Buenos días, amigos de los desconocido. Me encuentro en Volgogrado, a unas cuatro horas de dejar la ciudad para emigrar a Moscú. Llegué el viernes por la tarde, después de un largo viaje desde Donetsk. Allí dejé a la madre y a la abuela. La abuela con lágrimas en los ojos que nunca voy a poder olvidar. Llegué al centro, para quedar con Nasia, y luego coger un autobús hacia otra estación que no era la de Donetsk, pero que era en la única que quedaban billetes, que ya habíamos comprado por la mañana. Comprado tras unos tres o cuatro intentos de sacar dinero en tres o cuatro cajeros y que no me funcionara ninguna de las dos tarjetas. Pero al final, todo en su sitio.
El tren nocturno desde Donetsk hasta Volgogrado lo cogí en una estación que aún tenía el nombre de la era soviética, como muchas estaciones de aquí. Pregunté cuando iba en el autobús si la estación que veía por la ventanilla era la misma que la que estaba yo señalando en mi billete. “Da, da, da”, y salí corriendo, a contracorriente, de un autobús-furgoneta. La estación era enorme para estar a una hora de Donetsk. Allí estaría cuatro horas y algo antes. A las 21.30 de la noche, y el tren salía a las 02.16. Era el último autobús hacia esa estación y allí viví momentos de comprar un mechero sin papa de decir mechero en ruso y la señora sin saber lo que es el gesto de fumar. Un señor con mucha barba, en silla de ruedas, y con pinta de llevar viviendo en la estación durante unos cuantos meses me hablaba. Nos entendíamos de manera extraña. Él me pedía tabaco, yo le decía que era de liar. Él lo aceptaba, y me regalaba una caja de cerillas en compensación. Después de 20 minutos hablando entendí que las cerillas son mejores para cuando hace frío, porque puedes tirarlas dentro de la hoguera para no quemarte. Para todo esto sacó incluso el teléfono móvil para escribir unos números y hacerme entender que se refería a “por la noche”.
El tren llegó puntual, a la 1.56, para salir 20 minutos más tarde. Nada más entrar me hice la cama con el máximo silencio posible y me dormí vestido. A ver cuando me toca un tren nocturno en el que me toque cama de abajo, porque la de arriba de verdad que me mata. Este tren era diferente al de Ana y Zelia. Este no era “Kupé”, que es el chachi de 4 camas por cabina. Este ya es transiberiánico. Este era de 50 camas por vagón todas al libre albedrío con un montón de jaleo por todos lados. Ronquidos, pies, comida, bebida y jaleos varios. Yo decidí dormirme y me desperté en la frontera. Mi dijeron que me tenía que bajar a las camas de abajo para que me viesen la cara. Aquí no hacen falta cambios de ruedas. Ucranianos y rusos se entienden hasta en las ruedas. Uno pasaba por allí vestido de miliar. Me preguntó algo, “narcotic”. Le dije que no, y me cogió el pasaporte de la mano. Me lo devolvió y el compañero dijo “viva la España”. Después de un rato llegamos al borde ruso. Allí se subieron dos mujeres fronterizas que me pidieron el pasaporte y el documento de inmigración. Cuando me dieron el visto bueno, después de estudiarme la cara durante un buen rato, me sellaron el pasaporte en naranja fosforito y por fin pude entrar a Rusia!
La señora de abajo viaja con su hijo. Después de mucho rato dormitando, leyendo, volviendo a dormitar, decido darme una vuelta. Cuando vuelvo de fumarme un cigarro, me dice que me siente abajo. Le digo que no entiendo ruso, y un chaval de la cama de enfrente me dice algo en escueto inglés. Nos comunicamos algo. La señora me dice que coma, pero yo la verdad es que no tengo hambre. Solamente tengo sed, pero tengo agua. La “azafata de tren” viene de repente un domino. La madre me señala el dominó, y no me niego. Me pongo a jugar con Davide, el hijo de la señora. Y luego viene el chaval que parloteo inglés. Se une al dominó. Todo acaba en una apasionante paliza “spanski 5 o 6 ganadas – russki 1 o 2 cada uno”. Según dice Sergei, el que habla inglés a ratos, “spanski fucking master”. Tras cigarros y alguna conversación extraña, llegamos a Volgogrado.
