El martes, el día siguiente de llegar a Bulgăruş me levanto tarde. Sin prisas. La verdad es que ese pueblo no merece otra cosa. A mis preguntas de “puedo hacer algo” las respuestas son “simplemente siéntate y relájate”. Así que eso es lo que hago. Adrian y Riana dejaron la ciudad hace un año y algo para irse al pueblo. Trabajan como IT (informáticos), por lo que pueden hacerlo desde cualquier sitio con internet. Se fueron al pueblo de la madre de Adrian. Allí compraron una granja. La abuela de Adrian vive cerca de ellos, igual que sus tíos, y el pueblo tampoco está tan lejos de Timisoara. Solamente a 40km. Es un contraste grande ver como en una granja, en uno de los cuartos, tienen todo tipo de pantallas, ordenadores portátiles, no portátiles, tabletPCs, móviles, ordenadores a medio construir… Tienen la granja con animales y huerto como hobby. El trabajo no les quita mucho tiempo para poder mantenerla, y ahora viven la vida tranquila “Quiet life”.
Desayunando un pastel echo por la tía de Adrian y leche ordeñada de la cabra nos dedicamos a parlotear. Por la tarde bajaremos a Timisoara, después de una maravillosa siesta. Ellos también practican este deporte. Yo intento leer, y escribir, y todo lo que se me ocurre, pero los poderes de la siesta me corrompen, nos corrompen, y nos quedamos dormidos hasta las 17.00. Bajaremos a Timisoara. Ellos tienen recados que hacer lejos del pueblo, y así yo puedo ver la ciudad. Riana conduce, y Adrian es el copiloto. Y, además, un copiloto aplicado. Tienen un Renault Clio con el volante a la derecha. Al estilo inglés. Dicen que salía mucho más barato, ya que allí nadie los quiere. Pero tienen que conducir en equipo. Adrian le indica cuando puede adelantar. Con ese coche Riana no tiene visibilidad suficiente. Adrian solamente conduce la moto. Suelen ir a encuentros, y este verano tal vez vayan a uno en Faro, Portugal, pasando por España.
Al llegar a Timisoara me sueltan por ahí para que me dé un rulo por la ciudad. Parece descuidada y melancólica. Un estilo a Lisboa, pero con un estilo a Praga. Es una ciudad bella, de colores, de cuento. Con muchas tonalidades del Imperio Austrohúngaro, y también Otomano. Al entrar a una tienda de bocadillos para paliar el hambre que me acecha pregunto “do you speak english?”. A lo que la camarera me responde “why should I speak english in my own country?”. A lo que me quedo perplejo y doy un paso atrás, para irme. No me ha caído bien. Lo que me sale, pero me contengo es “Pues para que yo te compre un bocadillo y tú ganes dinero, y podamos comunicarnos en un idioma común, JAPUTA!” Pero bueno, al final me pude el hambre, y la petarda esta al final me da un bocadillo. Respeto el hecho de que haya que intentar meterse en la cultura de un país o de una región. Respeto la situación de aglomeración de turistas que no hacen más que pedir todo en inglés, y que estén algo hartos. Pero es la única manera que yo tenía de comunicarme con ella, en inglés. En fin, que podría ponerse un ratito en una tienda de bocadillos en la Puerta del Sol…
La ciudad está en penumbra, atardece poco a poco y las calles estrechas no dejan luz para nada más. Los edificios, en una gran mayoría de color arena, acogen un bonito color al atardecer. Cada uno pintado de diferente color al de al lado. Necesito algo más que el bocadillo, y me compro un yogur y una cerveza. La señora dependienta me hace entender en rumano que “extraña mezcla voy a hacer”. Me siento en el parque que se encuentra justo enfrente de la Katedrala. Un parque que la une por medio de una gran avenida con árboles y flores con el Teatro Nacional. Me siento a contemplar a la gente. Un grupo de cinco o seis niños juegan a todo y a nada. A correr sin sentido y sin rumbos. Uno de ellos tiene un coche a pedales, pero los demás disfrutan corriendo delante y detrás de él. Cuando pasan me miran y se descojonan.
