Josh, mi Couchsurfer en Geoje-do, madruga por la mañana para ir a currar, por lo que yo me quedo en casa hasta que me decido a levantarme. Eso es un miércoles de agosto, por la mañana. La noche ha sido fresquita, para poder dormir con la ventana abierta sin ningún tipo de problema. Las costillas “Michael Jackson” y su picante me han repetido durante la noche. Josh lloraba del picor. Normalmente el que invita, o el que recomienda algo se supone que ya lo ha probado, pero él lloraba. Le gusta lo picante hasta llorar.
Desayuno algo por casa y me bajo la cuesta que me lleva a la calle principal. Luego me subo el cuestón que me lleva a la carretera principal para ir a hacia la parada de autobús. Es es un jaleo monumental en el que, apoyado por un mapa de dibujos para niños traducido al inglés (pero que no es para niños, que es para todo el mundo) y el mapa de los autobuses de la isla, me lío aún más. Entre tanto autobús y tan poca gente que preguntar, decido abandonar por ese momento los largos recorridos y subir a la cumbe del Guksabong (464m). Los metros aquí los cuentas todos, porque los subes todos. Porque he salido desde el nivel del mar. Es lo que tiene estar en una isla.
Mientras subo, no me puedo abstraer de los ruidos de Okpo, ciudad donde resido. Ese gran puerto y astillero de Daewoo lo hacen todo muy ruidoso y no tan “montañosamente perdido” como a mí me gusta. Pero bueno, al fin y al cabo estoy más o menos perdido igual, porque entre los signos en coreano, algunos en inglés, el desconocimiento del terreno… a mí me da la sensación de no saber dónde estoy a ratos. Subiendo me encuentro con cuatro o cinco de estas marujillas ultrapreparadas para subir una mierda de montaña. Llevan superbotas, mayas, camisetas transpirables, cubreantrebrazos para los mosquitos, guantes para los mosquitos, unos gorros horteras que en casa seguro que hacen las veces de parabólica para Canal+, y algunas llevan hasta mascarilla para que no les piquen los mosquitos en la cara. Josh dice que todos los complementos son para no ponerse morenas, que no les gusta. Yo creo que es por los mosquitos, porque a mí me han quitado toda la sangre.
Después de bajar del monte por otro lado al que he subido, opto por buscar el único supermercado que conozco que no sea un FamilyMart, un 7Eleven, un Buy the Way o un MiniStop. Estas son las variedades de tiendas de comida de las que te puedes encontrar en una misma calle catorce. Es como la alternativa a los supermercados, y que tienen de todo para salir del apuro, pero caro. Luego tienen los supermercados, pero escasean. Están como en peligro de extinción. Es raro verlos, pero cuando los ves te alegras! En el super venden todo tipo de comida cocinada en el momento y envasada para llevar. Y a mí la comida coreana me está empezando a gustar demasiado. Llevaba tiempo pensando en comprar en algún lado los rollitos estos que son de verduras, arroz y enrollados en algas… que con soja están riquísimos. Bueno, pues los compré y me los llevé para casa.
Después de comer, Josh me ha comentado que en la ciudad, en lo alto de una colina, hay un parque de atracciones abandonado. Para los amantes de los parques de atracciones es un fenómeno especial pasear por uno abandonado. Para los amantes de las películas de miedo, es algo peculiar que da bastantes ideas. Josh me ha dicho que siempre que ha ido al parque ha ido de noche. Eso sí que tiene que ser tétrico. El parque lo cerraron en su momento porque una niña se murió en una de las atracciones. Cuando le estaba enseñando las fotos a Josh me dice “mira, ese vagón es desde el que se cayó la niña”. Los pelos de punta y escalofríos hasta en los párpados.
