martes, 17 de abril de 2012

Calcuta (Kolkata): Bienvenidos



No sé si Miguel Ríos estuvo de gira por aquí, pero cuando aterricé fue esa la canción que se me vino a la cabeza. "Bienvenidos". Solamente unas horas aquí ya me hacen pensar que lo que tengo que hacer en India es mucho, y a lo que me tengo que enfrentar no va a ser poco. Tras una salida puntual de Bangkok he llegado la capital bengalí con una porción de miedo y otra de exaltación. La noche en Bangkok no ha sido de lo más llevadera. Llamémoslo nervios. Desde hace muchos días, semanas, estaba esperando la llegada de este día. Nada se podía comparar a la ilusión y deseo con los que esperaba aterrizar en este lugar. Pese a todas aquellas historias de conocidos y desconocidos que ya han visitado India, tenía ganas de vivirlo por mi mismo. Y digo “pese”, porque lo primero que cuenta la gente sobre India es que es un país duro de pelar. Con unas gentes duras de pelar. Con una suciedad dura de limpiar. Con unos olores duros de paliar. Con una pobreza dura de esquivar. Eso lo tendré que ver por mi mismo, me decía cada vez. Y no ha hecho mucha más falta que un día merodeando por los alrededores del sitio donde he encontrado una habitación para darme cuenta de que India no es nada de lo que haya visto antes.

La llegada al aeropuerto ha sido rutinaria y sin problemas. Control de pasaportes, recogida de equipajes y todo eso. Al leer los letreros en el interior del aeropuerto ya me he dado cuenta de que India es India, anclada al pasado con tintes de presente. Esos letreros que no tienen color. Que son una lámina de plástico translúcido iluminada con un flexo por detrás. Nada que ver con el aeropuerto de Bangkok, donde todo son LCD y letreros luminosos a todo color. Oh, no! Aquí no! Me esperaba un batallón de taxistas indios en el exterior, agolpándose sobre mí al verme salir, y la verdad es que me he llevado un poco de desilusión al ver que nadie me hacía caso. Como el que va al aeropuerto de vuelta a casa esperando que le vengan a recoger decenas de amigos y familiares y no encuentra más que el viejo amigo: el autobús. Así ha sido. Nadie me ha preguntado nada. Nadie ha hecho el más ligero esfuerzo por preguntarme si quería un taxi, que a dónde iba o que si de dónde era. Ya me ha parecido raro. Me he acerado  una agencia de viajes, porque el punto de información turística estaba cerrado, para preguntar dónde podía coger el autobús a la ciudad. Nadie me ha intentado vender nada. Ni siquiera un tour. Nada. Me han indicado muy bien, he dado las gracias, y me he ido desfilando hacia el autobús. Nadie me ha intentado timar con el precio. Todo ha ido sobre ruedas (lentas) hasta el centro de la ciudad.

Una vez allí todo ha funcionado con normalidad. Los taxis atrapados en los años sesenta, de color amarillo. Ese modelo “Ambassador” es estándar en toda la ciudad. Tal vez en todo el país. La ciudad anclada al pasado deja paso a algún resquicio de novedad en alguno de los carteles de la calle, algún coche que se asoma por alguna esquina sacado del concesionario hace menos de veinte años, o algún hindi vestido a la moda. Pero por lo general todo anhela un poco de plumero y trapo limpio. Bueno, en realidad no. Esto es India y estos son los hindis. Así es como funciona y así es como ellos y ellas funcionan. No se les puede aplicar limpieza en seco porque no te dejarán. Ni falta que les hace. Entre basura y olores nuevos que, aunque desconocidos, no deja de ser conocida su procedencia, me he dirigido a buscarme un sitio para dormir. Stuart Lane era el sitio a encontrar. Tenía alguna referencia de algún conocido a lo largo de este viaje. Muy amable la gente al preguntarles. Muy amable la gente al decirle que no quieres ni gorras, ni gafas de sol, ni entrar en su hotel para ver, ni su comida, ni su taxi, ni qué sé yo. Todo ha ido mucho más llanamente de lo que me esperaba. Mucho más apacible de lo que me lo esperaba. El Hotel María (cada vez que entro por la puerta y leo el nombre me acuerdo de ese padre que llama a su mujer María, aunque todo el mundo la llama Nati) tiene los días contados. No por falta de clientela, si no por falta de equilibrio. La escalera está que como bajes un poco corriendo o subas un poco con prisas, metes el pie hasta el fondo. Hasta me han hecho una foto con una webcam para el registro policial. Esos son los contrastes de India.

