viernes, 27 de abril de 2012

Varanassi: Fortalecida por el Ganga; fortalecido por el Ganga


Creo que podría dejar esta ciudad en blanco. Sin palabras y sin resúmenes. Sin relatos de historias que quedarían más bien apartadas de la realidad, puesto que creo que todo lo que acontece en este lugar no se puede relatar. Solamente vivirlas forma parte de una etapa nueva de la vida.

Al planear el viaje a India, cuando me iba encontrando con gentecilla por diferentes lugares del mundo, me decía que India era India. Que no buscase parecidos ni comparaciones con otros lugares del mundo. Que cuando llegara allí lo vería. Que no tenía mucho sentido explicarme cómo funcionaban las cosas aquí, pero que lo tenía que comprobar por mi mismo. Todos ellos coincidieron en que tendría que venir a Varanassi. “Allí encontrarás India en todo su esplendor”. Esplendor en todos los aspectos posibles de la palabra. Desde un meao de vaca hasta un “ghat” tiene su esplendor aquí en Varanassi. Es el esplendor que hace a la ciudad ser tan impresionante como es.

Llegar desde Gaya fue pan comido. A las 8.40 de la mañana estaba en la estación de Varanassi, con un tío pegado al culo. Yi, un chino que me encontré en el tren, iba hacia el mismo barrio que yo, o más bien le convencí para que fuera al mismo barrio que yo, así que cogimos un ricksaw. Bien, la aventura de coger un autoricksaw. Esto no es coger un taxi, “lléveme a no sé donde”, pagar y pirarte. Esto lleva su tiempo. Unos franceses en Gaya me dijeron que no pagase más de 60rupias por el trayecto de la estación al centro. Ahora éramos dos. A ver cómo funciona esto. Un autoricksawista nos persigue. Follow me, follow me. Vamos hacia la caseta, donde hay precios fijos. Me dicen que 100. Pero de qué vais? El otro que si nos meter en su autoricksaw por el mismo precio pero sin pasar por la caseta. El otro que apañamos 60rupias, por fin, nos montamos en el carromato y dice que no, que 80. ¿Pero no eran estos los que creían que si estimabas un precio y lo acordabas, era de mala educación decir luego que no? Que le jodan! Nos vamos fuera de la estación. Al primero que para le decimos “Raja Ghat, 60rupiees”. Dice que no, y el de detrás dice que sí. Le decimos que el de detrás está diciendo que sí, y al final, claro, pues dice que si. El cacharro empieza a dar vueltas por la ciudad, entre vacas, gente, coches, cabras, bicis, perros, más vacas, mierda… cuando de repente el notas se para a preguntar. ¿A preguntar? Pero si eres taxista… no! No es taxista. Es autoricksawista, que no es lo mismo. No tiene porqué saberse las calles, porque puede preguntar. Después de preguntar tres veces y de estar no sabemos dónde, nos dice que tenemos que coger un ricksaw. Un ricksaw no es lo mismo que un autoricksaw. El ricksaw no tiene motor. Tiene a un tipo dando pedales. En general soy más de andar y de dar pedales por mí mismo, y si tengo que coger algún medio de transporte estilo taxi, siempre lo hago motorizado. La gente dando pedales me agobia. Me da la sensación de esclavitud y no lo puedo soportar. Pero cuando nos queremos dar cuenta, Yi y yo estamos enchufados a un ricksaw, habiendo resuelto antes que no vamos a pagar ni un duro más. Allá va el compañero pedaleando, que también, por qué no, se tiene que ganar la vida de alguna manera. Y nos deja a 20 minutejos de nada andando de Raja Ghat.

