Llegado al paraíso de los turistas de alta
montaña, me encuentro con el Leh más masificado pero más llevadero. Me recuerda
mucho a Sa Pa, en Vietnam. Ambiente de alta montaña, aunque aquí es más alta
montaña que en cualquier lugar que haya estado antes. Leh se encuentra a 3.500m
sobre el nivel del mar. Sus calles están petadas con restaurantes y guesthouses,
y lo que más abunda en ellos son turistas del sur de India que vienen a pasar
unas frescas vacaciones, después de estar acostumbrados al calor.
Si no es por el trekking, es por excursiones a
valles en furgonetas. Si no es por la sensación de frío es por visitar
simplemente Leh y contemplar sus alrededores desde su palacio. Hay diversos
motivos por lo que la gente viene aquí. Yo vine con la idea de andar, andar y
andar y todavía no he empezado. Fue que llegamos aquí el israelí y yo y nos
vimos inmersos en la aventura de alquilarnos una Royal Enfield de 350cc. Una
motillo que en su época era importada de Inglaterra y que ahora se fabrica
aquí. La primera noche en Leh nada más llegar empezamos a coger ideas, y el
siguiente día nos fuimos de compritas. Material de acampada. Resulta que
Quechua llega hasta aquí. Qué horizontes más extensos tiene Decathlon!!! Tienda
de campaña, saco, camping gas… todo para una feliz estancia en la montaña, esta
vez en moto, y la siguiente vez a patita. Haciendo preparativos durante todo el
primer día en Leh, dejamos todo arreglado para la moto.
El día 7 de junio nos despertamos a las seis y
está jarreando a más no poder. Decidimos ir a la tienda y decir que no queremos
la moto, pero cuando volvemos de desayunar el sol sale por una esquinita del
cielo y nos entra la paranoia. Tenemos que salir de aquí! Nos vamos a la tienda
de motos y nos apropiamos de ella para los tres próximos días. Decidimos ir
dirección Khardung La, el paso para vehículos más alto del mundo. No, no es posible.
Está lloviendo. Nos volvemos a Leh y vemos qué hacer. Chai en mano vemos otra
esquinita de sol y nos lanzamos a por Pangsong, un lago a unos cuantos
kilómetros de Leh. Cuando llegamos al puesto de control antes de Chang La, el
paso que nos llevaría hasta el lago, nos comunican que está cerrado por una
avalancha. Parece que el día no nos deja ir a ningún lado. Parece que es
nuestro destino no movernos.
Cerca de Karu, donde está el puesto de
control, está Hemis. En Hemis se alberga el monasterio más antiguo de Ladakh,
que es la provincia donde estamos. Se trata del monasterio más antiguo de
Ladakh, construido en el siglo XVII. Muy colorido y cuadrado, y grande, está
escondido en una esquinita del valle que sube más allá del pueblo Hemis. Hemis
es un pueblo de estos metidos en la roca. Es precioso ver como las casas, del
mismo color de la roca, yacen en los salientes que se lo permiten. El
monasterio, se dice, fue refugio de Jesucristo en su visita a India durante sus
años perdido. Aquí se encuentran muchos libros sobre esa idea, por algunos
llamada conspiración, de que Jesucristo viajó por India, de donde obtuvo sus
ideas de los tibetanos y budistas. Para gustos colores, y para historias… todas
las que queráis.
Fue a la vuelta de Hemis donde nos esperaba
nuestro destino. Ese destino que decía que hoy no teníamos que haber salido de
casa con la moto. Cuando se plantó el día de lluvia. Cuando el paso estaba
cerrado… Pero en fin, que para eso se viaja. Para que pasen cosas como esta. El
caso es que bajando paramos a echar unas fotos y un cigarro y dejamos la moto
aparcada. Maldito Jesucristo si visitó este sitio y no lo bendijo; maldito 7 de
junio de 2012 cuando ese camión aparcado delante de la moto decide dar marcha
atrás y llevarse la moto por delante y darle un arrastrón de unos pocos metros.
