Tras un rato, subo al tren, que me espera en el andén 1. Encuentro mi cama que, una vez más, se encuentra en lo alto, con su correspondiente trajín para subir y bajar y no molestar. Cuando estaba en Donetsk, Nasia me dijo que eran mejor las camas de arriba. Yo le dije que yo prefería las de abajo, porque a la hora de subir y bajar es menos jaleo y no tienes que estar pensando en no pisarle la cabeza o un brazo a nadie. O darle una patada desafortunada. Nasia asintió, y me dijo que si pensaba tanto en los demás, que sí, que eran mejor las de abajo. Pero si uno pensaba en su propia comodidad, eran mejor las de arriba.
El tren sale puntual, con la exactitud de un reloj suizo (o ruso). La gente viene y va por el pasillo. Familias enteras con todos sus enseres, individuos individuales que se van de Volgogrado, parejas acompañadas por los padres de una o del otro. Viajo en vagón "plaskart", que no son los "kupé". El mío es del tipo diáfano. Sin puertas entre literas. 50 personas oliendo, roncando, comiendo y eructando al unísono. Si uno entra al vagón y lo enfila a lo largo, a un lado hay literas colocadas a lo largo, paralelas al vagón. Al otro lado hay literas en perpendicular al vagón. Si en el lado derecho existen dos literas paralelas al vagón, en el lado izquierdo hay cuatro literas perpendiculares al vagón. Estas seis forman un semihabitáculo separado por una semi-pared que las semi-separa de las siguientes seis. Yo estoy en uno cubículo de cuatro de los de la izquierda por así decirlo. Conmigo una pareja en las dos literas de abajo, y un chaval que viaja solo en la litera de arriba. Y en un tren de estas características surgen dudas sobre comportamiento, formas y tiempos en los que hacer las diferentes cosas.
--- Inciso. Ahora mismo estoy escribiendo esto en un vagón parado durante más de una hora cerca de la ciudad de Perm, en dirección Ekaterimburgo desde Moscú. Un tren parado no tiene aire acondicionado. Los hongos y demás seres se nutren de la humedad palpable en el ambiente y creo que se está empezando a formar aquí un microclima caribeño, tropical… Llevo 22 horas en este tren. Es más llevadero de lo que yo pensaba. ---
Volviendo al tema de las dudas. Cuando te montas un tren en Volgogrado a las 17.45, como en cualquier tren cama que se tercie, lo normal es sentarse en las camas de abajo mientras no sea la hora de dormir. Bien. Protocolariamente, їcuál es la hora de preparar la cama propia para subirse arriba? їAlguien te avisa, te dice o te aconseja algo? El grupo de cuatro camas (dos abajo y dos arriba) tiene un mesa compartida para los cuatro. Los de arriba deben esperar a que se despierten los de debajo de la siesta o la aventura soñadora que corresponda para poder bajar abajo y sentarse en la cama ajena, ahora asiento, para comer. Aquí el hambre no te entra. Aquí, en estos trenes, tienes que buscar tú el hambre cuando hay un hueco disponible. Si ves que el que está sentado al lado de la mesa, sobre su cama, no hace nada, le haces el gesto de comer. O empiezas a poner tomates encima de la mesa y se da por aludido. їAlgún revisor habla inglés? La respuesta es un rotundo NO. Las pertenencias, para los que tienen cama abajo, van guardadas debajo de su propia cama. Para los de las camas de arriba, tienen una especie de maletero encima de la cama. Hay que prepararse para por la noche, no vayas a necesitar algo de la mochila que has dejado en el maletero, que está justamente encima de ti, y a la cual es muy difícil llegar desde justo debajo. Todo esto y mucho más sucede en un tren desde Volgogrado hasta Moscú, en 20 horas, en lo que de momento era el tren más largo que yo había tomado de momento.
