El domingo me levanté tarde, para variar, y con algo de resaca. Aquí el tiempo parece que no cambia y empieza a trastornarme un poco la cabeza eso de que no se pueda hacer nada. O que todo lo que se puede hacer se tenga que hacer mojado, húmedo o, lo que a veces es peor: húmedo y sudado. Mojado por la lluvia y por el sudor al mismo tiempo. Por favor, que alguien cambie de canal, que este de la lluvia lo tengo ya muy visto. Aunque la verdad es que, según noticias en un mail desde la anterior ciudad en la que estuve, ha empezado a hacer sol desde que me he ido. Tendré que dejar de cantar.
Pero bueno, de todas formas no tengo demasiada queja ya que nada más salir de casa con mi paraguas, mi funda para la mochila y mi todo, deja de llover. Me he comido todas las leyes de Murphy que existen. Si no llevas paraguas, llueve; Si te preparas para la lluvia como se prepara un esquimal para el invierno gélido, sale el sol; “voy por aquí que es más corto, según dice el mapa”, y apareces en otro continente; “algún día hará buen tiempo en Korea, no va a ser todo llover…”. Pues nada, llevo diez días aquí y por mucho que rezo a dios, a buda y a todos sus secuaces, nada. ¿Ha dicho algo el Papa de que haya escuchado mis plegarias? Aunque parece que os habría tenido que mandar algo de lluvia para allá, que veo que la gente se desploma al ver la belleza Ratzinger. Vaya sofocones y vaya alboroto que causa. Ni los Backstreet Boys. La chica que me dejo una cama donde dormir en Donetsk, Ucrania, está allí en la visita del Papa. A lo mejor se me ha desmayado!
Volviendo a lo que es mi camino, Gyeongju se avecina mojado el domingo. Cómo no! Así que, por no querer arriesgar demasiado en mi primera toma de contacto, decido darme una vuelta por las cercanías. La ciudad fue capital durante el reinado de Silla, por lo que deja mucho legado para un visitante como yo. Más allá de un centro abarrotado de autobuses, coches y luces de neón, un poco a las afueras tiene una gran concentración de cositas que ver. Entre tumbas, palacios, lagos, observatorios astronómicos centenarios me pierdo y me encuentro con mi tosco mapa en inglés. Aquí los mapas, a los que ya me voy acostumbrando, no son demasiado exactos que digamos. Tienen esa pinta de estar hechos para niños, con los dibujos de los monumentos coloreados. No es un mapa al uso, como el de googlemaps, sino un mapa de dibujitos en el que más o menos se intuye por donde andas, pero se pierden las referencias de espacio puesto que no está a escala.
Me paseo por un parque con varias montañas. Para los madrileños, podría ser una extensión del parque de las tetas de Vallekas (con “k” de ValleKas). Lo único que este, en vez de tener escombros en sus entrañas, contiene los restos de los diferentes reyes del reinado Silla. Una de las montañas-tumba está abierta al público y, sin poder hacer fotos, se observa la forma en la que todas y cada una de esas enormes tumbas están construidas. Es el mismo método que en las pirámides de Egipto, solo que aquí la forma es redondeada y tienen césped por encima, por lo que para el que no lo sepa, y se tope con ellas sin tener que pagar, pensará que está en un parque divertido y verde. Lo digo porque también hay tumbas en las que no hay que pagar.
Paseando por este parque-cementerio de la dinastía hace un calor sofocante. Todavía no llueve pero amenaza. Las familias vagan ordenadas. Es la educación de aquí. Los niños no corren, ni se meten al césped, ni se desparraman por ahí. Se dedican a ir con sus padres de la mano y, como mucho, a darse una carrera para adelante y volver con los susodichos. Caminando ya fuera del parque, al cruzarme con una familia un niño coreano de unos ocho años me saluda a la voz de “hello!”. Aquí creo que no están muy acostumbrados a ver gente occidental, puesto que ya me he enterado que Corea no es un destino demasiado frecuentado por occidentales. Aquí lo que se lleva es que la gente del país se visite a sí misma. Aun así, todo está rigurosamente traducido al inglés (menos cuando lo necesitas). Yo me dedico a saludar niños con las cejas ante su mirada atónita. Un pensamiento de “qué ojos más grandes tienes!” ronda su interior. Y no solamente en los niños. También en los adultos, que no quitan ojo.
