domingo, 10 de junio de 2012

Leh: de camiones, nieves y el Khardung La


Llegado al paraíso de los turistas de alta montaña, me encuentro con el Leh más masificado pero más llevadero. Me recuerda mucho a Sa Pa, en Vietnam. Ambiente de alta montaña, aunque aquí es más alta montaña que en cualquier lugar que haya estado antes. Leh se encuentra a 3.500m sobre el nivel del mar. Sus calles están petadas con restaurantes y guesthouses, y lo que más abunda en ellos son turistas del sur de India que vienen a pasar unas frescas vacaciones, después de estar acostumbrados al calor.

Si no es por el trekking, es por excursiones a valles en furgonetas. Si no es por la sensación de frío es por visitar simplemente Leh y contemplar sus alrededores desde su palacio. Hay diversos motivos por lo que la gente viene aquí. Yo vine con la idea de andar, andar y andar y todavía no he empezado. Fue que llegamos aquí el israelí y yo y nos vimos inmersos en la aventura de alquilarnos una Royal Enfield de 350cc. Una motillo que en su época era importada de Inglaterra y que ahora se fabrica aquí. La primera noche en Leh nada más llegar empezamos a coger ideas, y el siguiente día nos fuimos de compritas. Material de acampada. Resulta que Quechua llega hasta aquí. Qué horizontes más extensos tiene Decathlon!!! Tienda de campaña, saco, camping gas… todo para una feliz estancia en la montaña, esta vez en moto, y la siguiente vez a patita. Haciendo preparativos durante todo el primer día en Leh, dejamos todo arreglado para la moto.

El día 7 de junio nos despertamos a las seis y está jarreando a más no poder. Decidimos ir a la tienda y decir que no queremos la moto, pero cuando volvemos de desayunar el sol sale por una esquinita del cielo y nos entra la paranoia. Tenemos que salir de aquí! Nos vamos a la tienda de motos y nos apropiamos de ella para los tres próximos días. Decidimos ir dirección Khardung La, el paso para vehículos más alto del mundo. No, no es posible. Está lloviendo. Nos volvemos a Leh y vemos qué hacer. Chai en mano vemos otra esquinita de sol y nos lanzamos a por Pangsong, un lago a unos cuantos kilómetros de Leh. Cuando llegamos al puesto de control antes de Chang La, el paso que nos llevaría hasta el lago, nos comunican que está cerrado por una avalancha. Parece que el día no nos deja ir a ningún lado. Parece que es nuestro destino no movernos.

Cerca de Karu, donde está el puesto de control, está Hemis. En Hemis se alberga el monasterio más antiguo de Ladakh, que es la provincia donde estamos. Se trata del monasterio más antiguo de Ladakh, construido en el siglo XVII. Muy colorido y cuadrado, y grande, está escondido en una esquinita del valle que sube más allá del pueblo Hemis. Hemis es un pueblo de estos metidos en la roca. Es precioso ver como las casas, del mismo color de la roca, yacen en los salientes que se lo permiten. El monasterio, se dice, fue refugio de Jesucristo en su visita a India durante sus años perdido. Aquí se encuentran muchos libros sobre esa idea, por algunos llamada conspiración, de que Jesucristo viajó por India, de donde obtuvo sus ideas de los tibetanos y budistas. Para gustos colores, y para historias… todas las que queráis.

Fue a la vuelta de Hemis donde nos esperaba nuestro destino. Ese destino que decía que hoy no teníamos que haber salido de casa con la moto. Cuando se plantó el día de lluvia. Cuando el paso estaba cerrado… Pero en fin, que para eso se viaja. Para que pasen cosas como esta. El caso es que bajando paramos a echar unas fotos y un cigarro y dejamos la moto aparcada. Maldito Jesucristo si visitó este sitio y no lo bendijo; maldito 7 de junio de 2012 cuando ese camión aparcado delante de la moto decide dar marcha atrás y llevarse la moto por delante y darle un arrastrón de unos pocos metros. Maldita la hora en la que tenemos que llamar al dueño para explicarle lo ocurrido y, tras acercarse para recogernos, no entrar en razón de que la culpa no era nuestra. La verdad es que, siendo turista, tienes las de perder. Toda la horda de conductores de otros camiones de la misma compañía que anda de obras por la zona dijeron que era nuestra culpa. Incluso el jefe de todos ellos, que no estaba allí, decía que era nuestra culpa y explicaba al dueño de la moto lo que había ocurrido. Yo diciéndole al dueño que me escuche a mí, que el dueño de los camiones ni siquiera estaba allí.

