jueves, 1 de diciembre de 2011

Stung Treng: …Y me compré una moto --- Ban Lung: hacia rutas salvajes (en moto)

Camboya ha empezado con un ritmo frenético. Un poco de ayuda del recepcionista de la guesthouse donde me quedé a dormir en Stung Treng me llevó a la adquisición de una moto. La llegada a Stung Treng no fue tan llevadera como otras entradas a otros países. Cruzamos la frontera Laos-Camboya y ahí la corrupción se palpa en el ambiente y en el bolsillo. A la salida de Laos les das el pasaporte para que te sellen la salida, y para devolvértelo te piden un dólar. Si lo sé lo sujeto yo mismo y me pongo el sello yo mismo. Luego pasas a que te tomen la temperatura no vaya a ser que andes algo enfermo y se lo quieras pegar a todos los camboyanos… otro dólar. Luego un poco de jeta al pegarte el visado de Camboya y en vez de 20 dólares… 23. Luego te tienen que sellar la entrada, y de nuevo para que te devuelvan el pasaporte… otros dos. Pero bueno, que al final llegamos a Stung Treng, la ciudad más fea de todas las que he visto últimamente. Bueno, últimamente puede resultar un término un poco relativo, pero me refiero en general a Laos.

Que me desvío del tema principal: la moto y sus peripecias. Pues nada, para empezar las andanzas o las pilotanzas, o las ruedanzas… (joder, hay un gecko por aquí por los alrededores de la terraza de la guesthouse donde estoy sentado que debe de tener el tamaño de un dragón de Comodo, porque emite unos sonidos que te echan el pelo pa’tras). Todo comenzó con el plan de dirigirme a Ban Lung. Eso está a unos cuantos kilómetros de Stung Treng. Digamos que 165km. Qué eso no es na!, diréis muchos. Qué eso te lo haces con la punta del… Peritidme, amigos de las carreteras y las autovías, que os aclare unos términos de conducción en el país en cuestión. ¿Carreteras? Para qué, teniendo caminos. Saliendo de Stung Treng todo pintaba de maravilla con una carretera asfaltada en la que pude probar la velocidad de mi veloz Suzuki Viva. Y es que iba muy viva hasta que unos pocos kilómetros después de la salida de la ciudad me topo con el cartel de “Ratanakiri, hacia la izquierda”. Se acabó lo bueno. O tal vez acababa de empezar.

Empieza una pista forestal con bosque y pueblitos muy atractivos a ambos lados. En realidad lo que parece bosque son plantaciones de árboles para caucho. Bastante concentrado en la conducción, y en que no se me lleve por delante ningún camión, furgoneta o alguna que otra moto, sigo ese camino… No, aquí lo llaman carretera… sigo esa eterna vía polvorienta ataviado con mi casco “Honda”, que no hace honor a mi moto “Suzuki”, mi máscara para el polvo y mis gafas Adidas de mentira que adquirí en Vietnam. Con todo, el macuto, y mucho más, me clavé los 165km sin ningún problema aparente. Qué nadie se asuste! Ni problemas aparentes ni no aparentes. No hubo ningún incidente ni ningún percance. Simplemente un agujero que no vi, y que hizo botar a la moto, a mí, al macuto, y a todo elemento propulsado por la misma. De todo el camino ese fue el mayor “incidente” que debo constatar. Ah sí! Circular por esta serie de carreteras significa compartirlas con más motos, coches, camiones, furgonetas, autobuses… esto puede conllevar a que no veas un pescao en el momento en el que te cruzas un con una Pick-up llena de macarras que conducen al estilo salvaje. La estela de polvo que van dejando te camufla para siempre en el color de la carretera. Y más cuando te cruzas un vehículo de estas envergaduras cada cinco minutos. Después de cinco horas en la moto llegué a Ban Lung rojo. Y no del sol, si no del polvo. Rojo y a tonillos blancos, porque un tramo de la carretera era de grava blanca

 Llegué con el culo plano a la ciudad más fea después de Stung Treng. Digamos que es un alto en el camino. Simplemente una Pit-Stop. Pretendía visitar el parque natural que hay al norte, pero las tarifas de trekking con guía con desorbitadas. Y si no hay guía, no entras al parque. Aun así, al día siguiente de llegar me decidí a ir a la entrada del parque, para ver qué tipo de paisaje se antojaba por allá. Encima de la burra otra vez, llegué a Ta Veng. La verdad es que es un pueblo que no ofrece mucho, aunque aparqué y me di una vuelta por lo que se pueden llamar “los suburbios”. Digamos que crucé el puente para salir del centro del pueblo y me fui a dar una vuelta a ver a esas familias y amigos de lo cotidiano. Entre vacas, pollos y lugareños me di una vuelta, pero hacía demasiado calor como para andar sin sombras. Me volví al pueblo y me tomé una cerveza antes de partir de vuelta. He de decir que los mejores paisajes que vi fueron en el camino de ida y de vuelta. Así y con todo, como no, pude disfrutar de una alegre jornada catando las facultades de mi nuevo vehículo. A la vuelta no hice nada más que cenar, planear para el día siguiente, y acostarme porque me esperaba lo que viene siendo el Paris-Dakar de Camboya.