Maldita la hora en la que tenemos que llamar al dueño para explicarle lo
ocurrido y, tras acercarse para recogernos, no entrar en razón de que la culpa
no era nuestra. La verdad es que, siendo turista, tienes las de perder. Toda la
horda de conductores de otros camiones de la misma compañía que anda de obras
por la zona dijeron que era nuestra culpa. Incluso el jefe de todos ellos, que
no estaba allí, decía que era nuestra culpa y explicaba al dueño de la moto lo
que había ocurrido. Yo diciéndole al dueño que me escuche a mí, que el dueño de
los camiones ni siquiera estaba allí.
Total, que nos volvimos a Leh. Un colega del
dueño conduciendo la moto jodida. Yo detrás. Dima, el israelí, en el coche con
el dueño. Cuando llegamos a la tienda el asunto se presenta. Discutimos con el
menda por no haber ni siquiera escuchado nuestra versión. Vemos que nos va a
tocar pagar. Vemos que de esta no se sale de otra manera. Este hombre nos dice
que hemos pagado la moto para tres días. Que no nos devuelve el dinero, que no
nos da otra moto para los dos días restantes, y que tenemos que pagar la
avería. Los estribos de la moto jodidos, el tanque abollado, la cubierta de la
trasmisión toda raspada, las manetas… el caso, todo el lado izquierdo hecho un
cristo. Tú me dirás, después de un arrastrón debajo de un camión. Bastante poco
para lo que podía haber sido. Cuando el menda pone el precio en la calculadora
Dima y yo nos miramos. No sabemos si le falta un cero o un uno por delante… 5.000
rupias. Eso vienen siendo 75€ repartidos entre dos. A mi casi se me pone una
sonrisa de oreja a oreja. Entre dos tocamos a casi 40 pavos. Eso es nada para
lo que ha sido. Si veis la moto… bueno, hay una foto que da una idea…
Después de pagar la dolorosa y salir de la
tienda, Dima no tiene ganas de más motos en su vida. Yo… yo me voy directo a
otra tienda, lo más lejos posible de esta para que el rumor no se extienda, y
alquilo otra para los dos próximos días. Tengo dos días de permiso restantes
para los pasos, porque hay que pedir permisos. Los tengo que aprovechar. Me
engancho una Enfield igualita que la otra para mí solo. A las seis de la tarde
salimos de la tienda y a las siete estoy a aparcando la nueva moto en la puerta
de la guesthouse, y al día siguiente a las nueve de la mañana en la puerta de
la tienda para coger un casco nuevo. Brand y Ang están en la puerta de otra
tienda. Todavía no les conozco, pero esos son sus nombres. Resulta que van al
mismo sitio, así que emprendemos la marcha juntos hacia la aventura. Porque eso
es lo que va a ser. Una aventura en toda regla.
“Salimos de la cárcel, metemos la primera, en
el loro Deep Purple, chirrían las dos ruedas…”. Tiramos para Khardung La, el
puerto de alta montaña habilitado para vehículos más alto del mundo. 5.602m
sobre el nivel del mar. Las Enfield andan que es una maravilla. Unas motos
custom que se dejan anejar muy fácilmente. Subiendo, subiendo, subiendo la
carretera va desapareciendo y dando paso a una pista forestal llena de roderas,
resquicios de la última carretera y piedras caídas del cielo. Bulldozers hacen
una chocolatería en las zonas de obras. Excavan para ensanchar la carretera, y
de tanto pasar por encima y horadar dejan un puré que las Enfield se llevan por
delante sin mucho problema. Culeando un poco y con la ayuda de nuestros pies,
embarrados por supuesto, tiramos para arriba.
Caminito para adelante nos encontramos con dos
ciclistas que van de camino hacia Khardung La. Creíamos que nosotros éramos los
locos de esta historia, pero estos se llevan la palma. Cuando les pasamos vemos
a un loco más, en pantalones cortos, bajando con su bici todo follao. La cara
de histeria y de locura sobre sus hombros. Sobre su bici un cuerpo enrojecido
por el frío. Alma candida, dónde vas con este frío! Cuando nos pasa, sonriendo
con la cara poseída por la locura del descenso, nos saca el dedo. Tiene todo el
derecho. Me lo imagino diciendo “cabrones, creíais que teníais frío. Mirad este
ciclista como se las gasta”. Con la locura del ciclista todavía en la cabeza
llegamos al atasco de llegada a al alto. Camiones, coches, jeeps, bulldozers,
militares, gente… La carretera está colapsada, como en todos estos pasos de
alta montaña en el norte de India. El ejército trata de poner algo de orden en
todo este tipo de situaciones, pero la gente es más poderosa y más gilipollas
cuando se trata de un atasco.