Las palomas no vuelan ahuyentadas
No hay gritos agudos en la ciudad
Se esfumaron los payasos locos
y emigraron los trabalenguas ya
Ya no veo coches de juguete
Ni llantos, ni risas en el mar
No encuentro rayuelas pintadas
y la ilusión marchó a otro lugar
Los columpios ahora los mece el viento
Las piscinas estancadas con verdor
Ahora los helados son grises
y los chiches se mascan sin sabor
Las princesas y los magos sienten
que no se les hace honor
Que ahora solo yacen en recuerdos
en un mundo sin niños, sin color
Después de ir a la Katedrala, asistir a una pequeña reunión de CS y conocer a gente bastante interesante, volvemos a la granja para dormir. Las estrellas se ven con claridad, cosa que añoraba desde hace días. Hemos conocido a un couchsurfer que ha vivido en África durante cinco meses, donde se ha construido su propia casa y allí la tiene. Solamente tiene 20 años. Otro que se ha casado y ha tenido una niña con una chica que se hospedó en su casa. Conversaciones sobre rumanos en España, con Romeo y su mujer, que tienen una hija y son también CS. Mucha densidad de viajes e ideas en solamente dos horas. Gente entrañable. Algunos subidos por sus experiencias, otros muy llanos y modestos. De todos se aprende.
El miércoles no salgo de la granja en todo el día. Leo, medito, converso y juego con perros y gatos. Es día de no hacer nada. El sitio invita a no hacer nada. Solamente a última hora de la tarde Adrian y yo damos una vuelta. Me cuenta que el pueblo fue pequeña colonia de húngaros y luego de alemanes. Allí había tierras suficientes para enviar a colonizar, cada imperio a los suyos. Existe un cementerio alemán, de hecho. Ahora a mitad de las casas están abandonadas. Cuando la caída del muro, y la revolución rumana, la mayoría de los alemanes volvieron a su tierra madre. Ahora todo está funcionando menos. Las tierras, el ganado… Pero eso hace que se lleve un estilo de vida totalmente relajado en este pueblo. No es demasiado pronto, y nos vamos a la cama después de ver un ratito el eclipse.
El jueves me espera un día de autostop. Cojo el primer coche a la salida de Bulgăruş. El conductor ha estado trabajando en España durante siete años. Se volvió hace tres. Me dice que por qué he dejado mi trabajo. Que qué hago allí. Que si estoy loco. Le dijo que he ahorrado para viajar y conocer, y me pregunta que qué pretendo conocer en esa tierra vacía. Le respondo que conocer a la gente. Me dice que la gente de allí se va porque no hay nada, y me repite que estoy loco. Que si pretendo que me lleve alguien hasta Cluj-Napoca en autostop gratis estoy loco. Qué si la gasolina a él no le cuesta dinero. Le digo que yo no le estoy pidiendo que me lleve a Cluj. Solamente quiero que me lleve a un destino común, al que va a ir del mismo modo, vaya o no vaya yo. Dice que me lleva a Cluj por 50€. Le digo que no me lo puedo permitir, y me responde que no me va a llevar gratis. Le vuelvo a decir que no quiero que me lleve, que solamente quiero que me lleve al cruce. Dice que estoy loco. En el cruce un camión me cogerá hasta Timisoara y me dejará justamente al lado de donde tengo que plantarme para coger un “algo” a Cluj-Napoca. 10 minutos y todo está resuelto. Un hombre me lleva hasta Cluj del tirón. No habla inglés. Yo entiendo algo de rumano. Algo nos entendemos, pero el sueño, sin conversación, me aprieta, así que hecho una cabezada por aquí y otra por allá. El viaje es largo. Aquí Chauchescu no construyó autopistas para que no le invadieran rápido, y ahora no hay dinero para hacerlas. Así que todo son carreteras locales. Una de ellas, de 100km, entera en obras. El trayecto Timisoara a Cluj-Napoca han sido 7 horas.
Alin, un amigo de Adrian, me ha dejado su piso. Él se ha ido a casa de alguien a vivir durante el fin de semana. El jueves, justo cuando llego, empieza el IRAFest (International Romani Art Festival). Conciertillos, gentecilla, conversaciones y garitos. Tampoco aguantamos mucho. El trayecto me ha cansado. Pero tengo todo el fin de semana para ir una y otra vez. Veremos a ver como se tercia esta ciudad, pero se la ve con vida. Todavía no he catado el aspecto cultural. Veremos a ver.
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Simpático gato contorsionista. En blanco y negro |
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Jardín de la casa de Adrian y Riana |
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El enanito de Isa, haciendo amigos. Asterix es un bebedor empedernido |
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Katedrala Sarbeasca - Timisoara |
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Con esta catedral no hay huevos a hacer una mala foto |
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Catedrala Metropolitana junto al monumento de los caídos - Timisoara |
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CS meeting |
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Ruffy. Difícil al principio. Entrañable al final |
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No es ningún truco. El gato debía haber abierto los ojos por primera vez hace 5 minutos. Era más pequeño que mi mano |
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Atardecer en Bulgarus |
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Ciao ciao, Bulgarus |