El jueves conseguí levantarme media hora antes que el miércoles, que viene siendo a las 8.30. La vida del viajero es sufrida a veces, pero ojala fuere este todo el sufrimiento en la vida de uno. Desayuné con toda la calma del mundo, y tras haber estudiado el mapa con Josh, que me ha facilitado un mapa de senderismo de la isla, me dirijo a la estación a estudiar ese mapa de los transportes con mi otro mapa al lado para llegar a alguna conclusión. Tras varios minutos, me atrevo a decir quince, veo mi ciudad de origen (Okpo), y mi ciudad de destino (Dadae) situadas en el mapa de las líneas de bus. Decido intentar ir hasta el “trasbordo” que tengo que hacer.
Una vez en el trasbordo, le pregunto a un chaval joven cómo ir a Dadae. El chaval joven le pregunta a esa chica. De esa chica vamos hacia unas señoras, que dicen que lo mejor es ir a Gohyeon, capital de la isla, para allí coger un autobús directo. Yo, con mi poco conocimiento de los autobuses locales, le digo a mi nuevo ayudante que he visto que un autobús va a Dadae desde allí. Me dice que las señoras comentan que ese autobús puede tardar dos o tres horas en llegar. Bien, decidido. Vamos hacia Gohyeon.
Una vez en Gohyeon el chico me acompaña a información y preguntamos. El siguiente autobús a Dadae sale a las 13.55. Son las 11.55. Dos horas? Creo que no. Como esta isla es montañosa, tengo cerca de Gohyeon el pico Gyeonggongsan (566m). Bien, tras unos altibajos, algunas pérdidas, no saber si voy hacia el pico o una playa y, al fin, encontrar el camino directo hacia él, lo encumbro. Digamos que no es una labor fácil. Algunos trapos están secundados por cuerdas o barandillas a las que uno se tiene que aferrar como a la vida. Digamos que no quería correr riesgos por, como algunos sabéis, mis rodillas. También porque habitualmente tiendo a ser más torpe que la media, por lo que de un paseíto por el parque, yo puedo acabar en una fisura en algún lado, o un esguince en yo qué sé otro. Aun así, encumbro. Y decido continuar por la cresta de la montaña de pico en pico. Hay un poco a unos 4 kiómetros, pero no creo que llegue hasta él. El camino no es camino. A ratos son rocas por las que trepar. En ocasiones, en vez de cuerda, me encuentro con escaleras de metal. Otras veces me encuentro con que se acaba el camino en un corte de peñas, y es que he perdido el sendero. Animales de todos los tipos me encuentro por el camino. Diversas arañas de varios tamaños y colores, saltamontes que parecen escarabajos por el tamaño y demás.
Decido a bajar desde unos de los picos que están en la cuerda de la montaña, porque Josh ha decidido no ir a jugar al fútbol porque quiere pasar algo de rato conmigo. Dice que el día anterior se fue a escalar y que hoy tocan cervezas´(Josh destila cerveza en casa), queso y algo de conversación con este menda de Madrid que ha venido a visitarle. Después me lleva a un sitio para comer sopa de sangre. En realidad es una sopa de verduras con sangre de cerdo coagulada, en taquitos. Al tacto es como el hígado. Y después un poquito de makoli, bebida típica de aquí, obtenida a través de la fermentación de arroz. Después del makoli Josh llama a Daddy Driver. Es la compañía que te lleva a casa con tu coche por el mismo precio que un taxi. Así que ahí andamos, preparando el día siguiente e intercambiando música, fotos y vídeos. Encontramos que no hay ferry para el viernes hacia Jeju-do, donde pasaré otros tres o cuatro días. Que el siguiente ferry es el sábado, por lo que me quedaré un día más en Geoje-do. Me hace mucha ilusión, porque así voy a subir a las montañas que tenía pensadas para el jueves, y así poder topar con el pico más alto de la isla, de 585m.
Para eso me levanto el viernes a las 8.00. Cojo un bus hasta Gohjeon, planos, mapas y horarios en mano para que esta vez no haya lugar a error. Allí tengo que esperar una hora, puesto que me tengo que he salido con tiempo. Por 1100 won, o 75centimos de € me recorro toda la isla de norte a sur hasta llegar a Dadae. Antes de que el conductor me diga nada ya estoy yo de pie. Asombrosamente, ya sé leer coreano casi sin problema. Todo a un ritmo muy lento, pero sé leerlo. Estoy muy orgulloso de mi mismo. El problema lo tengo al memorizar palabras, como comidas, estaciones…. No me quedo con nada. Pero creo que eso es otra parte del cerebro la que lo maneja.