Digamos que una de las situaciones más
estúpidas habidas y por haber es encontrarse en un atasco en una carretera que
difícilmente tiene hueco para los dos sentidos. Todos los coches que van hacia
arriba, hacia Khardung La, enfilados en la parte izquierda de la carretera.
Pegaditos a la orilla por si viene alguno de frente. Algún camión o lo que sea.
Siempre hay uno…bueno, siempre hay diez que deciden adelantar y se encuentran
con ese camión que viene de frente. El camión tiene que dar marchar atrás. O
alguno tiene que hacerle un hueco para que empiece a meter el hocico y, por
consiguiente, todo el coche, para que el camión pase. Cuando el listo eres tú
en un Enfield, nevando y con el macuto detrás, es fácil que la gente te haga un
hueco porque llevas una moto. Es pequeña y te ven con ese turista
atrevido-gilipollas que está cruzando, nevando, el Khardung La. Esquivando
coches, camiones y jeeps conseguimos llegar a lo alto. Está nevando bastante. Ofrecen
té gratis a los que cruzan el paso. Está muy calentito, pero los alrededores
están que joden. El suelo de la cafetería está congelado. Nos bebemos el té y
le echamos lo que había que echare para salir de nuevo al temporal.
Las Enfields arrancan a la primera. No
problem. Tiramos de valentía y empezamos a bajar. Madre del amor hermoso! Lo
mismo que de subida pasa de bajada. Esquivando coches en el atasco. Pasando por
un lado y por otro. La moto se va para todos lados. Se me vuelca una vez, pero
el cacharro que lleva para el equipaje la deja solamente un poco ladeada y
consigo levantarla. Tiramos para abajo con temperaturas que desconocemos.
Nevando, en primera, sin tocar el freno de adelante ni por asomo. Tirando de coraje
y con los huevos congelaos. La nieve acumulándose en la moto y en mis pelotas.
Parece que quiere salir el sol y paramos a echar un rato. Y unas fotos. Un bidi
y a correr antes de que empeore. Y vaya si va a empeorar. Ventisca por doquier
y empieza a nevar. Si te pones las gafas se empañan. Si echas la visera se
empaña. Si no la echas la nieve te entra en los ojos. Total, que todo a medias.
Los ojos medio abiertos y la visera medio cerrada. Mirando de reojo y a 20 por
hora. Nos congelamos vivos. Después de decidir tirar hasta el siguiente pueblo
sin parar, sin sentir los dedos ni ninguna de las extremidades. Con las
rodillas congeladas, que ya no sé si están o no están ahí, llegamos a North
Pulu. Lo que creíamos que era un pueblo es una base militar. Pero bueno, tienen
cantina. Entramos y pedimos chai tras chai mientras saltamos para recuperar las
piernas. La ventisca fuera es descomunal. Nos planteamos echar la tarde allí.
Echamos media hora, bebiendo, calentándonos con los labios morados.
Recordándonos lo gilipollas que somos. Sale una mijilla de sol y decidimos
tirar. El siguiente pueblo está a 20km. Arrancamos las burras y el sol sale con
fuerza. Nos lanzamos hacia Khardong, el siguiente pueblo que nos dará cobijo.
Sabemos que hay una guesthouse. En media hora estamos allí, sin conducción
temeraria ni nada. Simplemente disfrutando del sol y de la carretera seca.
Disfrutando de las motos.
Alá que llegamos a un restaurante. Cafetería
de carretera digamos. Estos quieren seguir hasta el siguiente pueblo, pero
empieza a llover, y decidimos hacer noche aquí. Yo al día siguiente me tengo
que volver porque no tengo más días de permiso en este valle (nadie me ha
pedido el puto permiso y he pagado por él). Nos acercamos a donde parece que
hay una guesthouse, nos indican, y nos quedamos. Una mujer sin una pizca de
inglés nos acoge en dos habitaciones. Una de ellas con baño. Suficiente. La
chimenea de la cocina se calienta rápidamente e invadimos los alrededores de la
misma con las ropas mojadas. Qué mal olor! Digamos que nada nos puede. Ni el
frío. Hemos cruzado el Khardung!!! Ahora a cenar y a dormir. La señora nos
habla. No entendemos nada, pero nos trata de maravilla. De vez en cuando se
ríe. Las vecinas vienen a vernos. Nos piden fotos. Nos enseñan los utensilios
de la cocina. Eran las cinco o las seis cuando llegamos, y a las ocho y algo
estábamos empiltrados. A la espera de un nuevo día.