Tras un paseo campo a través por una extensión de flores de diversas magnitudes, tamaños, colores, sabores y formas, intuyo el camino hacia el Lago Ansaji. Lugar de recreo de los pertenecientes a la dinastía Silla (por cierto, se pronuncia “sila”. No es que se dedicaran a la fabricación de muebles de salón). La entrada al lago la petan restaurantes y demás shoppings de todo tipo. De todos ellos paso muy airoso. Tanto, que al llegar a la entrada me preguntan que dónde está mi ticket. Y es que me he olvidado de comprarlo entre tanta tienda. Dentro mucho lago, mucha lluvia, empieza el chubasco, me voy a mojar, pero cuando salgo todo amaina. Ando sin rumbo, como a mí me gusta, entre flores y demás flora y fauna de la región. Camino hacia lo que fueron unos palacios y unos templos de alguna dinastía que fue exterminada por alguna invasión japonesa que ahora desconozco. Nada más quedan los cimientos, pero por la extensión del terreno aquello debió ser colosal. Pero ahora creo que carece de sentido. Es como visitar estas ruinas romanas de las que solo quedan la base de los pilares. Sientes que estás en la historia y que allí se debió armar una buena, pero muchas piedras juntas al final aburren a cualquiera.
Tras los cimientos de los antiguos palacios y templos ando con indecisión. Es mediodía y la lluvia amenaza. Tengo el centro de la ciudad localizado, pero de camino hacia él me encuentro con una parada de autobús. El 11. Bien. Ese me lleva, por lo que pone en mi mapa para niños, a Bulguksa. Es un templo a las afueras de Gyeongju. Había pensado alquilar una bici (tres euros al día) e ir al día siguiente. Bueno, jugaremos esta baza. Cogeré el autobús y llegaré allí. La tormenta parece que no arrecia. Nada más subir al autobús va petado. Yo al autobusero le digo “bulguksa” con cara de pregunta y pa’dentro. Debe estar harto. Como todos vayamos a Bulguksa me parece que lo van a tener que reconstruir para el año que viene. A mitad de camino se baja todo el mundo. Llueve a cántaros, pero van a una especie de resort hortera con parques de atracciones, bailes folclóricos y demás puestos de comida. Alquiler de quads, bicicletas, triciclos, todo para la señora y el caballero, para el deleite del niño y la niña!!!
Llego a Bulguksa. Efectivamente, llueve como nunca. Mi paraguas de apoyo me salva la vida. De subida, cientos de puestos de comida. No puedo más. Creo que esto va a ser un aglutinamiento de esos que no se pueden tragar. Al entrar, todo está lleno de gente. Pero al verlo y sentirlo me olvido de ellos. Empiezo a pensar en ese preciso momento que, pese a muy llenos de gente que estén los sitios, en ocasiones merece la pena visitarlos. Y este es uno de ellos. Maravilloso templo en el que, entre las numerosas estatuas de buda, se puede ver una en la que se muestra de pie. Raro en buda, que debe ser más bien vaguete. Una señora que parece que se va a caer de lo mayor que es se me acerca y me pregunta de dónde soy. Me dice que si hablo inglés. Me dice que es guía “free service”. Me lleva de un lado para otro explicándome una cosa y otra en cada rincón. Se lo agradezco constantemente. Me he vuelto oriental a la hora de agradecer, e inclino mi cuerpo cada vez que le digo “gamsa hamnida” (gracias en coreano). En un momento dado se despide y le vuelvo a dar las gracias con toda mi cara de satisfacción. La señora está encantada, y yo más. Me ha elegido al azar. Pero dentro de ese azar creo que tenía bastantes papeletas de que se acercara a mí, solitario y occidental, rodeado de familias coreanas. Desde aquí, gracias de nuevo, señora coreana de 85 años!!!
