martes, 6 de septiembre de 2011

Manila: Bienvenidos a la jungla


Después de subidas y bajadas de montañas coreanas, no haber descansado demasiado porque me metí otra palicilla el día antes de salir de Jeju-do, haberme ido de cervezas con el dueño del hostel, habernos contado la vida y confesiones de nuestros pasados, presentes y pretensiones de futuro (creo que puedo tener curro de recepcionista de hostel en una isla coreana), el viernes cogí un ferry en la isla dirección Busán. En la terminal, de repente se planta un escuadrón del ejército que a a embarcar en un barco militar. Al ejército coreano, sintiéndolo mucho, no se le puede tomar en serio. Parece un desfile de humor amarillo. Con sus cuerpecillos delgaditos no pueden ni con los fusiles. Uno de cada cinco lleva una caja de 24 cervezas en lata, uno con un bolso de Mickey Mouse, al otro que el casco le queda grande y para mirar a frente tiene que levantar la cabeza, y encima tiene la bandera de España serigrafiada en el casco, uno vestido de marinerito que parece que va a hacer la comunión, pero debe tener su veintipico añitos ya… Embarco y me encuentro a un canadiense al que no entiendo muy bien, que me cuenta un montón de cosas, que se va a comer al restaurante, se deja la mitad de la comida y le digo “yo es que no puedo ver comida en el plato”, así que cojo y me la como.

El sábado ya aparezco en Busán. He estado allí de pasada y la verdad es que no me interesa demasiado. Lo único que tengo en mente es desayunar y darme una vuelta a ver si me compro unos pantalones, para dejar de utilizar el bañador como pantalón de montañismo. Objetivo conseguido. Me como unos fideos frescos con verduras y salsa picante en un puesto callejero y me compro unos pantalones cortos que me van a durar dos asaltos pero que me cuestan 6€ y son de la marca The Noble Face! Aquí la ropa de montaña de marca es muy cara, así que ha habido que apretarse el cinturón, y nunca mejor dicho, que le he tenido que cambiar el botón de sitio a los vaqueros. Buscaré una báscula y daré fe del número de kilos perdidos en este tiempo, que yo también lo noto.

De camino al aeropuerto tengo una odisea para salir de Busán. Cojo el metro, pero dentro del metro me doy cuenta de que no hay metro hasta el aeropuerto, sino que en una estación tengo que cambiar a “metro ligero”. Decido bajarme antes y coger el bus, pero debe ser que al que pregunto no me entiende muy bien y en vez de cogerme un bus para el aeropuerto, me cojo un bus para el pueblo que tiene el mismo nombre que el aeropuerto. Vamos, que acabé en Barajas pueblo. El pobre conductor saludaba a todo el mundo cuando se subía y nadie le hacía ni puto caso, así que cuando me bajé porque me di cuenta de que con ese autobús no iba a parar a ningún lado, me despedí de él. También me di cuenta de que la máquina detectora de abonos mensuales dice “hamsa hamnida” (gracias) en diferentes tonos de voz. En el pueblo perdido de al lado del aeropuerto me cogí un taxi y todo solucionado. No problem. Llegué a tiempo, todo sin problemas. Iba con tiempo de sobrísima, esperando encontrar internet en el aeropuerto, porque en la ciudad me estaba aburriendo un poco.

Ahora todo esto lo escribo desde Manila, en Filipinas. Corea se ha terminado, y solamente me hace falta mirar alrededor para darme cuenta. Bueno, ahora mismo no, porque me encuentro en el que hace unos años era el centro comercial más grande de Asia. Me pillaba de camino a casa, así que me he parado para tener internet y comerme algo.

Llegué a Manila antes de lo esperado, con 20 minutos de adelanto. Aquí son seis horas más que en España. Nada más llegar ya me intentan timar. Me dicen que no hay taxis más que “taxis de aeropuerto”. Mark, my contact, no me ha dicho lo mismo. Al ser las horas que son me fío, y me cobran 900 pesos por adelantado, y tengo el destino escrito en un papel como ticket (14€, y Manila es grande). Empieza el taxi a andar y veo taxis normales, le pregunto que si son taxis y me dice que sí. Le digo que pare, que me bajo. Me voy a preguntar y me llevan hasta casa de Mark por 250 pesos más o menos. Así que me voy al que me ha vendido el otro taxi y le digo que deje de engañar a la gente y que me devuelva la pasta. Soy un poco perraco, pero como aprendí en el hotel, montar el pollo gritando un poco cuando hay más gente delante funciona, porque el menda no quiere que nadie se entere de que hay otros taxis más baratos.

Llego a casa de Mark y es la una y media de la madrugada. El taxista era un cachondo y hablaba muy bien inglés. Aquí todo el mundo habla inglés, ya sea por la guerra, por el turismo, porque ha sido colonia de EEUU… y que es el segundo idioma oficial. No veas que cambio con Rusia y Corea! Sorpresa maravillosa que me puedo entender con casi todo el mundo. Cuando llego a casa de Mark, somos 6 para dormir en un estudio, pero nos vamos a tomar unas cervezas a un garito fashion de al lado. Todo es muy barato aquí. La cervezas, entre las que tienen San Miguel como marca principal, pero pedimos otra de 8 grados que, como dice Pepo, eso sí es cerveza, cuestan 60 céntimos de €. Y para ser un supergarito, está muy bien. Estos tíos y tías son unos cachondos. Nos echamos unas risas entre música occidental y todo caras filipinas. Nunca había echado el rato con nadie de esta parte del mundo. Me preguntaba cómo sería. Volvemos a casa cerca de las 6, que yo ya no sé ni dónde estoy después de ferrys, vuelos, taxis, cervezas y demás.

