una manada de búfalos se oyen a nuestros
pies. Retiemblan en nuestras cabezas apoyadas en la arena. Todo nos lleva al
barco otra vez.
En
medio del Ganges lo tenía que hacer. Me quito la camiseta y salto del barco. El
agua se siente templada, sin corrientes. Sin frío ni calor. Densa. No sucia,
densa. Siento la fuerza, aunque la espiritualidad y religión que todo el mundo
intenta transmitirme no son para mí, de momento. Pero siento la importancia
para el resto. Siento también algo en mi interior. Me recuerda al Lago Baikal.
Es de esos sitios que sin ser religioso, te purifican. Te llenan de nuevos
espíritu. De energía que nunca encontraste antes. Y, además, te refrescan. Unas
brazadas y de vuelta al barco. Acabaremos en Assi Ghat, con un desayuno de
reyes que duró tres horas. “shanti, shanti”. Ahora Varanassi empieza a sonar a
despedida. Ya tengo un billete de tren con Dimitra y Martin para Agra. Pero,
Varanassi, sigue en tu lugar, que yo estoy en el camino y volveré. Volveré con
alguien de la mano, puesto que esto hay que enseñarlo.
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Me estoy comiendo un chapati que da gusto |
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El toro, y tres tíos posando que pasaban por ahí |
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En Munna, los "munnos" danzan a sus anchas |
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la calle de Munna, con sus babas y con sus vacas |
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Escaleras hacia Munna |
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Cricket en el ghat, y el abuelo que pasaba por allí |
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Bramido de toro en el mercado |
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Ese puntazo rojo y naranja se hace con esto |
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Que tengo un estudio y ni me había enterado |
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Manikarnik, el ghat donde incineran a las personas, se satura de prendas de ropa, por lo que hay que limpiar a golpe de agua de Ganga. lo que el Ganga da, el Ganga quita |
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Manikarnik |
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Ventanas - colapsasda por la mierda |
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Subí a aquella azotea desde donde se veía la mezquita. un amable señor me invitó a verla. al bajar me pidió dinero. lo siento, pero las cosas claras. la foto gratis salió muy bien |
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El autobús de la escuela |
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Manikarnik, desde un lugar donde el chai está delicioso y la compañía del dueño, un placer |
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Amanece en el barquito, en el Ganga |
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Aquí hace de todo menos frío |
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parece el fondo de los Ultrasur |
Aunque tarde, te felicito por este nuevo post.
ResponderEliminarSugerencia: deja el fondo blanco. Ahora se lee fatal. Y los que vamos camino de los 50 lo notamos... Abrazo... Padre.