Me desperté en Belgrado el sábado. Cansado. Con intención de salir a la calle y patear esa capital de los Balcanes. Dos millones de habitantes solo para mí. Eran las 12 de la mañana cuando dejaba el Hostel con mis cosas en él para dar un paseo. Rade no me había contestado todavía. Estaría resacoso, así que me tomo la vida a mi manera hasta que se despierte, o dé señales de vida. Belgrado es como cualquier capital. Llena de gente. Con su Cow Parade (esta concentración de vacas de plástico por las calles). Su avenida peatonal llena de quiscos de venta ambulante. Gente haciendo caricaturas de gente. Es un día gris y, la verdad, el tiempo cambia el ánimo de las personas. Me dedico a dar una vuelta por la ciudad, sin rumbo. Belgrado es una ciudad europea, regenerada, multicultural. Con cicatrices en las mentes de sus habitantes, pero nada físico aparentemente. Degusto mi “pljeskavica” con muchos ingredientes picantes en mi boca. Una cerveza Jelen me refresca. Ambos me dan fuerza para continuar andando.
Siempre tengo el mismo problema con el hecho de andar. No me fijo objetivos, y simplemente hecho a andar sin rumbo. Pienso en comer, pero ningún sitio me parece bien, y continúo andando perdiendo el norte. Se me olvida comer, y media hora después me doy cuenta de que he pasado tres o cuatro sitios que podrían haber estado bien. Me doy la vuelta. Los vuelo a encontrar, y continúo. Vaga por esta ciudad gris, con tintes de gran capital. Mucha gente abarrota las calles. Es sábado. Turistas y locales suben, bajan, vienen y van. Paso por la estación de tren y me paro un segundo para respirar. Me gustan las estaciones de tren. Esta es grande. Inmensa. En mi pose de turista, mirando siempre hacia arriba, me percato de dos edificios derrumbados casi en su totalidad. Literalmente torcidos. Moldeados como si tuvieran ladrillos de plastilina. Me siento en un parque. Me encuentro con mi amigo Huckelberry Finn y leo sobre sus historias en Misissipi. La ciudad ni me gusta ni me disgusta, pero algo suplirá ese sentimiento.
Rade me escribe. “Coje el bus 43 en Republjka Trd y bájate en la última parada”. Cojo las cosas del Hostel, me subo en un bus hasta Republjka Trd y hacia allá me dirijo. El 43 va petado hasta casa de Rade. Él vive en Novi-Beograd (Nuevo Belgrado). Las afueras. Me viene a buscar a la parada de autobús en bici. Rade es un hombre separado, de 47 años, con dos hijos. Vive con uno de ellos, de 22. Tiene una casita de dos pisos. Me lleva a ella y me cuenta que hoy llegará una pareja de rumanos con su hija. También couchsurfers. Rade está resacoso y cuando llegan los rumanos se marchan al centro. Yo me quedo con él. He dormido poco y prefiero levantarme el domingo con espíritu de turista. Aprovecho el resto del sábado para degustar conversaciones e historias más cercanas. Personales. Rade habla con filosofía. Con ganas de hablar. Una persona abierta a la que no le importan las barreras de edad que pueda haber. Al contrario. Él las levanta y pasa. Y las deja abiertas para que tú también te sientas cómodo. Escuchamos música, compartimos experiencias. Yo, como a todo el mundo, le cuento mi experiencia de momento y mis planes de futuro. Él me cuenta los suyos. Si no tiene vacaciones, acoge gente de CS. “si no puedo viajar, que la gente del mundo venga a mi casa. Es otra manera de viajar”. Empiezo a notar CS como forma de vida. La gente no solo lo usa para viajar, sino que también se junta entre sí en las ciudades para hablar, hospedar a gente conjuntamente, o mejorar la comunidad CS. Las palabras nos llevan a acostarnos a las 2 o las 3. Llevo con él desde las 2 del mediodía hablando, compartiendo experiencias y viendo mundo a través de mis oídos. Él me lo cuenta.