Total, que nos volvimos a Leh. Un colega del dueño conduciendo la moto jodida. Yo detrás. Dima, el israelí, en el coche con el dueño. Cuando llegamos a la tienda el asunto se presenta. Discutimos con el menda por no haber ni siquiera escuchado nuestra versión. Vemos que nos va a tocar pagar. Vemos que de esta no se sale de otra manera. Este hombre nos dice que hemos pagado la moto para tres días. Que no nos devuelve el dinero, que no nos da otra moto para los dos días restantes, y que tenemos que pagar la avería. Los estribos de la moto jodidos, el tanque abollado, la cubierta de la trasmisión toda raspada, las manetas… el caso, todo el lado izquierdo hecho un cristo. Tú me dirás, después de un arrastrón debajo de un camión. Bastante poco para lo que podía haber sido. Cuando el menda pone el precio en la calculadora Dima y yo nos miramos. No sabemos si le falta un cero o un uno por delante… 5.000 rupias. Eso vienen siendo 75€ repartidos entre dos. A mi casi se me pone una sonrisa de oreja a oreja. Entre dos tocamos a casi 40 pavos. Eso es nada para lo que ha sido. Si veis la moto… bueno, hay una foto que da una idea…

Después de pagar la dolorosa y salir de la tienda, Dima no tiene ganas de más motos en su vida. Yo… yo me voy directo a otra tienda, lo más lejos posible de esta para que el rumor no se extienda, y alquilo otra para los dos próximos días. Tengo dos días de permiso restantes para los pasos, porque hay que pedir permisos. Los tengo que aprovechar. Me engancho una Enfield igualita que la otra para mí solo. A las seis de la tarde salimos de la tienda y a las siete estoy a aparcando la nueva moto en la puerta de la guesthouse, y al día siguiente a las nueve de la mañana en la puerta de la tienda para coger un casco nuevo. Brand y Ang están en la puerta de otra tienda. Todavía no les conozco, pero esos son sus nombres. Resulta que van al mismo sitio, así que emprendemos la marcha juntos hacia la aventura. Porque eso es lo que va a ser. Una aventura en toda regla.

“Salimos de la cárcel, metemos la primera, en el loro Deep Purple, chirrían las dos ruedas…”. Tiramos para Khardung La, el puerto de alta montaña habilitado para vehículos más alto del mundo. 5.602m sobre el nivel del mar. Las Enfield andan que es una maravilla. Unas motos custom que se dejan anejar muy fácilmente. Subiendo, subiendo, subiendo la carretera va desapareciendo y dando paso a una pista forestal llena de roderas, resquicios de la última carretera y piedras caídas del cielo. Bulldozers hacen una chocolatería en las zonas de obras. Excavan para ensanchar la carretera, y de tanto pasar por encima y horadar dejan un puré que las Enfield se llevan por delante sin mucho problema. Culeando un poco y con la ayuda de nuestros pies, embarrados por supuesto, tiramos para arriba.

Caminito para adelante nos encontramos con dos ciclistas que van de camino hacia Khardung La. Creíamos que nosotros éramos los locos de esta historia, pero estos se llevan la palma. Cuando les pasamos vemos a un loco más, en pantalones cortos, bajando con su bici todo follao. La cara de histeria y de locura sobre sus hombros. Sobre su bici un cuerpo enrojecido por el frío. Alma candida, dónde vas con este frío! Cuando nos pasa, sonriendo con la cara poseída por la locura del descenso, nos saca el dedo. Tiene todo el derecho. Me lo imagino diciendo “cabrones, creíais que teníais frío. Mirad este ciclista como se las gasta”. Con la locura del ciclista todavía en la cabeza llegamos al atasco de llegada a al alto. Camiones, coches, jeeps, bulldozers, militares, gente… La carretera está colapsada, como en todos estos pasos de alta montaña en el norte de India. El ejército trata de poner algo de orden en todo este tipo de situaciones, pero la gente es más poderosa y más gilipollas cuando se trata de un atasco.