Bien, Varanassi y los Ghat. Ghat: dícese de las puertas de entrada, con sus correspondientes escaleras, que comunican un calle proveniente de la ciudad y que desemboca en el río Ganges. Al estar Varanassi construida a lo largo del río Ganges, os podéis imaginar… bueno, no os podéis hacer ni una idea de la cantidad de ghats que hay. El río Ganges y sus ghats, amigos, es pura magia. Hay ghats espectaculares, con templos abarrotados a su alrededor. Panchganga Ghat, con la mezquita más grande de la ciudad. Manikarnika Ghat, el ghat-crematorio más grande de la ciudad. Explico lo de ghat-crematorio. Para un hindú, el mayor honor después de muerto es que lo incineren y lo tiren al Ganges tras su muerte. Hay ocasiones en las que si la familia no se puede permitir la cremación, porque hay que comprar 200 kilos de leña, que cuestan 30.000 rupias (un poco menos de 500€), pues tiran el cadáver directamente al río. Pero esta no es la cuestión en Manikarnika. Aquí todo está rodeado de leña por todos lados, y te cuando en cuando se puede ver una familia que llega con todo el percal montado. Alguien ya les ha empezado el fuego. Bañan el muerto en el río. Lo dejan secar y lo echan al fuego. Tarda en quemarse tres horas. No he estado tanto tiempo, pero me lo ha contado un amable, aunque poco altruista hindi. El fuego con el que prenden las hogueras fue encendido por Shiva hace 3.500 años, y nunca se ha apagado desde entonces. Es como la llama olímpica, pero un poco más mortecina. Es una hoguera. De hecho el menda me ha puesto ceniza de la llama en el entrecejo y ha dicho no sé que en hindi. O en sankrit, no lo sé muy bien. Luego me ha subido al centro de las “donaciones”, donde le he dicho que no iba a poner ni un duro. Hemos bajado, y me ha dicho que muy bien, que si no quiero ayudar que no ayude. Ayudar a qué? A pagar leña? No colega. Ha dicho algo en hindi, o en sanskrit, y se ha pirado. A lo mejor me había bendecido con la leña y ahora me ha desbendecido. En fin, indios…

Varanassi es Venecia, ya que sus calles son incomprensibles y apasionantes. Templos, templitos y templazos por todos lados. Tiendas y tienducas. Comida, “chai”, el yogur este callejero que no sé cómo se llama. No todos los días, pero me he tirado a comer todo lo que me apetece en la calle. Todo el mundo dice que no lo hagas, pero si he de pillarme alguna diarrea estrepitosa, la pillaré y ya está. Es parte de India. Entiendo que gente que venga para una semana no quiera arriesgar. Normal. No es plan de estar una semana en el váter. Pero yo tengo que probar esas cositas de la calle. Esas samusas, esos thali, esos todo!!! Los yogurcitos y los chai, como ya conté, se beben en vasos que no se lavan, que se tiran. Ya me va dando menos pena romper la tacita cuando me lo acabo. Todos creemos que el agua mineral embotellada es una farsa en India. Todos creemos que rellenas botellas y les ponen su propio tapón y su propio precinto.

Juntos a sus comidas, sus vacas y sus cabras. Sus cerdos y sus perros. Todo con sus correspondientes defecaciones de tan lindos animales. He visto algún intento de encierro de San Fermín, en el que una vaca se rebela un poco porque le pitan y echa a correr unos pocos metros. Las cabras a lo suyo. Los perros casi siempre tumbados, quitándose pulgas o ladrándose los unos a los otros. Las vacas a su royo por todos lados, comiendo de la basura, como todos los animales, y cagando y meando por doquier. Andando por una calle es fácil ir, igual que a veces vas detrás de una persona, a veces vas detrás de una vaca. Mantén la distancia, puede parar de repente y ponerse a mear o a cagar sin la menor contemplación. Aunque también te puede pasar con un humano. No bromeo. Los monos son otro royo. Aquí no he visto demasiados todavía, aunque hay unos pocos en Munna House, donde plancho la oreja y me relajo en las horas de calor. Es decir, en mi casa.

Ay, mi casa! Que me recomendaron este sitio, y tomé la recomendación como agua de mayo, porque Varanassi, como vengas sin ninguna idea, te vuelves y te vuelven loco. Munna House es lo más simple pero lo más familiar que existe. No es simple, es más allá. Es sucio. Nadie limpia las habitaciones, más que el que las habita. Si el que se fue no limpió, te toca limpiar a ti. Qué esperamos de un lugar por 80rupias al día? Nada, no esperamos nada. Además, dese hace unos meses… bueno, desde hace bastante tiempo mis estándares de calidad están por los suelos. No necesito más que un colchón donde poner mi sabanita del Decathlon y correr. Para ser sincero, un par de ladrillos debajo del colchón a la altura de la cabeza hacen las veces de almohada, para poder regular la inclinación cuando me apetece. En realidad la idea de los ladrillos vino de la idea de tener que deshacerme de los ladrillos porque había dos grillos que se escondía en ellos y no me dejaban dormir. En fin… historia de la India. Una azotea impresionante con increíbles vistas del Ganges, que en hindi se dice “Ganga”.