---mientras escribo esto estoy en una estación de ferry de la ciudad de Busán. Nada está abierto, y tengo que comprar mi billete. Cuando digo nada es nada. Ni las ventanillas de tickets, ni tourist information, ni en 7Eleven! Acaba de abrir una tienda de libros. Espero que tengan billetes, o me tendré que quedar aquí en Busan dos noches, porque los domingos no hay ferry. Me estoy tragando una telenovela coreana que ponen aquí en una tele- La gente está toda ladeada meditando (sobada). A veces me sorprendo mirando la telenovela, prestando tanta atención que dejo de escribir. Uno se ha liado con una, pero la familia de esta le va a matar. Ella sueña con él. Sueña que le matan. Se despierta y se besan. Es muy bonito. La tía debe tener una situación en casa complicada, porque no se la ve con buena cara---
Volviendo a las montañas, al principio me equivoco de camino y aparezco en un sitio muy cuqui en el que deben dar de comer, dormir, beber… es como una casa rural, pero de aquí. Pero a mí eso no me sirve de nada y me tiro hacia el otro camino que he visto, con la ayuda del mapa senderista que me ha dado Josh. Ahora sí parece que he cogido la buena vereda. A unos cuantos metros veo un cartel donde pone el pico como destino a unos dos kilómetros. Bien, aquí no sé si al que le mandaron medir las distancias la primera vez se hizo un poco de lío, pero o eso era muy cuesta arriba o a mí no me han parecido dos kilómetros ni de coña. También he de decir que he perdido el sendero como dos o treces veces, porque la verdad es que no es un camino frecuentado. He de decir que desde que he salido de Dadae hasta que he bajado por el otro lado del valle no he visto a nadie. Estamos hablando de 6 horas sin ver a nadie. Sí, he estado rulando por ahí en solitario durante 6 horas.
He conseguido llegar al pico más alto en dos horas desde que he salido de Dadae, y ahora pretendo continuar la cuerda de la montaña pasando tres o cuatro picos más, hasta otro importante. Gorasan tiene 585m y Nojasan 565m.
De Gorasan a Nojasan me llevará unas tres horas. Entre la niebla, las pérdidas y los parones para comer, beber, quitarme telarañas, quitarme a la araña de la telaraña que me he llevado por delante, dar vueltas a un pico sin encontrar el sendero, querer bajar hacia donde cojo el autobús de vuelta, llegar al segundo pico, Nojasan, habiéndome ya rendido porque iba a perder un bus que me venía bien, perder una naranja que rueda y rueda bajando el sendero sin que yo pueda hacer nada para recuperarla, tener un encajamiento de pie en una piedra, temer por mi rodilla, pero en vez de la rodilla rajarme un poco la espinilla… Varias y diversas aventuras de las que me siento orgulloso. Acabar una ruta en coreano creo que tiene mérito. Con mi mapa en coreano. La ruta en coreano. Y nadie de apoyo. La araña que me he tenido que quitar de encima, casualidades de la vida, es la más grande que jamás he visto. He comido más plátanos que en toda mi vida para notar el potasio por mis venas en cada gran subida. He descubierto físicamente a la especie que genera un ruido ensordecedor por las noches en la ciudad y en la montaña. Son una especie de escarabajos-polilla que estirados y volando deben tener el tamaño de la palma de mi mano. Emiten un ruido como si estuvieran cortando metal con una radial.