No voy a contar cada minuto al detalle, pero el primer día aquí ha sido un poquito de todo para entrar en contacto. Estoy en Calcuta, que tiene cerca de 15 millones de habitantes. Pues de camino con el autobús me he encontrado con una vaca tumbada al lado de un kiosko de bebidas. Por una de las calles aledañas al hotel, una piara de cerdos comiendo en la basura. Mucha gente en la calle. No transeúntes, si no supervivientes por decreto. Olores, sinsabores, gritos, pitidos y humaredas se entremezclan cuando por tu cabeza solamente pasa la idea de tomarte un lassi y algo de comer. Lo he encontrado, en el mismo lugar que he encontrado a un alemán que me ha advertido que Calcuta, para él, es la ciudad de las grandes ciudades Indias que menos caótica es respecto a tráfico, acoso de gente, ruido, pobreza… Eso me alegra. He tenido una idea equivocada al empezar. No es que haya sido menos de lo que esperaba, si no que lo que esperaba está todavía por llegar.

Y sé de unos que cuando lleguen a Delhi se van a llevar un pelotazo cultural, olfativo, auditivo y demás que a lo mejor se vuelven directos a casa. Solamente bromeo. ¿Para qué está viajar si no es para vivir de manera diferente a la que vivimos en casa? ¿Qué sentido tiene venir para ver lo mismo que si te asomas al balcón de casa?

Pues si te asomas al balcón del Hotel María a las 3 de la mañana de un jueves de Abril de 2012 lo que te vas a encontrar es una tormenta del copón. La habitación 23 (Michael Jordan) es lo que tiene: que está en la azotea. Salí a ver lluvia, y a recoger los gayumbos que estaban a la intemperie. Todo el mundo estaba allí, contemplando la fuerza de la madre naturaleza. Me eché un cigarro y me fui a dormir. Qué fuerza!

A la mañana he salido escopetado de Hotel María. Un desayuno donde (primo) Lari, que hace unos lassis de mango que se te va la olla. Qué maravilla. Al principio me parecían caros, pero es que estaba haciendo el cambio en bat tailandeses en vez en rupias. Son como 50céntimos con el cambio bien hecho. Un vasito de caña de lassi de mango que por la mañana, por la tarde o por la noche, o cuando sea, entran de puta madre. Sé de una a la que le van a encantar. Y en marcha!

Calcuta otra vez. Ya he entendido porque toda la gente me mira. Es por el piercing de la nariz. Me lo ha explicado un menda que anda siempre por la calle. Se me ha identificado como Panni Funny Guy. Nombre y apodo todo en uno. Yo le llamo así desde ayer que le conocí. Y el, pues me llama Alberto. Me ha dicho que algunos hindis llevan pendientes, como bien he podido ver en las calles y en las plazas, en los bares y en los bazares. Pero un pendiente en la nariz es cosa de mujeres y de chicas. Culturalmente es así, igual que cuando los pendientes en las orejas eran solamente cosa de mujeres y de chicas en España. Y a más de uno también le ha gustado mi tattoo. De hecho ha habido un menda que me ha agarrado del brazo cuando iba andando por la calle y, mirando el tattoo, me ha dicho: “puedo ver tu tattoo?”. Pues ya que estás con mi brazo entre tus manos y la mirada fija él, pues sí chico, continúa. Otro grupo de estudiantes me ha parado en medio de un paso de cebra en la Avenida Ghandi y me ha empezado a hablar. Yo les decía, “chavales que vienen los coches, que se ha puesto en verde. Vámonos a la acera y lo hablamos ahí”. Pues no. Nos quedamos aquí que se está muy bien al sol, y hablamos aquí de dónde eres, de tus pendientes, de tu tattoo (otra vez) y de dónde somos nosotros, nuestra escuela, y tal y cual… Pues, como era de esperar, coches pitando, pasándonos por un lado y por otro, pero los chavales tan contentos. Cuando me he ido les he dicho hasta luego desde lejos y me he dado cuenta de que éramos como veinte en medio de la calle. En fin, es India. Aquí todo es numeroso. En vez de pararte a hablar con uno, te paras a hablar con veinte.