Pasando los días aquí en Varanassi sientes que no pasa el tiempo y a la vez que no paras de vivir aventuras. Siento las calles vivir. La gente saludándote por doquier. Haciendo gestos amigos a los de ese bar al que vas todos los días. Varanassi también tiene ese aspecto humano que dejan de lado todos esos que te intentan vender hasta a tu madre. La música se deja correr, a borbotones, por las calles, junto a los meaos de las vacas. Entre mierda que esquivas y río de orina vacuna que sorteas, te puede llegar a alcanzar una buena brisa con aires de sintonía hindi. Y los instrumentos aquí son incontables. Entre ellos la cítara y la tabla como los más conocidos. Tienen un sentir que recuerda mucho a un cante jondo acompañado de una guitarra. La influencia que el flamenco obtuvo a través de los gitanos tiene sentido que viniese de aquí, ya que el origen de los gitanos está por estas tierras. En una provincia a la que iré dentro de poco: Rajashtan, o algo así.

Paseando por las calles te encuentras con todo eso que repetiré mil veces pero que no me deja de asombrar. Todos esos aspectos de este país y esta sociedad que, con estándares diferentes a los occidentales en cuanto a todo, hacen que siga funcionando de una manera que a mí me parece cómica. Un día cualquiera aquí en Varanassi sales a la calle mientras los perros, que en cualquier otro lugar del mundo dirías que están muertos, yacen en el suelo con la lengua fuera. Pero no en las últimas, si no solamente echándose una siesta. Pero son muchos. El perro es en lo peor que se puede rencarnar una persona, según el hinduismo, por lo que a los perros se les trata con desprecio. Se supone que en la otra vida fueron malas personas, pero eso se rencarnaron en este animal. Y pobre animal.

Cuando sorteas la alfombra perruna llegas a la calle principal, que por principal no entender y llegar al error de que es más civilizada. Llegarás a los atascos de vacas, motos y bicicletas, junto con alguno que ha metido el carro con la mercancía, intentando darse prioridades en un cruce de cuatro calles estrechas como una amplitud de brazos. Ahí llegará una vaca, el de la moto pitará, el del carros de pondrá nervioso, el de la bicicleta tocará el timbre… y al final el de la moto pasará el primero, el de la bici se escaqueará y la vaca seguirá a su royo. La vaca cuadra casi todo, por lo que si echa a andar primero el de la moto se jode, y por consiguiente todos los demás. Siempre el último es el del carro, que es más lento que los demás, y en la mayor parte de los casos también más mayor.

Luego pasarás algún baba cansado pidiendo “one rupee”, echándose la mano a la boca. Un “baba” es un monje que tiene su propio templo en algún sagrado que no es un templo de los grandes, si no en un árbol, una piedra sagrada para ellos… lo que sea. El baba vive prácticamente del cuento. Ha estado estudiando sánscrito durante gran parte de su vida, y como persona espiritual y conocedora del saber, aconseja y ayuda al resto de la gente. Algunos babas llevan adheridos a cuatro o cinco personas. Adheridas metafóricamente, que aunque India sea diferente, de momento la gente no se pega más que con las manos. Y vaya que si se pegan! El baba, con esa cultura y ese buen estar, lo que hace es sentarse en su templo y pedir dinero. La gente le venera. Le pide ayuda, y el la da. A su lado tiene a los “adheridos”, que hacen todo por él. El baba sentado, cuando estuvimos sentados con aquel, mientras todo el mundo se mueve a su alrededor por él. Aquel baba fumaba mucha yerba. Creo que como todos los babas. Compran la maría en las tiendas del estado, y con ella supongo que se iluminarán más de lo que están. Una buena profesión. Sentarse, comer, beber, fumar y esperar a que venga más. Los babas fuman en “chilam”, un conito de barro, y en su mayoría tienen rastas, por lo que dan un aspecto de rastafari fumado que es muy gracioso.