Digamos que una de las situaciones más estúpidas habidas y por haber es encontrarse en un atasco en una carretera que difícilmente tiene hueco para los dos sentidos. Todos los coches que van hacia arriba, hacia Khardung La, enfilados en la parte izquierda de la carretera. Pegaditos a la orilla por si viene alguno de frente. Algún camión o lo que sea. Siempre hay uno…bueno, siempre hay diez que deciden adelantar y se encuentran con ese camión que viene de frente. El camión tiene que dar marchar atrás. O alguno tiene que hacerle un hueco para que empiece a meter el hocico y, por consiguiente, todo el coche, para que el camión pase. Cuando el listo eres tú en un Enfield, nevando y con el macuto detrás, es fácil que la gente te haga un hueco porque llevas una moto. Es pequeña y te ven con ese turista atrevido-gilipollas que está cruzando, nevando, el Khardung La. Esquivando coches, camiones y jeeps conseguimos llegar a lo alto. Está nevando bastante. Ofrecen té gratis a los que cruzan el paso. Está muy calentito, pero los alrededores están que joden. El suelo de la cafetería está congelado. Nos bebemos el té y le echamos lo que había que echare para salir de nuevo al temporal.

Las Enfields arrancan a la primera. No problem. Tiramos de valentía y empezamos a bajar. Madre del amor hermoso! Lo mismo que de subida pasa de bajada. Esquivando coches en el atasco. Pasando por un lado y por otro. La moto se va para todos lados. Se me vuelca una vez, pero el cacharro que lleva para el equipaje la deja solamente un poco ladeada y consigo levantarla. Tiramos para abajo con temperaturas que desconocemos. Nevando, en primera, sin tocar el freno de adelante ni por asomo. Tirando de coraje y con los huevos congelaos. La nieve acumulándose en la moto y en mis pelotas. Parece que quiere salir el sol y paramos a echar un rato. Y unas fotos. Un bidi y a correr antes de que empeore. Y vaya si va a empeorar. Ventisca por doquier y empieza a nevar. Si te pones las gafas se empañan. Si echas la visera se empaña. Si no la echas la nieve te entra en los ojos. Total, que todo a medias. Los ojos medio abiertos y la visera medio cerrada. Mirando de reojo y a 20 por hora. Nos congelamos vivos. Después de decidir tirar hasta el siguiente pueblo sin parar, sin sentir los dedos ni ninguna de las extremidades. Con las rodillas congeladas, que ya no sé si están o no están ahí, llegamos a North Pulu. Lo que creíamos que era un pueblo es una base militar. Pero bueno, tienen cantina. Entramos y pedimos chai tras chai mientras saltamos para recuperar las piernas. La ventisca fuera es descomunal. Nos planteamos echar la tarde allí. Echamos media hora, bebiendo, calentándonos con los labios morados. Recordándonos lo gilipollas que somos. Sale una mijilla de sol y decidimos tirar. El siguiente pueblo está a 20km. Arrancamos las burras y el sol sale con fuerza. Nos lanzamos hacia Khardong, el siguiente pueblo que nos dará cobijo. Sabemos que hay una guesthouse. En media hora estamos allí, sin conducción temeraria ni nada. Simplemente disfrutando del sol y de la carretera seca. Disfrutando de las motos.

Alá que llegamos a un restaurante. Cafetería de carretera digamos. Estos quieren seguir hasta el siguiente pueblo, pero empieza a llover, y decidimos hacer noche aquí. Yo al día siguiente me tengo que volver porque no tengo más días de permiso en este valle (nadie me ha pedido el puto permiso y he pagado por él). Nos acercamos a donde parece que hay una guesthouse, nos indican, y nos quedamos. Una mujer sin una pizca de inglés nos acoge en dos habitaciones. Una de ellas con baño. Suficiente. La chimenea de la cocina se calienta rápidamente e invadimos los alrededores de la misma con las ropas mojadas. Qué mal olor! Digamos que nada nos puede. Ni el frío. Hemos cruzado el Khardung!!! Ahora a cenar y a dormir. La señora nos habla. No entendemos nada, pero nos trata de maravilla. De vez en cuando se ríe. Las vecinas vienen a vernos. Nos piden fotos. Nos enseñan los utensilios de la cocina. Eran las cinco o las seis cuando llegamos, y a las ocho y algo estábamos empiltrados. A la espera de un nuevo día.