Después de todo eso, bajo a donde se supone que tengo que coger el autobús. Bajando, me encuentro el nombre del pueblo al lado de una cifra que me asusta: “14km”. Pero justo después de ese cartel, cuando pensaba que no iba a llegar a casa nunca, veo un cartel de parada de autobús en medio de la nada en el que, perfectamente escritos, aparecen los dos números que me llevan de vuelta. 54 y 67 son dos números que me hace ilusión ver. Cuando paro al autobús se sorprende de verme ahí, sudado a más no poder, con mi mochila y mi pierna ensangrentada. Cuando llegamos al siguiente pueblo se suben un porrón de niños. Colegiales. Pero hoy no me saluda ni uno. Huelo a chotuno que hasta yo me doy vergüenza. En realidad no me doy vergüenza, porque sudar es normal. Lo que me doy es asquito, asquete y ascote.
Hazaña conseguida. Tres días montañeando en Geoje-do, y ahora de camino, o de ferry, si consigo comprar los billetes en algún lado, hacia Jeju-do.
Una vez comprados los billetes, que estuve desde las doce de la mañana hasta las 5 de la tarde en la terminal porque no quería quedarme sin sitio, me decidí a subirme al ferry. Antes esto, tengo tiempo para fumarme media cajetilla de cigarros esperando a que abran las taquillas, y otro rato hasta que abren el embarque. En ese rato conozco a Max. Un chico que está recogiendo colillas de los ceniceros. Le doy un cigarro y no se lo cree. Me da las gracias en coreano, pero cuando ve que yo no soy coreano me pregunta en inglés. Es de un pueblo cerca de Vladivostok. Ya sabemos. Cerca = 200km. Vino aquí de vacaciones y se dejó todo el dinero en el casino en la primera semana. Ahora recorre Corea a pie. Ahí es nada!
Al entrar al ferry, donde por supuesto he comprado el ticket más barato, veo el habitáculo en cuestión y me sorprendo. Es un cuarto enmoquetado, con cojines de “sky” que un tipo está desperdigando por todo el lugar. Un cuarto diáfano con moqueta roja en el que, según mis cuentas cuando se llena, somos 100 personas con nuestros correspondientes equipajes. Yo, el único no coreano del lugar. Entre 100 personas, siempre coincide que alguien me está mirando. Y aquí observan atentos cada movimiento. Saco el mp3, observan. Saco un libro, observan. El de al lado incluso se inclina para ver el título. Saco fideos secos, como en el transiberiano, para mojarlos con agua caliente, y miran. Como, y miran. Respiro, y miran. Es un poco atosigante, pero me gusta la curiosidad de la gente. Me gusta sentirme “único”.
Hay dos teles en el cuarto, donde podemos ver el baseball u operación triunfo, depende del lado del gran cuarto que te haya tocado. A mí me ha tocado baseball, y el partido está interesante. Le estoy empezando a coger el gustillo a ese deporte. Mientras, a mi lado, un señor come sopa con cuchara, no con palillos. No pueden evitar sorber. No saben dejar de hacerlo. No es grosero ni maleducado hacerlo. Simplemente es más fácil. Lo entiendo con los fideos y demás al comer con palillos, pero nunca he entendido la gente que sorbe la sopa, con lo fácil que es meterse la cuchara en la boca. Es un ruido que me molesta algo, pero la verdad es que me hice, ya que la hora de cenar duró dos horas con gente sorbiendo a mí alrededor todo el rato. Me puse música.