El teléfono de Sergei (el de Couchsurfing, no el del tren) no me funciona, así que busco un internet café para ver si lo tengo mal. Todo está bien. Lo intento otra vez y todo funciona. Me dice que le pase con alguien del bar para que sepa dónde estoy, y finalmente me viene a buscar en coche. Vamos hacia su casa comprando unas cervezas de camino. Y me dice que al día siguiente va a ir de pesca, que si me uno. Vamos a ver, que creo que yo no me había ido de pesca en mi puta vida y de repente me lanzo al pantano y le digo que sí. A continuación sigue la explicación de que nos vamos a levantar a las 3.00am, porque el pantano está a 130km y la mejor hora para pescar son las 5.00am. Está la cosa que ya casi que no me puedo echar para atrás así que me decido a hacerlo, y ya veré Volgogrado. Después de unas cervezas en casa (esto era el viernes), nos dormimos y me despierta como 3 horas después. Está todo preparado, así que carretera y manta. La forma de conducir es de locos. Pero ya me estoy acostumbrando.
Los pantanos estos son como las marismas de Doñana, pero algo más feas. Aunque la fauna es abundante y el Sol todavía no ha despuntado cuando llegamos. Nos espera un amanecer espectacular que me como enterito de cara, ya que es mi sitio de captura. Al principio, ni puñetera idea de cómo hacer nada. Y me desespera un poco el hecho de no hacer nada y no ver nada. Pasadas dos horas, en mi lado del pantano no pasa ni el aire y el sol, a las 7 de la mañana, ya aprieta. Va a parecer algo desesperado, pero a las 3 horas de estar allí le pregunto que cual es el plan. Me dice que quiere estar allí hasta que anochezca. Por lo tanto, tanto tiempo para pensar y meditar no lo puedo expresar todo aquí. Haré, entonces, un resumen separado por puntos y comas en el que se narran acontecimientos dispersos de la jornada de pesca. Pescando con maíz, que piensas, “maíz pa tu padre”, pero no, al final pica; dos cañas para cada uno, que digo yo, Sergei, si no he pescado en mi vida, que hago yo con dos cañas, si yo las únicas cañas que me alegro de ver son las de cerveza; un sol que apretaba como cadenas en la cabeza; Sergei motivado pescando y en mi lado no aparecía ni un mosquito; bien, su lado era el bueno, porque cuando cambiamos de lado él se aburrió como una ostra y a mí se me pasó el tiempo rápido hasta medio día; volví a preguntar y el plan no cambiaba: todo el día ahí; yo ya le dije que después de una noche durmiendo tres horas en un tren y dos horas que había dormido en casa sumaban cinco. Y que si tres y dos son cinco, porque yo ya con ese calor no podía ni sumar, cinco eran pocas horas de dormir para que el Lorenzo nos estuviera jodiendo de esa manera. Le dije que me iba a tumbar en el coche, así que eché una siestecita de una hora, me levanté, eché el anzuelo y picaron unas dos o tres veces más. Sergei, al no ver mucha captura en el lado malo, decidió que nos pirábamos. Unos 20 pescados que son carpas crucián. De vuelta nos damos cuenta de que nos hemos torrao. Vamos colorados y cansados de camino a casa, cuando un paso a nivel de un tren nos hace esperar. Me dice Sergei que con la calma, que podemos estar esperando una hora. Pasa un tren, luego pasa otro desde el otro lado. Luego pasa otro desde el lado del primero. Solamente hemos estado esperando unos 20 minutos, porque ha coincidido que los trenes estaban todos juntos esperando.