Barabazar: nada que ver con los mercados del Sudeste Asiático. Los mercados de allá están en la calle. En grandes recintos con pequeños stands. Pero no, aquí no. Aquí os bazares son grandes barrios llenos de tiendas. Gente llevando cosas de un lado para otro. En la cabeza, en bicis-carro, en carros, en niños, en cabras (?), en las manos, en la cadera, en la boca… Donde se pueda. Gente gritando. Cuando estaba andando cerca de Barabazar he visto esa calle pequeñaja que salía de la principal y he dicho “de cabeza!”. Me he metido. La gente me miraba con cara rara. La verdad es que esto es Calcuta. Creía que iba a estar mucho más normalizado el tema del turista, pero la verdad es que tampoco he visto a tanta gente. De hecho es que es temporada baja. Pero de todas formas, las caras raras eran las mismas. Por ahí he andado, entre juguetes de plástico, barreños, contenedores, más cabras, piezas de coche, aceros (me he acordado del chiste. “Patxi, mira, una tienda que dice “Aceros Vascos”. ¿Nos hacemos?”), más aceros… Me parece que he estado en el sector de la metalurgia.

De vuelta a Hotel María (alguien está tirando petardos por aquí en el barrio) otro chaval me ha cogido del brazo para ver el tattoo. Nos hemos contado nuestra vida en verso. El la suya a mí, y yo la mía a él, por supuesto. ¿Cómo le iba a contar yo su vida a él si no tenía ni idea todavía? Pero ahora… Ahora os podría contar su vida entera a vosotros sin ningún problema. De hecho creo que voy a bajar al internet para mandarle un mail y que me resuelva algunos detalles mañana.

Total, que he llegado a Hotel María y me he dado cuenta que el único objetivo fijo que tenía para esta mañana a parte de danzar por la ciudad y tirarme unas fotillos era el de comprar los billetes de tren para mañana y se me ha olvidado por completo. Así que me he bajado a comer y me he vuelto hacia el mismo lugar. Se me ha hecho más corto que la primera vez, la verdad. Me he comprado los tickets, me he encontrado con un menda donde los tickets que también me ha contado su vida en verso, que cuando he salido de la oficina he dicho “me voy a fumar un cigarro tranquilo, que vengo estando saturado ya de vidas de gente”. Que parece que Calcuta es una telenovela para mí. Más que de la gente, estoy harto de hablar de mi vida todo el rato. Porque la vida de la gente es diferente todo el rato, pero la mía no cambia ni un ápice. Creo que voy a improvisar sobre la marcha la próxima vez. Sobre todo con esta gente que no voy a volver a ver en la vida. Que no son mala gente, joder. Que no tienen la culpa de que otro me haya preguntado lo mismo escasos quince minutos antes, pero… “Oye mira, soy Alberto…Sí, de España… Sí, en mi país yo era astronauta… Sí, para la tele me llamaron Pedro Duque, pero era todo una farsa. En realidad era yo… No, desde la MIR no se ve Calcuta… No, tu casa tampoco… Sí, soy hijo único… No estudié nada, antes de ser astronauta no hace falta estudiar… Tengo 95 años, pero es que me conservo muy bien. En España todo el mundo es así. Somos muy mayores pero nos conservamos como en formol…”. Yo que sé, algo así que me dé algo más de alegría contarlo. Que no es que no me guste mi vida, que me encanta, pero me aburre contarla cada día cuatro veces, o cuarenta. Como siempre digo, me voy a hacer unas camisetas de diferentes colores con las respuestas a las preguntas básicas, para así ahorrarme esos 30 minutos de conversación insulsa y entrar directamente en materia: “si te gusta lo que has leído, ¿echamos una cerveza?”. Que por cierto, todavía no he probado la cerveza aquí en India. Me he liado… Iba por que me iba a fumar un cigarro y, eso, que se ha sentado otro a mi lado y “cuál es tu país?”… Pues mira, todavía no me he comprado ninguno, pero en el pasaporte pone que España. Pues cuando ya creía que me iba, me he parado a tirar una fotillo y me ha aparecido otra vez. ¿Pues no que iba al mismo sitio que yo y hemos vuelto juntos? Un placer. Me ha invitado a su casa. Que es un honor para mí, pero luego se ha puesto un poco chulesco con el royo de las faltas de respeto y las culturas “porque tienes que venir con pantalones largos, porque no puedes fumar, no puedes beber, porque si lo haces es una falta de respeto, y en la vida no hay que ser irrespetuoso…” Hostia, que le he dado mi email, pero no sé si voy a ir a su casa, que tengo la agenda bastante apretada entre lo que quiero hacer yo en Calcuta, este, el otro y el de más allá. Y, además, las faltas de respeto ya me las planteo yo y no hace falta que nadie me las cuente. Creo que no es más que uno mismo el que debe decidir qué es una falta de respeto y qué no lo es.