Pasado algún baba que pide dinero, la mujer del famoso timo que te pide leche para su hijo, te lleva a una tiendas, pagas una millonada, la mujer devuelve la leche y se reparten el dinero entre ella y el tendero. Después de estos, de los que quieren que vayas a su tienda a ver, de los del “ricksaw”, los que dicen que ayer les dijiste que verías sus sarees, que uno de nosotros para a ver una tienda, que el otro compra algo de comer. Haber pasado por la calle en la que la mierda lo anegó todo cuando la pared de un edificio se cayó porque no aguantaba más la presión de tanta basura en el interior (verídico), ver como un niño le toca el culo a una vaca y después se acerca la mano a la cara para oler el perfume que ha obtenido, pelear en otro atasco de prioridades, recibir un bolsazo de basura de uno que desde su tienda pretendía encestar sobre el montón de mierda de enfrente, recibir un gargajo en el límite entre la chanca y tu pie, cruzarte con los policías que custodian la mezquita y el Templo de Vishnu, armados con AK47 o con un palo de fregona. Cuando te parece que lo has visto todo en India, llegas al bar que hace los mejores lassis de la ciudad. Pero te dicen que no hay lassi porque se les ha acabado el yogur. Es ahí cuando dices: “me vuelvo por el mismo camino, porque seguro que me encuentro con alguna historieta más que apuntar en la memoria de Varanassi. Porque estoy seguro de que el cerebro tiene un apartado Especial Varanassi en la zona Difícil de olvidar.

Y me repetiré, por que acabo de cenar ajo, al contar las historias de Varanassi en este blog, que a lo mejor tenía que haber dejado para el final en vez de escribir cada par de días. Porque en realidad lo que tiene Varanassi es que todos los días haces lo mismo. El que tenga sus cosas que hacer, a sus cosas: instrumentos, canto, yoga, meditación… Yo me levanto, cojo los bártulos, me doy una vuelta, echo unas foticos, vuelvo para comer, leo, escucho música o duermo en Munna (casa), nos vamos a por un lassi, cenamos, charlita y a la cama. Y la rutina es la misma cada día, pero sigues queriendo quedarte en Varanassi porque en realidad no te desagrada y cada andar por la misma calle cada día te da sorpresas y situaciones diferentes a las del día anterior. Avanzas en los libros, avanzas con la gente, pruebas lassis nuevos, platos nuevos de comer, conoces un nuevo sitio donde comer samusa, pero al final has hecho lo mismo que todos los días. Entre medio de todo lo demás está la riqueza de Varanassi. Hay que saber leer entre líneas esta ciudad, para así poder escoger todo lo bueno que tiene que enseñar y compartir. Tocar, oler, sentir… todo esto que está podrido, que huele mal, y que está caliente. Pero hay que tocarlo, olerlo y sentirlo para poder vivirlo. Aun así, me resisto de momento a tocar, oler o sentir el culo de una vaca. Lo dejaremos para más tarde.

Pasear por Varanassi tampoco tendría sentido sin apreciar sus bazares. Los encuentras por toda la ciudad. La calle pegada a Munna, que viene siendo la calle principal del barrio, no mide más de tres metros de ancho. Con sus tiendas y lugares para comer, los olores llenan tu vida diaria. Los ruidos de máquinas de coser resuenan en tus oídos mientras hombres y mujeres pedalean para dar vida a la aguja que creará tus pantalones, sarees, camisetas o turbantes. Todo lo que se te pueda antojar en esta ciudad. Ofertas para comida y vestimenta que puedes rechazar, pero siempre habrá alguien que te detendrá para echar un chai, encontrarte con un indio nuevo o echar otro chai después del anterior. Siempre tendrás algo que hacer en esta calle, aunque hayas bajado para no hacer nada. Te sentarás en un café a escribir el blog y te vendrá el argentino a echar un chai contigo. O a comprar agua. O el ruso que pasa para saludar. O te conectarás a internet. O simplemente te apalancarás en un sitio a ver la vida pasar. La vida como vida. Las vacas. Los perros. Los niños. Ver la compra. La venta. El compartir. Las mujeres con niños en sus brazos. La leche. Aprenderás palabras nuevas cuando ni siquiera ibas a comer y te ves sentado en “el sitio de las dosas”. Ese s el nombre del lugar, o al menos el nombre con el que nosotros lo hemos bautizado. Dosas, paneer, buttar, parota…. Un variedad de tortitas y tortazas rellenas de todo lo imaginable. Acompañadas de salsas y pomadas que explosionan en tu boca cuando tienes las papilas adormecidas y perezosas. Pero, como dije, bajaste para no hacer nada. Para no hacer nada y te topaste con India.