Tseang es la dueña de la casa, y Pantam y Seam sus vecinas. Me he apuntado los nombres porque nos han pedido que les mandemos las fotos. A ver cómo lo hacemos! Ya tengo una pila de direcciones y fotos que madre mía. Muchas familias! El viaje tiene que seguir su curso. Tseang prepara nuestro desayuno. Pone un poquito de la leche cocida y la pone en un pequeño altar. Es un pivote de madera para apoyar la copa de ofrenda. Desayunamos, nos equipamos y nos disponemos a marchar. Nunca olvidaré la cara de esta mujer que nos salvó la vida y nos devolvió la ropa seca. Gracias desde aquí.

Bien, la vuelta… empieza a las nueve y media o diez de la mañana, pensando en no hacerla muy temprano por si acaso ha helado, ni muy tarde porque va a ser larga. Cuando llego a North Pulu, después de un camino placentero, hay un atasco algo largo. Nada en comparación con el del día anterior en el alto. Me pongo en primera posición y un soldado me dice que no me pase de listo. Que me espere a que abran el paso porque todavía está cerrado. Paseando y leyendo carteles me entero de que el paso abre a la una. Mi intención de salir pronto se ve frustrada por los horarios que no leí, o no hubo manera de leer, a la ida. El sol sale, y un chai hablando con unos del atasco me da energías. Al final acabo conociendo a todos los del atasco. Los de la furgoneta, los austríacos, los dos moteros, los militares, el del camión, el del otro jeep… los de una furgo me dicen que llevan desde el día anterior por la tarde esperando a que abran. Dicen que lleva nevando desde entonces. Tuvimos suerte el día anterior, o simplemente cruzamos el paso sin cruzarnos con ninguno que nos lo prohibiera. Diferentes informaciones “no, hoy está cerrado”, “no, lo abren luego”, “una avalancha”, “un camión volcado”. Empieza a nevar con ventisca. Yo pienso que si me toca un día como el anterior, yo me doy la vuelta. Pero no hay narices porque ya está todo colapsado con el atasco. Me meto en un soportal. Ventisca, el suelo seco y copos como puños cuajan a cada segundo. En media hora se ve el resultado. Pero vuelve a salir el sol, ahora por más tiempo que antes. Casi indefinidamente, y se ve el camino de subida.

La una menos veinte y la gente empieza a arrancar motores. Los dos moteros se ponen delante. Yo, como un borreguito, tiro detrás de ellos. El primerito. Ahí acelerando la moto para que no se cale. Como un ángel del infierno macarra. La gente me mira y levanta el pulgar. Hablo con los otros moteros, pero no me aceptan en su secta moteril. Debe ser porque soy guiri. Abren el paso!!! Los dos tiran a piñón y yo detrás de ellos. La carretera, como quien dice, se acaba aquí, pero no está embarrada del todo y se puede conducir bien. Veinte minutos después de empezar me encuentro con los moteros. Uno de ellos no puede arrancar la moto, pero me dicen que todo bien. Que yo tire, que ya saldrán de esta. Ahí les dejo haciendo el indio. Subo solo, mirando hacia abajo para ver la cola de coches que va detrás de un jeep del ejército. Me cruzo con jeeps y camiones militares que me sonríen o directamente se descojonan. Me pitan y saludan.