Que luego ya, a última hora que me he bajado a tomar un lassi con Lari, pues me han asaltado dos. Asaltado verbalmente. Pues eso: que si el piercing, que si España, que si tal, pascual… Aquí he picado el anzuelo. Iban a echar un chai, que es el té de aquí, que yo todavía no había probado, y me he enganchado a su propuesta. Resulta ser que te tomas el chai en un vasito de barro muy bonito, que luego lo rompen y lo tiran. Ole! Se lo he preguntado y me ha dicho…Claro, es que luego pueden pasarse enfermedades de uno a otro. Digo, claro, como lo lavan con el agua que pusieron en el barreño el año pasado, pues estarían ahí las enfermedades de uno que la palmó hace tres meses. Que estaba con estos dos mendas y uno que se sentaba a nuestro lado me ha preguntado lo típico y luego me ha hecho una pregunta que me ha gustado más. “¿Te puedo leer la mano?”. Digo, mira que original!!! Toma mi mano, y la otra si me la pides también. Pues bueno, que estábamos fumando y la de la mesa de al lado le ha dicho algo así como “vuestro humo me apesta”. Le he preguntado si era eso y me ha dicho que sí. Así que ido a apagar el cigarro, y el lector de manos me ha dicho “no, no, no”. Ha mirado a la chica y se ha reído. Yo le he mirado a él, serio, y lo he apagado. Que aquí aquel muy respetuoso pero no respeta que vaya en pantalones cortos, y este que se la suda lo que le digan. Que no te digo que vayas preguntando a todo el mundo si le molesta que fumes, que lo podrías intentar al menos cuando te sientas, pero que ya cuando te lo dicen no hagas ni el esfuerzo… Y que encima me digas a mí que no lo apague. Total, que me ha leído la mano: voy a empezar mi relación amorosa seria entre los 25 y los 26. Pues nada, a ir buscando. Que si tengo un o una mejor amiga, no va a durar mucho. Anda y que te pires! Y que voy a casarme a los 33 o 34. Abuelas, no os preocupéis, que me voy a casar! Es broma, no os lo toméis al pie de la letra, que yo a estos ni caso (ni me caso). Y me ha dicho que voy a tener 3 líos amorosos importantes antes de mi relación sería en el próximo año, y que de uno de esos tres saldrá mi amor verdadero. Y digo yo, por qué, en el caso de querer casarme, si va a salir mi amor verdadero en el próximo año, tengo que esperar a casarme ocho años? Bueno, a lo mejor es que ella no lo tiene tan claro. Dice que voy a estar viajando durante un bueno tiempo más. Eso sí que me lo he creído, o me lo he querido creer.