Tseang es la dueña de la casa, y Pantam y Seam
sus vecinas. Me he apuntado los nombres porque nos han pedido que les mandemos
las fotos. A ver cómo lo hacemos! Ya tengo una pila de direcciones y fotos que
madre mía. Muchas familias! El viaje tiene que seguir su curso. Tseang prepara
nuestro desayuno. Pone un poquito de la leche cocida y la pone en un pequeño
altar. Es un pivote de madera para apoyar la copa de ofrenda. Desayunamos, nos
equipamos y nos disponemos a marchar. Nunca olvidaré la cara de esta mujer que
nos salvó la vida y nos devolvió la ropa seca. Gracias desde aquí.
Bien, la vuelta… empieza a las nueve y media o
diez de la mañana, pensando en no hacerla muy temprano por si acaso ha helado,
ni muy tarde porque va a ser larga. Cuando llego a North Pulu, después de un
camino placentero, hay un atasco algo largo. Nada en comparación con el del día
anterior en el alto. Me pongo en primera posición y un soldado me dice que no
me pase de listo. Que me espere a que abran el paso porque todavía está
cerrado. Paseando y leyendo carteles me entero de que el paso abre a la una. Mi
intención de salir pronto se ve frustrada por los horarios que no leí, o no
hubo manera de leer, a la ida. El sol sale, y un chai hablando con unos del
atasco me da energías. Al final acabo conociendo a todos los del atasco. Los de
la furgoneta, los austríacos, los dos moteros, los militares, el del camión, el
del otro jeep… los de una furgo me dicen que llevan desde el día anterior por
la tarde esperando a que abran. Dicen que lleva nevando desde entonces. Tuvimos
suerte el día anterior, o simplemente cruzamos el paso sin cruzarnos con
ninguno que nos lo prohibiera. Diferentes informaciones “no, hoy está cerrado”,
“no, lo abren luego”, “una avalancha”, “un camión volcado”. Empieza a nevar con
ventisca. Yo pienso que si me toca un día como el anterior, yo me doy la
vuelta. Pero no hay narices porque ya está todo colapsado con el atasco. Me
meto en un soportal. Ventisca, el suelo seco y copos como puños cuajan a cada
segundo. En media hora se ve el resultado. Pero vuelve a salir el sol, ahora
por más tiempo que antes. Casi indefinidamente, y se ve el camino de subida.
La una menos veinte y la gente empieza a
arrancar motores. Los dos moteros se ponen delante. Yo, como un borreguito,
tiro detrás de ellos. El primerito. Ahí acelerando la moto para que no se cale.
Como un ángel del infierno macarra. La gente me mira y levanta el pulgar. Hablo
con los otros moteros, pero no me aceptan en su secta moteril. Debe ser porque
soy guiri. Abren el paso!!! Los dos tiran a piñón y yo detrás de ellos. La
carretera, como quien dice, se acaba aquí, pero no está embarrada del todo y se
puede conducir bien. Veinte minutos después de empezar me encuentro con los
moteros. Uno de ellos no puede arrancar la moto, pero me dicen que todo bien.
Que yo tire, que ya saldrán de esta. Ahí les dejo haciendo el indio. Subo solo,
mirando hacia abajo para ver la cola de coches que va detrás de un jeep del
ejército. Me cruzo con jeeps y camiones militares que me sonríen o directamente
se descojonan. Me pitan y saludan.
El terreno se complica. Empieza a haber nieve.