Escribir en un tren supone no tener internet, por lo que no voy a ser capaz de poner nombres en ruso, ni tan siquiera acordarme de la mitad de las palabras que he aprendido sin poder mirarlas. Para colmo, he tirado mi mapa junto a dos melocotones pochos, por lo que tampoco tengo ubicaciones exactas. Al llegar a Moscú el martes ya sé que Daria no va a poder ir a buscarme a la estación, por lo que dejaré mi macuto en la consigna y me dispondré a pasear largo y tendido por la ciudad hasta que salga de trabajar. Son las 14.00 y me dispongo a ir al centro sin un mísero mapa de la ciudad. He leído que tienen intención de poner puntos de información para turistas. Si, en la capital de Rusia, una ciudad de 10, 15, 17 ó 20 millones de habitantes, depende de con quien hables, no tienen puntos de información. O vienes con los deberes ya hechos, o te toca improvisar. Pero mis padres me han preparado bien para esta excursión, y tengo una guía del transiberiano bastante golosa. Sin saber dónde están el sur y el norte me voy al centro.
Me bajo en la estación de Teatralnaya. Sigo sin saber dónde están ni el sur ni el norte, pero leo ruso a la perfección. Ese curso de iniciación que tuvimos Zelia, Ana y yo en Kiev sigue su camino. Estoy en nivel tres de lectura. Lo único que falla es el aprendizaje de recursos orales, porque al estar prácticamente todo el rato acompañado de gente, no desarrollas como es debido el parlotiski en russki. --- Creo que la niña que tengo debajo se está volviendo loca con el calor que hace aquí dentro. Y con sus canciones y vociferios nos está volviendo a todos tarumbas. Nadie más emite sonidos aquí, más que resoplidos y bostezos ---. El martes en Rusia fue un paseo. Si llegué a las 14.00 a la estación, a las 14.45 ya estaba en la Plaza Roja, que nada tiene que ver con los comunistas. Los edificios rojos que en ella hay se construyeron mucho antes. Tanto el muro del Kremlin como el actual Museo de Historia son muy anteriores a la Revolución Bolchevique. La plaza se construyó pensando en un mercado enorme, para poder así dar cabida a todos los productos tanto europeos como asiáticos que se mezclaban en Moscú y partían de un lado para otro. Tras sortear varias fotografías de parejas e individuos, pasar por delante del cerrado mausoleo a Lenin, que contiene el cadáver visible en su interior, y apreciar la Catedral de San Basilio, me siento en un césped a fumarme un cigarro y considerar los planes venideros.
Tras comer en un parque, me dirijo a la estación donde he dejado las cosas. A mi manera. Andando para verlo todo. Es difícil encontrar supermercados para comprar. Es cierto que Moscú es una ciudad cara. De ello me doy cuenta al entrar en una tienda a comprar un zumo, nestea o algo similar. La graciosa tendera me dice el precio. Yo le digo que me lo escriba, pero ella empieza con los dedos: "one, two, three, four, five, six, seven, eight, nine… NINETY". Así que ahí van los NINETY rublos para ella. Después de recoger las cosas de la estación he quedado con Daria en el Parque Pobelny (Parque de la Victoria). Está en un alto más o menos fuera de la ciudad. Al ser Moscú bastante llana, se ve una gran parte de la ciudad desde este parque. El parque representa la victoria sobre Napoleón. La verdad es que es su 2 de Mayo, pero aquí es más grande. Los amigos de Daria traen vino tinto, rosado y blanco. Esto, más que un contacto con Moscú, parece una degustación en una vinacoteca, pero no está mal. Después vienen las cervezas. Todo en el parque. La verdad es que hace una tarde-noche buenísima, aunque en algún momento ha debido de llover porque el césped está mojado.