Después de dos semanas puedo hacer balance de lo que me enerva un poco de los coreanos. Nada que no pueda soportar después de unos minutos de reflexión en los que, si nadie se ofende, yo no me debería ofender. Son formas diferentes de hacerlo. Bien, el sorber es un escalón. Luego pasamos al estar jugando a las cartas dando alaridos mientras todo el mundo a su alrededor duerme. Eran las 11 de la noche. Quedábamos dos en pie. Bueno, sentados. Y esta gente dando unos berridos… nadie se quejó. Seré yo el tikismikis, o es que la gente aquí tiene una paciencia coreana especial? Luego los pitiditos de los coches me ponen de los nervios. Vas por una calle. Aquí no tienen acera. Se acerca un coche de frente. Pitidito. “qué voy!” quiere decir. Ya te veo, ya te noto y ya te siento. Ven, yo me quito, pero no hay acera. Pero te veo. No pites. Vas en coche por una carretera, uno pone el intermitente, pitidito porque frena. Dos autobuseros se saludan… pero no pitan! Incomprensible. Taxi pasa por mi lado mientras tengo el mapa abierto por los cuatro costados. Pitidito a ver si quiero taxi. No! Si quiero taxi ya te silbo yo! Hablemos de empujones. Entiendo que yo voy con mochila. Que abarco, pero un empujocito o un meneillo y yo me aparto. No. Como un coche de choque. Yo voy hacia allá y el que esté en medio lo tiene que saber. No hay miradas de complicidad para un “lo siento”, aunque se la sude. Aquí son más sinceros. Si se la suda para qué van a pedir disculpas. Y la cima de la montaña de los rencores hacia las costumbres locales es, sin duda, colarse. Bien, todo esto lo tenía que soltar. Es terapia poder contarlo. Bien, la terapia de colarse creo que va a necesitar tiempo y psicólogos especializados. Estamos esperando en fila para un autobús en el que no vamos a caber todos ni de coña. La señora en cuestión me pregunta si la cola es para Busán. Le digo que sí, y se pone delante de mí. Estoy detrás de una señora esperando a comprar un billete, pegado a ella, porque ya conozco a los demás. Pues aun así sale otra señora de la nada, con billetes en la mano, pide, paga, y se va lanzándome una sonrisa. Pero creo que la mejor ha venido al coger el ferry. Esperando para ello una señora se acerca hacia donde yo estoy, me mira resoplando con cara de cansada, como diciendo “ay, hijo mío que mayor estoy”. Se apoya en un pivote, y al medio segundo la cola empieza a moverse. El cansancio se le ha pasado, se mueve delante de mí. Y cuando llegamos para entregar el billete, uno se adelanta por la banda izquierda y entrega lo que yo creo que es su ticket. Pero no. Son 8 tickets, de toda su familia con tropecientas cajas. Yo ya me descojono.
Por todo esto y mucho más, me está gustando mucho Corea. 한국은 다릅니다 Corea es diferente!!! Besos desde la isla de Jeju!!!
Llegada a Okpo, en Geoje-do. desde el apartamento de Josh |
Subiendo a Guksabong me encontré una variedad amplia de libélulas |
Coronando Goksabong (464) - el calentamiento |
Parque de atracciones abandonado en Okpo |
Las indicaciones del parque de atracciones dan bastante mal royo. Deseas ir a la atracción de la muerte, a la cabaña degolladora, a los coches de choque mortales, o al barco pirata saca ojos??? |
El pajarito da miedito |
Este pedazo de saltamontes subiendo a Gyeongjongsan también da miedito |
Cumbre de Gyeongjongsan (566m) - el segundo calentamiento |
Desde Forasan (585m) - el premio después de los calentamientos es alucinante. un día duro. por delante quedaba lo peor |
Menos mal que he aprendido a leer coreano |
El pico más alto de Geoje-do es Gorasan. tenía que garantizar por medio de una foto que lo hice |
El día no era el mejor, en cuanto a nubes, pero la temperatura era perfecta |
a lo largo de toda la cuerda de la montaña, de una cumbre, Gorasan (585m), a la otra, Nojasan (565m), andé por encima de la muralla de un antiguo fuerte |
a contraluz llegué a Nojasan. Sin saber como, porque se supone que ya estaba volviendo. algo de coreano que no entendí |
Amigos del camino |
Desde la isla de Geoje-do tuve que ir a Busán. Allí cogí el ferry para Jejudo. eso es Busán a mi salida, a las 19.00 del sábado |
Dejando Busán |
Llegada a Jeju-do en mi barquito de motor!!! |
Usos y costumbres.
ResponderEliminarEsto te puede dar para varios monologos en Paramount Comedy!!!!!
Me descojono.
Sigue adelante!!! GRANDE!!!
Besos