Había que hacerlo, y se hizo. Dimitra, Martin el argentino y yo cogimos un barquito por el río Ganges. Eran las cuatro y media de la mañana cuando salimos de Munna. Ese barquito nos llevo río arriba y río abajo, viendo amanecer. El río Ganges, al fin, evoca toda la magia que posee para lazártela en la cara. En el cuerpo. Consigue hacerte sentir pequeño, diminuto, frente a su esplendor. Frente a su fuerza calmada. No verás ni un meandro, ni un rápido, ni una pequeña ola en él, pero te dirá a oído que él es fuerte. Que es intenso. Como dice Jorge, “con mucha luz, mucha fuerza… muy especial”. La vida empieza pronto por la mañana en los ghat, y la gente se baña y lava sus ropas antes de que apriete el Sol. El Ganges está en su momento más seco, por lo que todo el mundo baja las decenas de escaleras para hacer las labores que necesiten a orillas del río. Yo, con la legaña en el ojo, les observo envidioso. Envidioso en el aspecto de la simpleza. Con ganas de poder vivir la vida más simplemente de lo que lo hacemos normalmente. Bañarte en el propio río de tu ciudad, sin necesidad de agua corriente. Vivir feliz con ello. Lavar la ropa en el río, en ese mismo río que cuando mueras te purificará y te enviará directamente a donde siempre has querido. A una nueva vida.

El barco dio la vuelta y, con el chapoteo de los remos, entré de nuevo en la realidad. Antes había estado  totalmente embelesado con la fuerza y las vidas. Ahora volvía al calor y la escasa brisa que hacen de esa mañana algo especial. En la orilla occidental del río se extiende una amplia llanura de arena. Arena de playa. Ganges ha hecho su trabajo durante milenios. La arena fina acaricia nuestros pies cuando evitamos que entre ellos y el agua haya una bolsa de plástico. La arena fina de desierto nos da la bienvenida al otro lado. El despertador ha causado estragos y solamente optamos por tumbarnos en la arena, cerrar los ojos, y volar. Con Varanassi enfrente es fácil volar incluso con los ojos abiertos. Las pisadas de una manada de búfalos se oyen a nuestros pies. Retiemblan en nuestras cabezas apoyadas en la arena. Todo nos lleva al barco otra vez.

En medio del Ganges lo tenía que hacer. Me quito la camiseta y salto del barco. El agua se siente templada, sin corrientes. Sin frío ni calor. Densa. No sucia, densa. Siento la fuerza, aunque la espiritualidad y religión que todo el mundo intenta transmitirme no son para mí, de momento. Pero siento la importancia para el resto. Siento también algo en mi interior. Me recuerda al Lago Baikal. Es de esos sitios que sin ser religioso, te purifican. Te llenan de nuevos espíritu. De energía que nunca encontraste antes. Y, además, te refrescan. Unas brazadas y de vuelta al barco. Acabaremos en Assi Ghat, con un desayuno de reyes que duró tres horas. “shanti, shanti”. Ahora Varanassi empieza a sonar a despedida. Ya tengo un billete de tren con Dimitra y Martin para Agra. Pero, Varanassi, sigue en tu lugar, que yo estoy en el camino y volveré. Volveré con alguien de la mano, puesto que esto hay que enseñarlo.


Me estoy comiendo un chapati que da gusto

El toro, y tres tíos posando que pasaban por ahí
En Munna, los "munnos" danzan a sus anchas

la calle de Munna, con sus babas y con sus vacas


Escaleras hacia Munna




Cricket en el ghat, y el abuelo que pasaba por allí

Bramido de toro en el mercado

Ese puntazo rojo y naranja se hace con esto

Que tengo un estudio y ni me había enterado

Manikarnik, el ghat donde incineran a las personas, se satura de prendas de ropa, por lo que hay que limpiar a golpe de agua de Ganga. lo que el Ganga da, el Ganga quita

Manikarnik

Ventanas - colapsasda por la mierda





Subí a aquella azotea desde donde se veía la mezquita. un amable señor me invitó a verla. al bajar me pidió dinero. lo siento, pero las cosas claras. la foto gratis salió muy bien