Al llegar a casa, entre cansados y tostados, nos bebemos unas cervezas, nos entra la tontería, y tras unas canciones rusas amenizadas con guitarra por Sergei, nos vamos a la cama a las 10. Sergei es un tipo de 49 años. Se casó hace un año con Kristina, que no está aquí, y que tiene una hija, que tampoco está. En su defecto, está Timo, que es el hijo de una amiga de Sergei, que no sé qué hace aquí, porque es majete pero es un poco pesadete. Está con el pavo a sus 13, y el pavo debe pesar unos cuantos kilos.
Ayer domingo me desperté a las 10 después de dormir 10 horazas y Sergei tenía cosas que hacer. Y me bajé a la calle con el chaval y nos fuimos a ver a Мама́ев Курга́н- Mamayev Kurgán. Vamos a ver, esta es la colina mítica que aparece en todas las películas sobre la guerra de Stalingrado, desde la que se ve el Volga. En conmemoración por la victoria del 1943 en Stalingrado, tras tan cruel y sangrienta batalla, se construyó una estatua cuyo nombre traducido significa “La Madre Patria Llama”. Para no daros el tostón aquí, os remito a la más que amiga, hermana, Wikipedia con este link: http://es.wikipedia.org/wiki/Mam%C3%A1yev_Kurg%C3%A1n Más que interesante descubrir que Word pone automáticamente Wikipedia con mayúscula, como nombre propio. En Mamayev Kurgán una chica se me acerca y me pregunta por qué hablo inglés. De dónde soy. A dónde voy. Hablando, hablando, acabamos en el coche de su padre de camino al Museo Panorama, sobre la Batalla de Stalingrado y la Segunda Guerra Mundial. Apasionante museo en el que a cada dos por tres me acuerdo de Yago. He Vasily Zaytzev, el francotirador de la película Enemigo a las Puertas (Jude Law y Ed Harris), que está basada en hechos reales, por lo que se entiende.
Tras el museo, dejar al chaval pesadilla Timo, dejar a la familia rusa que me ha pagado la entrada y ha rechazado mi dinero. Que me ha traducido. Que me ha todo dentro del museo. Para que luego digan que los rusos son gente fresca, me dirijo a quedar con Yulia, una CS que no me ha podido alojar, pero que me mostró interés por quedar conmigo. Me menea de acá para allá en coche. Vamos al puente del Volga, el cual una vez, por motivos desconocidos, sin terremoto ni nada, se empezó a menear ocurriéndole esto: http://www.youtube.com/watch?v=n0Pd3ncCUcg . Si es un montaje, está bien hecho, pero hay varios videos al respecto. Tras unas cervezas y varias historias sobre Volgogrado, maneras de vivir y de viajar… Nos despedimos y yo, como de costumbre, tiro andando hacia casa. Una avenida eterna me muestra el camino y, tras una hora, llego. Nada relevante ya que Sergei se va a la cama, y yo mareo un poco con internet y hago lo propio.
Hoy lunes voy a acabar de hacer el macuto y me iré a la estación. Un tren a Moscú me espera. Veremos a ver.
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Mi familia en Donetsk |
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Mi familia en el tren de Donetsk a Volgograd |
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Volgogrado por la noche - Se puede observar gente del ejército desfilando en el patio grande y semi-iluminado. A cierta hora de la noche cantan el himno ruso con cierta timidez |
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Echando el anzuelo |
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Con el anzuelo echado y sin na picando |
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La Madre Patria Llama, y yo ni puñetero caso - Le tuvieron que cambiar la espada, que mide 33 metos, para que pilléis referencias. Antes era de acero, y se les doblaba. |
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Cartel de propaganda de Hitler hacia su inminente derrota en Stalingrado. En el Museo |
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Algo raro. Máscara antigas para caballos |
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Aviones soviéticos en exposición. Parecía un mercado de segunda mano. No cabían más |
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Plaza Lenin |
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Alguna foto si que me hago, pero pocas. Bueno, esta me la han hecho |
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Estación de tren |
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