El terreno se complica. Empieza a haber nieve. Algo más de hielo por el paso de vehículos, que dejan la nieve aplastada. La Enfield no tiene tirón, lo que la hace perfecta para el hielo porque no patina al acelerar. Tracciona de puta madre. Llego hasta donde la nieve, el hielo y el barro ya empiezan a ser una aventura en sí misma. Llego hasta donde un par de camiones atascados, un jeep tirado por un bulldozer y un par de motos están atrapadas. Empiezo a adelantar coches y llego hasta donde el bulldozer porque no puedo más. Alguna ayudita de alguno empujando por detrás ha venido bien. Me bajo a empujar a los de las Enfields. En cuanto llego el menda se baja y me dice que la suba yo. Ya ves, aquí el experimentado del mundo de las motos encargado de subir una moto. Me subo y me pregunto “dónde están las marchas aquí?”. Resulta que es una Enfield antigua, por lo que las marchas están en la derecha. Arranca a la decimotercera y la consigo subir unos metros hasta que se me cala. Al final me bajo. La gente me palmea la espalda. Estoy reventado intentando arrancarla y subirla. Al final la subimos entre todos. Los del bulldozer me llaman. Que vaya tirando, que soy el primero, que el bulldozer va a abrir. Ahí voy, detrás del bulldozer, que deja unos surcos de puta madre para que la moto pille tracción. Ya podía ser todo así. Llego el primero del día 9 de Junio de 2012 a la cima. Los militares me saludan. Esto es muy raro. Estoy haciendo unos amigos muy raros.

Arriba me encuentro con las motos de los otros, que las han conseguido subir. Resulta que los que estaban subiendo las motos eran militares, y los dueños en sí no son dueños si no tíos que las han alquilado. Cruzaron el paso unos días atrás con ellas. Ahora no se han atrevido y han alquilado un jeep y pedido al ejército que se las suba… Pero qué es esto?! Tengo que venir yo aquí a dar lecciones de pilotaje de Enfields?! Hablando con los tipos les digo que vaya jaleo con las marchas en el otro lado. No quieren hablarme mucho. No sé, creo que tienen envidia. A lo mejor es que soy yo muy orgulloso y me creo que tienen envidia, pero ven que he subido su moto, la mía y les he echado un cable con las otras a los militares mientras ellos subían en su jeep y no sé si se sienten un poco mal.

Decido a bajar quince minutos después de haber subido. Esto no está para espera. Luego hay mogollón de coches y a lo mejor nieva otra vez. Pues ale, primera, y a lidiar con el hielo nieve. Buscando el mejor hueco. Buscando todos los charcos posibles, porque el fondo es de piedra y la rueda agarra. En la nieve voy de un lado a otro, a veces dejándome caer esperando que llegue un trocito de asfalta ahí adelante en el que agarrar. Ventisca otra vez. Esta vez, para esta vuelta, he conseguido ponerme las gafas dentro del casco. Que le den por culo a la máscara. Me congelaré un poco la nariz (hoy la tengo pelada) pero al menos veo y no agonizo en el frío durante horas intentando ver. Ventisca, hielo, charcos. El barrizal del bulldozer del día anterior hoy es mejor aún. El ejército ha pasado para arriba y para abajo y eso es chocolate puro. Que dan ganas de sacar el camping gas y calentarlo para bebérselo. Doscientos o trescientos metros de puro chocolate. Pues allá que voy. Qué maravilla! No he tenido que poner los pies en el suelo ni una sola vez. Sorprendentemente salgo limpio de esta! Y empieza el asfalto! 30km para llegar de nuevo a Leh. Los bajo todos toditos detrás de un convoy de la policía. Saboreando las curvas y el sol que empieza a pegar. Los militares mirándome todo el rato. Me lo paso de maravilla bajando, tumbando. Me acaloro… qué calor!!! De repente los soldados empuñan los rifles. El convoy frena y se bajan. Los huevos de corbata. Echan un ojo alrededor, se vuelven a subir y arrancan de nuevo. Pues nada, seguimos hasta Leh.

De vuelta en casa para preparar la próxima. Ya se está cociendo…

El pueblo de Hemis
con su monasterio

y sus ruedas rezadoras con instrucciones incluidas
sus mascaras

y su escuela para monjes

alguna puerta tambien habia que poner

la moto arrastrada
una subida de impresion hacia Khardung La

Bohua - el meo no me llego a la A, asi que tuve que poner una cascara de platano
North Pulu, donde no pudimos mas y tuvimos que parar a descongelarnos

Nuestra casita con la cocinita en Khardong


un jak solitario. si, si, aqui hay jaks
la foto a la vuelta, porque a la ida no hubo narices

Khardung La

un dia soleado de llegada a Leh

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