El autobús de la escuela





Manikarnik, desde un lugar donde el chai está delicioso y la compañía del dueño, un placer


Amanece en el barquito, en el Ganga


Aquí hace de todo menos frío




parece el fondo de los Ultrasur





viernes, 20 de abril de 2012

Bodh Gaya: Ciudad de iluminaciones – Gaya. Chai tras chai, pasa el tiempo



Y no es que tenga muchas bombillas precisamente, pero lo que sí que tiene es un solazo a media mañana que te quita las ganas de salir a la calle. Bodh Gaya es la ciudad donde Budha se iluminó y volvió a nacer después de estar 7 semanas debajo de un árbol, meditando. El árbol, que sigue aquí aunque no es el original, debe de ser el árbol más venerado de todo el mundo mundial. En realidad, la historia del árbol tiene tela, porque fue la mujer de un rey la que empezó un tinglado impresionante. Al estar el rey tan volcado con el hinduismo y la historia de budha, amaba este árbol como a nada en el mundo. Tal vez amase a su mujer más que al árbol, pero a ella le comían los celos. Decidió ella, entonces, cortar el árbol para que se acabasen sus penares. Sabiendo las intenciones de esta mujer, la hija del rey decidió cortar un trozo de árbol, que traslado a Sri Lanka, donde creció de ahí en adelante. Pasados los años, un nuevo esqueje del árbol que creció en Sri Lanka fue trasplantado en Bodh Gaya de nuevo. Por lo tanto, el árbol que hoy se puede ver en Bodh Gaya es el trasplante de un trasplante del original. Más que un árbol, lo que parece  es un briconsejo de jardinería.

A parte del templo y de los árboles de alrededor, Bodh Gaya tiene todo ese contexto de India rural que me ha pegado una colleja solamente tres días después de aparecer en este país. Después de tres días en Calcuta, he venido a parar aquí, al medio de la nada, en temporada baja. Donde no hay mucho más que hacer que leer, visitar templos y hablar con la gente. Dejar que te timen. O entrar al juego. Aprendiendo a ser un indio más, aprendiendo cómo son los indios. Y es que el indio… joder con el indio! Os cuento una de indios: Andaba yo por las calles del pueblo, porque Muhammad House está fuera del centro de Bodh Gaya (en realidad también se escribe Bodgaya, más fácil y escueto, pero Bodh Gaya es como más mágico e hindi) cuando me viene un menda de cuyo nombre no me acuerdo. Se acerca a mí, cual leopardo se acerca entre las hierbas de la sabana hacia la gacela Thomson. O como se te acerca un conductor de ricksaw (los tuk-tuk aquí se llaman ricksaw). Discreto, serpenteante entre la multitud. Culebreando entre la mierda que hay en el suelo y la gente que se pone a su paso, para llegar y decirte: “Which is your country?”. “Ah, pues soy de España”. Y ya comenzamos con el repertorio. En español, pero no para mi sorpresa. “Hola. Qué tal. Cómo estás. Bien. y tú. Muy bien. Cómo te llamas…” Él se lo pregunta y él se lo responde. Es un monólogo en directo, de un indio de las llanuras de la provincia de Bihar, haciéndose pasar por español. Un buen espectáculo. Volveré a verlo después de cenar. Me ha dicho que quiere practicar su inglés.  Quedo con el chaval en que en dos horas vuelvo, que tengo un hambre que me como a la gacela Thomson y al leopardo que la persigue. No tengo mucho más que hacer en Bodh Gaya, así que cuando vuelvo, ahí está. Y vienen la de indios: “pues es que trabajo en un orfanato, porque la gente pobre, porque esto y lo otro… quieres venir a verlo?”. Y allí fuimos, me invitaron a un “chai”, que en cuanto lo tuve en la mano abrió la ronda de ruegos y preguntas: “pues necesitamos dinero. O necesitamos arroz. Porque este niño lo cogimos de un cubo de la basura. A este otro lo sacamos del hospital. Al otro de más allá lo salvamos de la prostitución. Si vamos a la tienda y compras arroz para nosotros nos ayudas mucho”. Bien, no dudo que fuera una gran ayuda, pero ya venía advertido de estas cosas. Vas a la tienda con ellos, te pegan un palo por el arroz que ni te lo crees, aunque para tu bolsillo occidental no es para tanto. Pero luego devuelven el arroz, el tendero se lleva algo de pasta, ellos se quedan con el otro tanto. Así funciona. Fruncí el ceño y les dije que no iba a dar pasta ni arroz, pero que me gustaría ver las clases el día siguiente. Ahí ya no le gustó tanto. Me dijo que se iba para casa, que hablase con el responsable, que me terminara el “chai” y me fuese a mi casa también. Ah, y que si tenía un cigarro para darle. Mira el espabilao!