Algo más de hielo por el paso de vehículos, que dejan la nieve aplastada. La
Enfield no tiene tirón, lo que la hace perfecta para el hielo porque no patina
al acelerar. Tracciona de puta madre. Llego hasta donde la nieve, el hielo y el
barro ya empiezan a ser una aventura en sí misma. Llego hasta donde un par de
camiones atascados, un jeep tirado por un bulldozer y un par de motos están
atrapadas. Empiezo a adelantar coches y llego hasta donde el bulldozer porque
no puedo más. Alguna ayudita de alguno empujando por detrás ha venido bien. Me
bajo a empujar a los de las Enfields. En cuanto llego el menda se baja y me
dice que la suba yo. Ya ves, aquí el experimentado del mundo de las motos
encargado de subir una moto. Me subo y me pregunto “dónde están las marchas
aquí?”. Resulta que es una Enfield antigua, por lo que las marchas están en la
derecha. Arranca a la decimotercera y la consigo subir unos metros hasta que se
me cala. Al final me bajo. La gente me palmea la espalda. Estoy reventado
intentando arrancarla y subirla. Al final la subimos entre todos. Los del
bulldozer me llaman. Que vaya tirando, que soy el primero, que el bulldozer va
a abrir. Ahí voy, detrás del bulldozer, que deja unos surcos de puta madre para
que la moto pille tracción. Ya podía ser todo así. Llego el primero del día 9
de Junio de 2012 a la cima. Los militares me saludan. Esto es muy raro. Estoy
haciendo unos amigos muy raros.
Arriba me encuentro con las motos de los
otros, que las han conseguido subir. Resulta que los que estaban subiendo las
motos eran militares, y los dueños en sí no son dueños si no tíos que las han
alquilado. Cruzaron el paso unos días atrás con ellas. Ahora no se han atrevido
y han alquilado un jeep y pedido al ejército que se las suba… Pero qué es
esto?! Tengo que venir yo aquí a dar lecciones de pilotaje de Enfields?!
Hablando con los tipos les digo que vaya jaleo con las marchas en el otro lado.
No quieren hablarme mucho. No sé, creo que tienen envidia. A lo mejor es que
soy yo muy orgulloso y me creo que tienen envidia, pero ven que he subido su
moto, la mía y les he echado un cable con las otras a los militares mientras
ellos subían en su jeep y no sé si se sienten un poco mal.
Decido a bajar quince minutos después de haber
subido. Esto no está para espera. Luego hay mogollón de coches y a lo mejor
nieva otra vez. Pues ale, primera, y a lidiar con el hielo nieve. Buscando el
mejor hueco. Buscando todos los charcos posibles, porque el fondo es de piedra
y la rueda agarra. En la nieve voy de un lado a otro, a veces dejándome caer esperando
que llegue un trocito de asfalta ahí adelante en el que agarrar. Ventisca otra
vez. Esta vez, para esta vuelta, he conseguido ponerme las gafas dentro del
casco. Que le den por culo a la máscara. Me congelaré un poco la nariz (hoy la
tengo pelada) pero al menos veo y no agonizo en el frío durante horas
intentando ver. Ventisca, hielo, charcos. El barrizal del bulldozer del día
anterior hoy es mejor aún. El ejército ha pasado para arriba y para abajo y eso
es chocolate puro. Que dan ganas de sacar el camping gas y calentarlo para
bebérselo. Doscientos o trescientos metros de puro chocolate. Pues allá que
voy. Qué maravilla! No he tenido que poner los pies en el suelo ni una sola
vez. Sorprendentemente salgo limpio de esta! Y empieza el asfalto! 30km para
llegar de nuevo a Leh. Los bajo todos toditos detrás de un convoy de la
policía. Saboreando las curvas y el sol que empieza a pegar. Los militares
mirándome todo el rato. Me lo paso de maravilla bajando, tumbando. Me acaloro…
qué calor!!! De repente los soldados empuñan los rifles. El convoy frena y se
bajan. Los huevos de corbata. Echan un ojo alrededor, se vuelven a subir y
arrancan de nuevo. Pues nada, seguimos hasta Leh.
De vuelta en casa para preparar la próxima. Ya
se está cociendo…
El pueblo de Hemis |
con su monasterio |
y sus ruedas rezadoras con instrucciones incluidas |
sus mascaras |
y su escuela para monjes |
alguna puerta tambien habia que poner |
la moto arrastrada |
una subida de impresion hacia Khardung La |
Bohua - el meo no me llego a la A, asi que tuve que poner una cascara de platano |
North Pulu, donde no pudimos mas y tuvimos que parar a descongelarnos |
Nuestra casita con la cocinita en Khardong |
un jak solitario. si, si, aqui hay jaks |
la foto a la vuelta, porque a la ida no hubo narices |
Khardung La |
un dia soleado de llegada a Leh |