El domingo me levanto con ganas de ver Belgrado. He quedado con Robert, Andrea y Teresa (la familia rumana) para ir a la ciudad juntos. Luego ya se verá. Es una familia particular. Es su primera experiencia CS todos juntos. Me parece buena idea mezclar a su hija en este mundo de solidaridad. Sin barreras para hablar con distintos tipos de gente. Nada que ver con vacaciones standard. Luego irán a Croacia a algún camping. Para ser sinceros, la imagen que me da esta familia me trae recuerdos de mi niñez. Muchos. Robert dice que no quiere perderse ninguna oportunidad que vivir con su hija. Teresa tiene 10 años. Sus ojos reflejan inteligencia y saber estar. Calma y bondad. Ha hecho buenas migas con Bobby, el perro de Rade. Y conmigo también. No estoy celoso. Teresa y Robert han hecho un pacto. Se irán de viaje por Europa cuando Teresa tenga 16 o 17 años. Sin dinero. Autostop y CS.
En la ciudad nos separamos. Ellos quieren ver el fuerte. Yo quiero perderme por Belgrado. Quedamos para comer. En mi paseo camino por la vereda del Río Sava, que se junta con el Danubio aquí en Belgrado. Rade me ha dicho que Belgrado pretende reconstruirse. Que los edificios que quedan por derribar es por falta de dinero. No quieren mostrar de cara hacia afuera la guerra a través de edificios. Para ellos es duro. Yo también prefiero escuchar las historias antes que ver edificios. Rade me cuenta como volvía del trabajo en un autobús para todos los trabajadores, mientras las bombas caían a un lado y otro de la ciudad. Para volver a su casa tenían que cruzar el puente. Durante tres meses volvieron a casa desde el trabajo cruzándolo, con miedo a que el ejército estadounidense lo derribara. Aquí estuvo de moda bombardear puentes para cortar comunicaciones. Y la verdad es que a lo largo y ancho de Bosnia y en el sur de Serbia se les dio muy bien. El edificio que había visto por la mañana hecho trizas era un emplazamiento militar del ejército serbio. Por eso estaba destruido. Solamente hasta que alguien tenga dinero para derribarlo y construir. Está en el centro de la ciudad. Tiene valor como terreno.
Andrea, Teresa, Robert y yo comemos juntos. Comida típica: “Sarma” de repollo y carne. Un guiso muy rico. No sé en qué restaurante nos hemos metido, pero cuando Andrea se dispone a ayudar al camarero para recolocar la mesa, el camarero la mira serio. Enfadado: “no please, madame!!”. La coloca y se aleja. Los rumanos y yo nos miramos. Los camareros visten con pajarita, pero comemos a gusto y nos llenamos por poco más de 5€. Después nos perdemos juntos, preguntamos, nos movemos, vemos, y pateamos la ciudad. Teresa se cansa, y me recuerda a mí de pequeño. Pero de mayor se sentirá afortunar. Iremos a casa y nos tomaremos unas cervezas allí. Esperando a que Rade vuelva de trabajar.
Compramos cervezas (no para Teresa) y no me dejan pagar. Luego me escabullo para ir a comprar más y no les dejo pagar a ellos. Ojo por ojo. Escuchamos la emisora de radio de Robert a través de internet. Les enseño rock español. Extremoduro es aplaudido y ovacionado por Robert y Andrea. Los viejos rockeros nunca mueren. Teresa hace como que toca la guitarra. Lo lleva en la sangre. Dire Straits me emociona. A ellos también les gusta. Pasamos las horas juntos, hablando de todo. Cuando llega Rade se convierte en el embajador de Belgrado y nos relata la historia desde sus ojos. Son las 2 de la mañana. Debo irme a la cama. El lunes me espera un duro día de autostop, aunque yo me acuesto sin saberlo.