Eso ha sido solamente la primera que me ha tocado. Esperemos a ver que pasa en el futuro. Andar por la calle que colinda con el templo de Mahabodi, el de la iluminación, es como andar por los pasillos de un hospital de desmembrados y discapacitados. No pretendo reírme de las desgracias ajenas, pero es lo que hay. Saben que los turistas pasan por esa calle para ir al templo, así que encontramos a la mujer sin una pierna, un hombre al que le faltan las dos manos, otro señor al que le falta solamente una, aquel que le falla una pierna… A lo largo de los años esto se ha convertido en un circo, y los payasos, cada vez más humillados, siguen viendo que el negocio funciona. Pese a que es muy curioso ver como ha cambiado el tema. Tanteando la última Lonely Planet, se advierte en ella no dar limosna a nadie, puesto que no podemos apreciar, saber o interpretar si es verdaderamente un necesitado. Si nos vamos a la Lonely Planet de hace 15 años, disponible en alguno de los cuchitriles en los que me quedo a dormir, se puede leer la observación en la que se alienta al turista a dar limosna a los pobres del país, puesto que “qué son para ti 5 rupias?”. Vaya maravilla de cambio social que ha habido en 15 años, madre mia!

Paseando un día de estos por el pueblo, o más bien volviendo a casa un poco apresurado porque me estaba yendo un poquito por la patilla (he tenido una crisis diarreica. Solamente 24hs. O un poquitín más), llego a un punto en el que parece que hay un escalón en el camino. Como que se acaba el hormigón y empieza el camino de tierra. Experimentado yo, y veremos que gracias a la experiencia no tuve una mala experiencia, con un pie sobre el hormigón tanteo con el otro pie lo que puede ser suelo, pero puede ser un charco. Falta decir que el agua por aquí cruza los caminos por doquier, y las calles no tienen luz, y yo no tenía linterna. Prosigo. Tanteando con el pie para ver si es charco o suelo, meto los cinco dedos de mi pie derecho con su correspondiente sandalia. No quieras meter el pie ni un poco en uno de estos charcos, aguas o empantanamientos. Pues ahí yo que tanteando aquello lo metí, para después darme cuenta de que eso que parecía camino después del hormigón, solamente resultaba ser el final del “río” de lodo y aguas fecales y residuales que recoge las mismas de las casas en este lado del pueblo. De momento no me han salido tres ojos, ni me ha dado fiebre, ni se me ha infectado nada… porque cuando llegué a casa me di una ducha que me embadurné en jabón, gastando medio bote, para la correspondiente y pertinente desinfección de la zona afectada, y todo el alrededor, es decir, todo el cuerpo. Por si acaso.

Ayyy, Bodh Gaya, tan sagrada tan india a la vez. Cómo puede ser que vayas a cambiar solamente por ser una ciudad santa. Cómo puede ser que tengas que adaptar tu forma de sociedad solamente porque recibes más turistas. Y prácticamente, por lo que he querido entender en las palabras de otros viajeros, o por lo que me he podido yo dar cuenta, el hecho de que en india algo sea turístico no representa un cambio para la calidad o el decoro de los alrededores. La mierda seguirá ahí; los vagabundos mutilados seguirán ahí; los puestos callejeros; los timadores; los que no timan tanto, pero lo intentan; los que lo intentan y lo consiguen; los encuestadores del ministerio que te atrapan en preguntas enrevesadas, con las que me deberían dar créditos en estadística o márketing. Todos siguen ahí.