Desde Bulguksa se puede coger otro autobús que sube a Seokguram Grotto. Se trata del templo a buda más emblemático de la zona. Existen lugares de peregrinación (tanto turística como religiosa) budista alrededor de toda Corea, pero creo que alrededor de Gyeongju está la mayor concentración. Al llegar, a la entrada, se encuentra una torre en la que hay una enorme campana. Por 1000 won (moneda local), te dejan tocarla. Me niego. Me acerco al templo y es pequeño. Una puerta de entrada y una de salida. A la entrada la gente se hace las fotos pertinentes, porque dentro no está permitido. Chicas utilizan su iPhone para ver si están bien peinadas con la cámara frontal. El iPhone aquí es el espejo del alma. Entro y todo el mundo está agolpado delante de una mampara. Al otro lado buda. Con esa cara de regordito feliz nos mira. Él trasmite paz. El resto de la gente trasmite inquietud. Seguro que la mitad de los que estamos allí no sabemos demasiado bien. El tercer ojo de buda apunta hacia un antiguo templo situado más abajo, en el mismo valle. Por lo visto con una exactitud pasmosa. Otro legado de Silla.
A la bajada decido ir andando. Son dos kilómetros de vuelta hacia Bulguksa, y un coreano me saluda con un “hello” cuando le voy a adelantar. Trabaja en Samsung. Es ingeniero y está construyendo un túnel en la zona. Aquí Samsung hace algo más que móviles y MP3. Casas, coches, túneles… Vive cerca y me enseña fotos de todas las montañas de Corea. Tiene un montón en el móvil. Me pregunta si estoy casado. Yo le pregunto también. Me responde que “por supuesto”. Le digo que si tiene hijos. Tiene uno de 29. Le digo que me gana, que yo 24, y se ríe, y me da una palmadita en la espalda. Nos despedimos y yo me vuelvo al hostel. Son las 8 de la tarde. El día ha sido completito, cansado, pero me uno a la fiesta de las nueve en la azotea del edificio del hostel. Son todos coreanos. Ahora están de vacaciones. Bueno, también está Rafa, que es de Carabanchel. Está envidioso de mi plan. Cuando ya estamos todos, TJ, el dueño del hostel nos dice que nos presentemos. TJ es un tipo joven. El hostel también. En las presentaciones todo el mundo hace hincapié en su edad “coreana”. Y es que aquí se suman nueve meses porque incluyen los meses de gestación. Interesante cuestión. Todo el mundo aplaude después de cada presentación. Vuelvo a conocer a gente hacia la que soy su primer contacto español. Tras unas cervezas y algo de conversación en español, además con acento de Madrid, me voy a la cama.
El lunes me levanto a las 8 y media, que no me lo creo ni yo, pero a lo tonto, con internet, desayuno y tal, salgo del hostel a las 11. TJ compra huevos, aceite, mermelada, pan y té para todo el mundo. Desayuno importante que no he visto en ningún lado antes. Con muy poco esfuerzo hace que la gente lo valore un montón. Me decido a cogerme el autobús número 500. Mucho número! Me voy a Namsan. En Chungju también estuve en Namsan (montaña del sur), pero aquí tienen otra más grande. El señor conductor me suelta en medio de tres casas y un bar. Al otro lado de la carretera está la entrada al parque. Pido un mapa. Solamente está en coreano. Gran ayuda. Lo guardaré de recuerdo. Disfruto de la subida al ritmo de “annyeong haseyo” (hola) a todo el mundo. Y su correspondiente agachadita de cabeza. Demasiada cordialidad que me empieza a encantar. Me cruzo con un grupo de mujeres y se ríen cuando me ven. Después, desde lo más alto de la más alta cumbre, me saludan desde un punto distante en la lejanía. Empieza a llover débilmente. Tal vez podría haber arriesgado a subir al otro pico más alto, pero no me apetece calarme. Tardo una hora en bajar por medio de la jungla coreana. Parece Camboya. Es un preparativo. Pero bajo por otro valle. Ahí también para el 500. Vuelvo al hostel, y tan solo he estado fuera 4 horas, pero me han cundido y me han llenado.