El miércoles me levanto con Daria y nos vamos de casa a las 9.20. Mi plan es ir a comprar libros. En el trayecto de Volgogrado a Moscú he terminado The Backpacker’s Father (El padre de la mochilera) y El Lazarillo de Tormes no da para mucho, la verdad. Me voy a una librería que me ha recomendado Daria. En realidad voy a una calle, en la que el viernes me daré cuenta de que existe una librería mucho mayor. La elección es "Crimen y Castigo", de Dostoyevski y "Resurrección", de Tolstoi. Dos libros densos y de autores rusos, para entrar en contacto. Aunque estoy seguro de que voy a dejar Rusia sin haber terminado ni siquiera "Resurrección", que es por el que he empezado. Tras estar una hora y media en la librería decidiendo qué libros adquirir (menos mal que no he ido a la librería grande) me dispongo a dar una vuelta. Por la ciudad. Sin rumbo. Quiero pasear por esas avenidas enormes de 5, 7 ó 9 carriles en cada sentido. Quiero perderme y volver a encontrarme con Moscú. Ando de aquí para allá con mapa y sin destino fijo. Y tras una mañana de eterno paseo y deambulación zombie por Moscú, quedo con Natalia, una chica que me cuenta historietas, con la que me tomo una cerveza, con la que paso por un laguito en un parque en el que se ha rodado cierta película, con la que voy a otro parque donde practican funambulismo entre dos árboles… una tarde amenizada por una guía improvisada. A las 7.30 abandonamos el centro, cada uno a nuestro destino. Yo a casa de Daria. Allí preparamos una cena a base de verduras cortas con kéfir. El kéfir es como yogur, y las verduras son, pues como verduras. Y todo junto está muy bueno y muy refrescante en una noche bochornosa en la que el calor y la humedad aprietan. Los amigos de Daria han venido a cenar, y el vino nos acompaña de nuevo. Todo lo juntamos con conversación y música balcánica que introduzco. Es bien apreciada, y en ocasiones aplaudida.
El jueves voy a la universidad. Es un edificio imponente ante el cual uno tiene la seguridad de encontrarse con el conocimiento. En realidad, edificio estalinista de los años cincuenta. Al estilo estalinista del Hotel Hilton, del Ministerio de Asuntos Exteriores… Cerca de la universidad se encuentran las instalaciones de ski para salto de longitud. A tan solo siete paradas de metro del centro de la ciudad. Eso sí que me choca. Al llegar al metro de la universidad me decido a comprar algo un mercado. Paso por un kebab y su aroma me corrompe y me seduce. Hago caso a la palabra "sharma". La chica me dice el precio. Le pregunto que si habla inglés. Ella me pregunta que si hablo español. Sorprendido, empiezo a hablar español, y ella habla de maravilla. Me dice que tuvo un novio español. Con mi kebab y habiendo hablado en español, el cual no practicaba desde hace un tiempo, me dirijo a la estación de metro para comprar mi billete de tren que me llevará de Moscú a Ekaterimburgo el viernes. Es increíble como gente que no habla inglés me está ayudando a comprar los billetes. Después he quedado con Daria y con un chico de San Francisco que viene de San Petersburgo (y que seguro que ha visto la Catedral de SAN Basilio).
El viernes fui a dejar las cosas en la consigna de la estación, porque mi tren no salía hasta las 16.20. Me di un rulo con el chico de San Francisco por la ciudad. Hice mis recados. Compré comida para el tren, vimos la parte de la ciudad que no había visto todavía, fuimos a la librería enorme para que él comprara libros. Yo me resistí a ir a la sección en español, que aquí sí que había, para no cargar con más. Claro, que los libros de Dostoyevsky y Tolstoi son en inglés. Y a las 16.20 del viernes cogí mi tren hacia Ekaterimburgo. Ahora sí, el tren más largo que he cogido.
Todavía no he llegado. Debo estar a 6 horas del destino. Pero, їqué son seis horas sobre treinta? Jajaja. Ya me voy haciendo. He empezado por el libro de Tolstoi y estoy maravillado. He conseguido compaginar la cena con la de los demás sin sentirme extraño. Un señor me ha preguntado si soy español. Aquí todo el mundo debe hacer apuestas sobre la nacionalidad de "el del macuto". El otro día en Donetsk me dijo Nasia que los de atrás estaban hablando sobre si yo era americano o italiano. No sé cuál elegir. He vuelto a dormir doce horazas en el tren. De 21.30 a 9.30. Llevo como dos horas escribiendo esto, y se me está recalentando la entrepierna por tener el portátil encima. Voy a ver si sigo con Tolstoi, y a ver cuando llego a Ekaterimburgo, al borde de los Urales, frontera física entre Europa y Asia. Primera vez en Asia.