El domingo nos despertamos resacosos y, tras comer y ducharnos todos, nos vamos a la ciudad. Tito Fer, últimamente te estás hinchando a dedicatorias. Aquí va otra extravagancia. Se llama “balup” y es un huevo de gallina gestado durante 17 días, y después cocido. Cuando lo pelas tienes que beber el caldillo, después pelarlo ya del todo. Se ve el pollo cocido. Con alguna que otra pluma. Extraño cuanto menos. Sabroso aunque da dentera.

Manila es una locura. De tráfico, de costumbres, de gente, de contaminación, de lluvias repentinas, pues todavía arrastramos el monzón, de pobreza, de todo. La verdad es que tengo la cabeza bastante abrumada ahora mismo de cosas que he visto, de cosas que no he visto pero que me han contado, de situaciones, de la diferencia, del cambio, del no saber muy bien dónde me he metido pero saber que lo voy a disfrutar al máximo. Aquí conectarse a internet no es tan fácil como anteriormente. Mark no tiene internet en casa. Tiene un pincho de esos pero no se lo quiero gastar. En la calle no es fácil encontrar un sitio con internet. Tampoco me ha apetecido mucho. He estado muy entretenido en mercados y calles. Viendo la arquitectura, la gente, la forma de actuar de aquí. La locura del tráfico. Las aglomeraciones de los trenes. El domingo viajé con ellos pero hoy lunes llevo todo el día desde las 8 de la mañana que he salido de casa solo por la ciudad. El tren es una locura. Los andenes tienen sección femenina, para que al meterse el vagón vayan solo chicas y no las manoseen. Los taxis te pitan por la calle por si quieres subir. Los triciclos-taxi también. Te gritan. Pero con una sonrisa les dices que no y ellos también te sonríen “Ey Sir!! OK Sir”. Aprendo a regatear poco a poco. Me he comprado un objetivo nuevo para la cámara, mucho más barato que en España. Aquí la comida es barata también. Y el transporte, como digo, es una locura. Tienen los “jeepneys”. Son Jeeps de la guerra de EEUU contra Japón en la II Guerra Mundial, alargados y decorados, que son los autobuses de aquí. Mucha comida callejera. Muchos mercados de calle. Mucho cristianismo. Muchas bromas conmigo, con que vuelvo a colonizar. Muchas palabras parecidas. Todas las calles tienen nombres en castellano, pero ellos las pronuncian con acento inglés. Los días de la semana son iguales que los nuestros, pero ellos los pronuncia como si fueran ingleses. La gente me intenta vender de todo. La pobreza es extrema, por las ocasiones que me he dejado perder. Y no hace falta irse a la periferia. Mark me ha dicho que aquí hay lluvia ácida. Hay gallos atados a postes de la luz por la calle. Charcos que huelen a muerto. Un río que a su lado, el Manzanares es agua de Manantial, unas caras sucias y felices, niños descalzos y sonrientes. Y es que Mark me ha dicho que aquí todo el mundo tiene la alegría de vivir como objetivo por encima de todo (por lo general). Se piensa menos en el dinero y en las comodidades que en otros lados. Al menos, un porcentaje mayor de gente es la que le resta importancia esas cosas, lo único que se tienen que ganar la vida de alguna manera. Me he enamorado del mercado de Carriedo. Me he terminado el libro de Tolstoi. Me he terminado otro que me regaló un argentino en Sarajevo y que era muy finito. Todo es tan diferente y tan atractivo que creo que mañana o pasado me voy a mover para descubrir más. Me voy a una de las islas de Las Visayas. Puede que a Panay, puede que ha Negro. Tengo que mirarlo en internet cuando llegue a casa. Quiero consultarlo con Mark. En ningún sitio más es posible hacer CS fácilmente, por lo tanto recurriré a mi Lonely Planet. Ya tengo tarjeta sim nacional. Me he cortado el pelo en una barbería en la que el “cortapelos” tenía el pelo largo. Parecía el hijo del maestro millagui, pero hippy y filipino. Me parto cuando la gente habla en “tagalo”, en filipino. Tienen más de 500 dialectos y más de 1400 islas. He visto el Instituto Cervantes. Y muchos edificios coloniales. Es todo tan raro y a la vez tan familiar. Llevo 2 días aquí y me parece que voy a disfrutar de lo lindo.

Lo dicho, internet aquí no es fácil, así que puede que esté un poco perdido. A mí me da igual. Tengo mi Lonely Planet. Y los que se lo merecen tienen mi número Filipino. Un beso muy gordo desde este país que huele a pobreza pero que sabe a ganas de vivir. HINCHÁOS A FOTOS!!!

--- añado que ya me he ido de Manila. He cogido ese avión, de hélices, para aterrizar en Caticlan. Caticlan están en la isla de Panay, pero yo me he cogido un taxi-moto-sidecar hasta el puerto. he cogido un barquito de motor hacia la isla de Boracay. Pequeña isla por la cual doy la enhorabuena a LonelyPlanet. una vez he llegado a la isla, estoy en TreeHouse. un pequeño resort por 5€ la noche. desde el aeropuerto de Caticlan, tras un moto-taxi, un barco y otro moto-taxi (es éste último éramos 6 más el moto-taxista). Un total de 3€ y estoy en el paraiso. buscad en internet Boracay. si no, ya postearé yo dentro de unos días. añado un adelanto---

Avión Manila-Caticlan

Puerto de Caticlan


Desde el barquito de motor

2 comentarios:

  1. Buen post. Buenas fotos. Buen viaje, claro. Estoy deseando ver fotos de Boracay.

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  2. Pues dan de si los eurillos que te dimos......madre mía!!!!

    La verdad es que me he reido de lo lindo con el post. Me ha venido muy bien. Estoy en la semana fantástica de las p. revistas!!!!!

    Sigue adelante. GRANDE!!!!

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