Pero el “chai” es maravilloso; esa forma de decir “sí” que tienen los indios es maravillosa también: es como acercando una de las orejas al hombro, pero a mitad de camino se vuelve a erguir la cabeza. Es como asentir, pero de lado. No es un no, sino un “sí” indio. Y al principio te lías. No sabes si te dice que sí, que no, que regulín regulán… Luego le pillas el truco, y vale para todo: para saludar a ese que no te quita la vista de encima, para decir que sí, para ese saludo que das a alguien que ya conocer, pero que sobra un “hola”. Para los saludos es como un alzamiento de cejas o cejas. Es muy efectivo, y cuanto antes se aprenda, se adquiera y se normalice, todo fluirá mucho mejor.

Aclararé alguna faceta más del indio con el relato de mi salida de Bodh Gaya y mi llegada a Gaya. Me dirigía a Gaya desde Bodh Gaya, buscando un ricksaw compartido con más gente. Caminaba por una calle donde intuía que los habría, cuando me llaman. “Gaya, Gaya, Gaya!!!”. Sí, sí, sí!!! Cuánto me pides? “150 rupis”. Me río, me descojono. Con eso voy y vuelvo yo solo. 15rupis. “Ok, ok”. Ole! Lo he sacado por el 10%. Porque yo sabía el precio. Porque él sabía que yo lo sabía. He llegado a Gaya y le he instado a que fuera a la estación de tren, a lo que se ha negado. He tenido que coger otro, que ya iba lleno, no sin antes informarme de dónde estaba la estación y cuántas rupias. Station! Cuánto? “50 rupis” Con 50rupis voy y vuelvo y vuelvo a ir a Bodh Gaya en un ricksaw petao de gente y encima me lo paso mejor. Me río y hecho a andar. “how much my friend?”. 5rupias, le digo. “10 rupis”. No, que me han dicho que son 5. “ok. Come up!”. Así es el indio. Si no sabes, te la comes doblada. Si lo sabes, él lo acepta, te respeta por haberte preocupado en preguntar y negociar, y te admite en su taxi.

El caso es que vine a Gaya para coger un tren a Varanassi al día siguiente, pero tras cuatro horas en la estación esperando diferentes colas para sacar el billete, al fin lo tengo, pero para dentro de dos días en vez de para el día siguiente. Ya tengo un hotel, así que no me puedo volver a Bodh Gaya. Porque con ganas me volvería. Esta es una ciudad del caos. Que me ha costado cuatro horas sacar un billete de tren! Si eso no es caos, cuéntame tú! Dejaré historias para cuando vuelva… pero decir que en Gaya hace mucho calor. Las comidas se mezclan con los desayunos, igual que la basura se mezcla con los mercados y las vías del tren. Las miradas tienen un mismo destino: mi cara. Y el indio no se corta un pelo a la hora de mirar, explorar, curiosear y discernir quién y cómo eres. Te observa, mientras andas y él también. O mientras andas y él está sentado. O mientras estás sentado y el pasa por delante. O mientras te sientas y el gira su silla para no perder detalle. Ese, también, es el indio. El que te pregunta cosas en hindi, o parece hindi, porque no comprendes lo que dice y le preguntas de nuevo. Y de nuevo una vez más. Hasta que un amigo suyo te dice “cuándo te vas?”, pero en realidad quieren decir “cuánto tiempo te vas a quedar aquí en Gaya?”. “cuándo te vas a Bodh Gaya?”. Cuando les digo que me quedo aquí en Gaya, se resetean. No entienden qué hago aquí. Yo tampoco. Tengo que salir mañana temprano. Lo necesito. Es bonito andar por la calle. Conocer la vida de Gaya, pero estoy por tirarme al río y, creedme, eso es muerte segura por envenenamiento. Varanssi, te espero impaciente…

Amanece llegando a Gaya, desde donde emprendo camino a Bodh Gaya. Un caballero muy amable me llevo en moto, sin pagar. la verdad es que eso no es lo que uno espera de India. o de un indio

Mahabodhi, el templo en honor a la iluminacion de budha. el arbol de la derecha es el susodicho, aunque luego el amigo estuvo meditando por alrededor. esta lleno de placas de "aqui dos semanas", "aqui siete", "aqui hizo pis", "aqui se tropezo"...



contrastes

colores

seres sagrados


el barrio donde esta Mohammad GuestHouse, mi casita en Bodh Gaya

Si te han pillao, si te han pillao, si te han pillao con el carrito del helao. o con LOS carritos


contrastes. Green Gaya


mira que me lio la manta a la cabeza y...