Bueno nens, pues el último día en Calcuta tampoco me dio para mucho. Dejé Hotel María a las 10 y media de la mañana, sin ninguna prisa de nada. Me fui a desayunar al sitio donde me empachan de noodles, pero no tenían noodles todavía. Un chasco, porque por 50rupias te pones de noodles hasta las orejas. Así que me fui al Café Español, enganché un poquito de internet y un poquito de desayuno. El museo de India estaba cerrado por ser 14 de Abril, cumpleaños de la hija del presidente. Aquí cualquier escusa es buena para no trabajar. Así que me dejé perder por las calles aledañas del barrio (y no tan aledañas). A ver la purita vida india en la capital. Y la vi. Al menos un chacho. Gente duchándose por las calles, en estas bombas de agua que funcionan como un sifón y que son enormes. Demasiado grandes a veces para la fuerza y el tamaño de un niño. Noto miradas colgadas de mi hombro. Miradas que penetras antes, durante y después de haber tenido contacto visual con alguien. El piercing de la nariz les trae loquitos. Uno me ha preguntado si era por religión o por estilo. El otro que si en mi país es normal llevar un piercing en la nariz, que si lo hace todo el mundo. Digo “sí, mi padre y madre tienen dos. Pero no uno cada uno, si no dos cada uno. Y mis abuelas tres, porque depende de la generación”. En fin… el tattoo les sigue trayendo locos a algunos también. A mí me gusta. No me aburro. No es como ir paseando solo por cualquier ciudad. Aquí te enganchan el brazo, como ya dije, y te menean. Te llevan desde donde estás hasta sus amigos agarrándote para que no te escapes y se lo enseñan. Te menean de un lado para otro. No es generalizado, pero de los hindis que me han cogido, un par o tres me han mostrado a sus compañeros. Otro, que me ha adelantado en la calle del mercado, ha seguido andando para adelante pero mirando para atrás, hacia mí, diciendo algo en hindi. No me he enterado. Luego se ha puesto a vocear a uno de una tienda, que después me ha mirado y le ha dicho no sé qué. Después, el curioso me ha mirado y me ha dicho: “OK, OK”. Que es muy curioso ver como un menda se choca con otro porque te está mirando. E historias similares.

Y para echar el resto de la tarde, he decidido cogerme el libro e irme al parque donde juegan al cricket. Bastante relajadito todo el tiempo salvo por conversaciones estándar “de dónde eres? Cómo te llamas?”. Pero a veces, como no saben más inglés, pues se van. Otra vez, la tercera pregunta ha sido “te gusta apostar?”. En fin… Unos niños se han acercado. He estado hablando con ellos un rato. Un par de chavales que vienen con el buen royito y luego ya empiezan “que si no tengo madre, que si dame dinero…”. India. Me he acordado que tenía dos manzanas en el bolsillo, así que le he dado una a cada uno, y me han dado una pulsera. Al final m ha salido guay. Les he tirado unas fotos. Se han descojonado diciéndome no sé qué en hindi o bengalí, porque aquí se habla bengalí, y nos hemos ido muy contentos todos.

Y aquí empieza la aventura del viajar. La aventura de los transportes. Harto ya de dar vueltas, y sin ninguna habitación donde quedarme, he decidido pirarme a la estación. Tirarme allí en el suelo y leer. Bien, desde que he salido de Hotel María hasta que he llegado a Bodgaya, que ya estoy aquí, ha sido un no parar. El bus hacia la estación salía desde la avenida. Cruzando la avenida temerariamente, no porque yo sea un aventurero, sino porque las avenidas aquí se cruzan así, he cogido el autobús cuando ya estaba en marcha saltando, no porque sea un deportista, sino porque los autobuses aquí se cogen así. He cogido el autobús gritando “Howrah train station???”, a lo que me han respondido que sí y he dado mi último brinco. Me he apalancado en el suelo, y un jovenzano se ha cambiado de sitio para agarrarme el brazo. “bonito tattoo. Se ajusta muy bien a tu estilo”… Eso me ha dado que pensar. Si me hago un tattoo es porque me gusta, no porque pegue con la ropa que voy a llevar hoy. En fin.