El resto de la tarde la pierdo entre internet, tonteando con mis fotos, comiendo, bajando al mercadillo y volviendo a reunirme en la azotea. Aprendo algo nuevo, y es que aquí la gente, cuando sirve bebida te sirve, pero tú tienes que servirle. Da mala suerte servirte a ti mismo. Tras unas cuantas cervezas y nuevos intercambios de culturas con japonesas, coreanos y una americana que vive aquí y viene de una estancia en un templo budista me voy a la cama contento e inspirado. Vuelvo a encontrarme en el camino.
Hoy martes me he levantado a las 8, batiendo records, y me he ido a la estación a las 9 y media. Un autobús hacia Busán, y luego otro me han llevado a Geoje-do (“do” significa “isla; “ho” significa lago; “san” es montaña. Aprende coreano con Bohua). Es un poco un lío de isla en la que cada uno trascribe las ciudades al latín como le apetece, por lo que Geoje, la ciudad, puede ser Koje, Goje, Geoje. Hay gente que ni siquiera la llama Geoje y la llama de otra manera. O eso he entendido yo… pero tras un rato de espera en la estación ya estoy en mi nuevo hogar. Couchsurfing de nuevo con un trabajador de Samsung al que le dijeron que si se venía aquí como ingeniero y no dijo que no.
--- Estadísticas del blog. El día 21/8, 25 de las 39 visitas son desde Alemania. A alguien se le ha quedado pegado el dedo al ratón.
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Las tumbas de Gyeongju en un nublado día. |
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Y posó para mí sin habérselo pedido |
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Vuelve a salir, pese a la lluvia, el ilustre enanito de Isa, en el Lago Ansaji |
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Templo de Bulguksa |
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Vació? |
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Y le hice una foto porque me resultó curiosa, y resultó ser la señora que después me guiaria por Bulguksa |
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Bulguska |
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Cientos de deseos |
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Déjalos fuera. No hacen más que ensuciar |
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Seokguram Grotto. Ahí tocaban la campana por 1000w |
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El primer rayo de sol en mis 12 días en Corea. Justo cuando decidía volverme al hostel en Gyeongju |
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Una tabla de calentamiento para Namsan. Nuestro Miguel Ángel particular en coreano (solamente algunos afortunados tuvieron a un profesor de gimnasia llamado Miguel Ángel) |
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Voy subiendo |
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Encumbrando |
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Templo-pagoda en Namsan |
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Los senderos se marcan asi, aquí |
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Yo deseo... |
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Hostel Party at 21.00 |
¡Hola, Alberto! Acabo de abrir tu blog por primera vez. ¡Muy currado! Espero que tu viaje siga igual de increíble. Saludos desde Gangneung.
ResponderEliminarcuidate las lumbares, no vaya a ser que tanto inclinar para agradecer pase factura...jajajajajaja
ResponderEliminarlo que daria por ver a esa niña que te mira y se rie y tu levantando las cejas.....pa verte!!!!
GRANDE GRANDE
Sigue adelante
un beso enorme
Hello morenazo de ojos grandes!!!
ResponderEliminarVete acostumbrando a que te miren y te observen, ya que mientras estés en el sudeste asiático serás la envidia para muchos orientales. Y más aún si hubieras ido a China o Japón.
He de decir que leyendo este último post mi nivel de envidia ha subido unos cuantos puntos, y eso a pesar de que la lluvia se ha convertido en tu inseparable compañera de viaje. Pero ya veo que hábilmente la has conseguido “repeler” (ya sabes: hombre mojado no teme a la lluvia) y que tampoco te ha impedido hacer unas preciosas fotos y nuevos planes.
Ya nos contarás cómo se te dan las “filipinas” (las islas, claro…) antes de dar el salto ¡¡POR FIN!!! a Vietnam, que… aunque ha intentado eludirte, no sabe lo perseverante que puede ser un “BdM”.
스치기, 입맞춤, 키스 (besos “coreanos”)
Mamá
primolariiiiiiiii!!! me sigue flipando tu espiritu, y sobre todo me flipa que tengas tanta fe en ver el parque de las tetas allá donde vayas! jajaja, me flipan las fotos, ya sabes, fan de tu camara, que el fotografo nada que ver;)
ResponderEliminarda gusto entre examenes y examenes leer algo que tiene por fin un poquito de sentido!!
muchos besos de melòooon!