La estacion de Moscu me recibe, calurosa al igual que la de Volgogrado. Todo es grande y lioso en una ciudad de unos cuantos millones de habitantes. |
La Plaza Roja de Moscu no tiene su significado en la revolucion, sino en el color de sus edificios. descomunal, te rodea y te da paz, aun estando llena de gente. |
Como no hacerle una foto a la Catedral de San Basilio - Moscu |
Aqui, tanto McDonalds como Starbucks, se escribe en cirilico - Moscu |
Con Dasha, tocandole las pistolas a este famoso guerrero de una estacion de metro, que por lo visto da buena suerte - Moscu |
Catedrales y rascacielos - Moscu |
Universitet - Moscu |
Isa, tu enanito tiene un par de asignaturas para septiembre, asi que me lo he llevado a la Uni para que se aplique un poquito - Moscu |
Con diez carriles por banda, viento en popa, a toda vela. Avenida de 20 carriles en total. LOCURA - Moscu |
Puente cerca de la Estacion de Kievskaya - Moscu |
Ministerio de asuntos exteriores. como la universidad, el hotel Hilton y otros mas, emblemas de la epoca stalinista - Moscu |
Baka, Moscu! |
Agua fresca y todo lo que se pueda es lo que hace falta en un tren de 30 horas - En Perm, a medio camino entre Moscu y Ekaterimburgo |
Llevaba un tiempo desconectada y me estoy poniendo al día con tus aventuras, la mejor lectura para un martes por la mañana! Me alegro de que sigas bien, contando cosas tan interesantes y subiendo fotos tan chulas. Muchos, muchos, muchos besos desde Ammán!!
ResponderEliminarOlivia
MAMMMA MIA!!!
ResponderEliminarDejamos de leer unos cuantos días tus historietas y de pronto pasamos de que estabas poniendo un pie en Rusia a estar pegadito a los Urales, con el otro pie casi en Asia. Guau!!!Otros 3.000 kilómetrós a la mochila!!!
Yo, para ir entrando en ambientarme hasta que llegaran noticias tuyas, la semana pasada me ví de nuevo Doctor Zhivago, ya sabes Moscú, la casita de campo en Varykino, al pie de Urales, muchas escenas de tren, mucha nieve y paisajes de Soria donde rondaron alguna que otra escena (casi ná!). Y también vi en la tele “Españoles en Moscú”, o algo así, je, je, je... Esto si que tiene gracia!!
Bueno, a ver qué tal acaba el trayecto en ese vagón de tren-cama diáfano tipo tetris (con camas arriba, camas abajo, en paralelo, en perpendicular... ¿en vertical?, ¿en horizontal?) y ánimo con la literatura rusa. Una buena elección.
Muchos, muchos besos.
Mamá
Más vale tarde que nunca, así que allá voy: feliz viaje por Asia, ahora que saltas de continente (¡30 horas de tren! ¿Se puede fumar?); por curiosidad ¿estás haciendo la ruta del transiberiano? Supongo que sí. Una anécdota: el Garmin dice que llevas unos 15.000 kilómetros en línea recta, así que serán unos pocos más.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bueno bueno....., a ver si me voy poniendo al dia......, tengo que leer todas tus aventuras de julio......poco a poco me ire actualizando
ResponderEliminarNosotros ya regresamos a la rutina (dura) diaria. (Gema todavía está de vacaciones hasta el lunes 1)
Muchas fotos, por favor, de esos trenes!!!!
Sigue adelante!!! GRANDE!!!
cuando vuelvas nadie te entenderá y todxs entenderemos que solo tú, sabrás lo que has vivido... yo ya lo noto... y es maravilloso...
ResponderEliminar;)
Me encanta esa sensación.
vuela!
Ojo con dónde te pones el portátil, que en un futuro querremos tener muchos bohuitas correteando por el mundo! Jeje, un besito muy grande patatita! Cuídate mucho!
ResponderEliminarClaud