Sudando cual polluelo, con la cabeza por la ventanilla para ver el majestuoso puente sobre el río Hoogly. La que había liada en la estación seguro que no era nada fuera de lo normal, pero algo para tener en cuenta en futuras ocasiones. Antes de ir hay que tomarse una aspirina, un ibuprofeno, un Valium… y tenía que esperar tres horas allí porque se me había antojado pirarme de Calcuta un poco antes porque no tenía nada que hacer. Bueno, pues en la estación me he sentado, me he puesto a devorar el libro que estoy leyendo y que casi he terminado, y de vez en cuando darme un paseo para ver desde que andén salía mi tren, y para seguir dejando boquiabiertos a transeúntes. Me he hecho una foto con dos que me lo han pedido. Por qué no? Con la Blackberry y todo! Me he enterado del andén, he ido para allá, y ha empezado el baile. Los hindis están como una puta cabra. Y dos chinos que me han tocado al lado (bueno, encima), también. Íbamos en vagón cama, que es diferente al transiberiano y a Tailandia, porque aquí son de tres pisos. que todavía estaba yo pensando en como sentarme cuando han llegado los chinos y se han empeñado en montar sus camas de arriba. Dícese que si montas las camas de arriba, ninguno de los tres nos podemos sentar en la mía, en la de abajo, que se supone que está de asiento para cuando no te quieres tumbar más. Pues los indios diciéndoles que no, yo increpándoles la negativa también, y los chinos se lo han montado y se han tumbado con sus macutos. Yo ya tenía mi macuto colocado, pero los catorce indios que tenían que poner sus cosas en su sitio todavía estaban ahí pasándolas putas. La gente por el pasillo. Uno con un cofre (del tesoro), yo que casi me quedo sin dedo pequeño del pie, el otro que si mi mujer está allí, yo que si tengo que ir para allá, porque aquí no se pregunta, se empuja. Yo ya hablando en español “que pares, no ves que no me puedo mover?”. El otro pasando de una cama a otra en el tercer nivel poniéndome un pie en la cabeza. Las cabezas de los indios que ya se empezaban a poner rojas por la que habían liado los chinos. Los chinos que se la sudaba todo. A mí que me sudaban todas las partes del cuerpo también. Cuando he visto un hueco, he saltado por encima del cofre del tesoro maldito, he puesto la mochila de almohada y me he tumbado en mi sitio. He conquistado mi banco-cama como los chinos y a correr. El que venga detrás que apriete. Aquí no hay valores ni modales que enseñar. No te vas a parar con uno a decirle “no, es que mira, es que no me puedo mover y si tu esperas un poquito, a todos nos va a ir mejor la vida, y el cosmos será equilibrado y todos seremos uno porque compartir y calmarse…” A la mierda! Salto, cofre, mochila, cama, tumbado. Misión conseguida. Pasamos a la siguiente fase, conseguir dormir. Chinos haciendo fotos, hindi comiendo, otro hindi con un tono de voz de “fresisuí nahasapeemapetilan… Pues tiene narices, pero me he conseguido dormir. Despertándome a ratos, pero he conseguido dormir todo el rato, con el cuello que me parece que he desarrollado habilidades entre de avestruz, búho y niña del exorcista para rotarlo en todas direcciones, dependiendo de donde la mochila no estuviera sudada por mi cabeza. El banco-cama de eskai (o como cojones se escriba el cuero este plastificado), que da más calor que una estufa en verano, la ventana abierta de par en par, los trenes, que al cruzarse pitan, y no es un pitido de moto, que es un pitido de tren. Que parece que te va a atropellar el Titanic.

Estoy en Bodgaya

Cricket, deporte nacional -en Sudder St. juegan en la calle. si pasas con el coche, te arriesgas a un pelotazo




tó dios te ama

me está mirando con una cara que de una hostia me revienta


en fila india


Barabazar


un instrumento muy raro



una niña se me quedó mirando en la calle. el piercing. el tatuaje. su padre me dijo que le hiciera una foto. no parece muy feliz, pero cuando se vio en la cámara, lo estaba.

El taxi, un HM Ambassador, un clásico de India. creo que era en aquel anuncio del Peugeot 206 que un tío se ponía a dar de hostias a un Ambassador para convertirlo en un 206. ahora prefiero el Ambassador

No es el pueblo. es Calcuta con sus cabras por la calle.


... y sus cerditos también

Brigadas comunistas con el paraguas y la cabra




¿qué fue primero, el coche o el montículo de arena? ninguna de las dos hace gracia. ni estrellar tu coche contra un montículo, ni que depositen un montículo encima de tu coche.


Adiós, Calcuta. la estación estaba petada.

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