El lunes sale el sol y Belgrado deja de ser una ciudad gris, pero yo tengo que marcharme. Me espera Timisoara. Me espera Rumanía. Me muevo hacia la carretera de salida y para una grúa en 10 minutos que me lleva hasta Vrbac. La última ciudad antes de la frontera. Me compro algo de comer y me preparo mi cartelito para ir hacia Rumanía. Son las 2 del mediodía y el sol hace acto de presencia constantemente. Me muevo hacia la salida del pueblo. El conductor y yo nos hemos entendido a base de gestos. A base de gestos nos hemos contado un montón de cosas. Cómo se llama el río que pasa por Madrid, que no nos podemos bañar, que su hijo tiene la misma edad que yo, que las chicas rumanas son guapas, que tiene que coger un Lada Niva averiado en Vrbac y llevarlo a Beograd, que mi padre tiene un Lada Niva…
Vrbac me mata con cuatro horas de espera. Pruebo poniendo en mi cartel “RO” que es lo que pone en las matrículas rumanas, después “Rumunija (Rumanía en serbio)”. Y justo cuando cambio y pongo “Timisoara” uno para. Esto es cuestión de suerte y experiencia. No nos entendemos muy bien, así que me lleva hasta la frontera y me deja allí. La cruzo andando y me encuentro con un tío y una tía del Cuerpo Nacional de Policía ESPAÑOL! Están allí para enseñar a la Policía Rumana sobre Schengen, ahora que van a tener oportunidad de pertenecer a este tratado también. Pasada la frontera me lleva hasta Timisoara un matrimonio que me coge apenas 100 metros después de la caseta. No hablan mucho, lo cual es mejor, porque los gestos se me han agotado. Pierdo el tren hacia Bulgarus, el pueblo de Adrian y Riana, mis próximos CS. Unos amables rumanos me llevan a una gasolinera en la salida de Timisoara y un autobús me para y me lleva hasta Sandra, el pueblo de al lado de Bulgarus. Me dice que no pague, lo cual es perfecto.
Ya estoy en Rumanía, en casa de Riana y Adrian. Es una granja. Tienen de todo. Cerdos, patos, gansos, pollos, conejos, ovejas, cabras, gatos, perros. Cada especie en reducido número. Trabajan como programadores desde casa, así decidieron moverse aquí hace un año. Ceno Sarma en casa de la tía de Adrian. Y queso hecho en casa. Hablando, hablando me entero de que aquí también hacen los calostros que alguna vez he visto hacer a mi abuela Nati. ¡Los llaman “calostra”! O algo así.
Dobro doslu o Beograd |
Me han tachado el sello de Kosovo |
Teresa y Bobby |
Inerior del Templo de Sava |
El Parlamente de Belgrado aún alberga del cartel de Federación Serbia, perteneciente a la Federación de Repúblicas Socialistas Yugoslavas. Y Teresa parece muy pequeña para tanto edificio. |
Se acaba Vrbac, pero mi espera para conseguir alguien que me lleve parece eterna. |
Al fin entro en Rumanía |
Conclusión: LADA NIVA es idioma internacional.
ResponderEliminarQue grande eres!!!!
Sigue adelante!!!!
Tito Fer
Jo, a Tito Fer no hay quien le gane a publicar el primer comentario. De momento, imposible!!! Ya pueden ser las 8 de la mañana o las 3 de la tarde... ahí está él, atento al momento en que asoma un nuevo post ;-)).
ResponderEliminarBueno, decirte que cada día disfruto más leyendo el blog. Hoy está especialmente bien escrito. También me ha gustado lo que cuentas de la experiencia CS en familia. Igual un día de estos hasta nos podemos reciclar al CS!!! Je, je.
Disfruta de la granja y, si puedes, de los flanes de calostros. Yo, los de la abuela Nati los recuerdo especialmente ricos.
Unos cuantos besos,
Mamá
Eyy Bohua soy Tano, me he puesto a leer el blog hace un par de días y me lo he comido del tirón desde que empezaste en Dubrotnik, estoy de exámenes y cada descansito, en vez de hacer cualquier cosa, que mejor que leerse unos posts y recorrer un poco los balcanes, lo he intentado dosificar pero me ha sido imposible, no estaba más engachado desde los Pilares de la tierra!! Que sepas que me parece alucinante la experiencia que estás viviendo, escribes genial , es como viajar contigo pero desde tu punto de vista que creo que es aún mejor, sigue así y mucho ánimo, esperaré ansioso desde Madrid los siguientes posts.
ResponderEliminarBesos y abrazos, ERES UN GRANDE!!
tuuuu, melooooonsete! ya esta todo preparado, en pocas semanas me enseñas todas esas cositas que estas viendo y aprendiendo, que va a ser genial! me ha encantado estas ultimas semanas viajar por todos estos lugares, algunos dálmatas y otros no tanto, pero ahora toca lo bueno melón! rumania&ucrania :)
ResponderEliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=0gC7bmIDQjY