Un 27 de Noviembre empezó una de las hazañas que recordaré para toda mi vida. Trayecto: Ban Lung-Koh Nhek-Sen Monorum. Elementos: yo mismo, una mochila pequeña, un macuto grande atado a la parte de la moto donde va “el paquete”, una moto recién adquirida y con ganas de marcha. Factores: un depósito lleno, una Lonely Planet que sobre este trayecto dice (haré el esfuerzo de traducirlo a español): “no hay carretera desde Ratanakiri a Mondulkiri, al contrario de lo que dicen algunos mapas antiguos. Hay una carretera hasta Lumphat, pero después de cruzar el Tonlé Srepok en ferry se reduce a un camino de arena y grava hasta Koh Nhek, al norte de la provincia de Mondulkiri. Moteros “hardcore” aman esta ruta, pero hazlo solamente si tienes años de experiencia en conducción o si tienes el alma de hierro al igual que tu espalda. Cualquiera que considere seriamente esta opción debería ponerse en contacto con algún local que conozca la ruta, ya que hay diversas oportunidades de perderse. Unos cuantos repuestos, cantidades copiosas de agua y una brújula deberían bastar para hacer de la ruta algo más agradable. Es algo imposible en época de lluvias”. Analizado todo esto le pregunto a la recepcionista del hotel. La respuesta de la recepcionista es “no hay carretera, es difícil, pero se puede. Como decía Sergio, un portugués “todo lo que dice la Lonely que no hay que hacer, hay que hacerlo”, así que a esas voy. Pretendo conseguir un mapa, pero es difícil. Lo único que encuentro es un mapa peor que el de la Lonely Planet. Un mapa de colegio con algunas carreteras y ciudades del país. Algo para pegar en la pared, o colorear, pero no para llevar en una moto. Aunque ahora me arrepiento de no haberlo cogido. En realidad habría sido un bonito souvenir para regalar junto a la moto cuando la venda. Eso sí, después de coger la pasta, que como se entere el comprador de que la he metido por donde la he metido…

Salgo de la ciudad hacia Lumphat. Hasta ahí sin problemas hasta que en mi camino, después de varias preguntas a lugareños, se me cruza un río bastante ancho. Resulta ser el Tonlé Srepok. Para los cinéfilos, es el río en el que se supone que el Capitán Benjamin Willard va en busca del Coronel Kurtz en Apocalípsis Now. A uno que anda con la moto por allí le pregunto “Mondulkiri?”. Me señala el otro lado del río y me hace gestos como de “ahí pa’lante”. Me intriga el saber cómo mierdas vamos a cruzar el río, pero la pregunta no acaba de cerrar los símbolos de interrogación en mi cabeza cuando oigo arrancar una plataforma de madera dirigida por un motor fuera borda al otro lado del río. Esa es la manera. El embarcadero es simplemente el final del camino en el río. El paso es una tabla de madera. Ya me veo en el agua con la moto, el macuto, y la madre que nos parió a todos. Pero no, me las apaño muy bien para entrar en la barca. Al llegar, el mismo procedimiento para salir, antes del cual invito a mi compañero de viaje a que salga antes para ver la técnica. En primera y sobre otra tabla salgo del río, pero eso está muy empinado, me meneo con la moto, la mochila pequeña que llevo entre las piernas sale rodando y casi acaba en el agua, pero no hay problema. Proseguimos camino.

A partir de ahí empieza la verdadera aventura que, como en toda esta clase de peripecias, va en aumento a medida que transcurren los kilómetros. O los metros, porque yo ya no sé a esas velocidades… a velocidades de kilómetros por hora en negativo, que a veces me da la impresión de ir marcha atrás. Y en alguna ocasión he ido marcha atrás pese a poner todo el esfuerzo en empujar la moto fuera de aquel arroyo maldito. Pero esa es otra historia. No sé quién se ha empeñado en poner arena de playa en este camino, pero entre eso y las acumulaciones de grava, he ido con los pies fuera de los estribos más que con ellos encima de la moto. Al ir tan despacio, al cruzarme con gente y saludarme en inglés, me daba tiempo a frenar y echar una conversación. Ya se sabe “de dónde eres, dónde vas, cómo tú por aquí”. Todas estas conversaciones acababan con una sonrisa por parte de los otros como “anda que en menuda te has metido, muchacho!”. La aventura, en ocasiones, deja lugar a la contemplación del paisaje. Una maravilla de entorno en el que el bosque recuerda a la llanura africana. Unos cuantos árboles por aquí, por allá, cruzando entre ellos, y de repente un claro que deja ver el cielo azul, estampado con nubes cada vez más bellas. Pero no te despistes mirando, que te sales de la vereda. En muchos de estos claros hay multitud de aves que salen volando a mi paso. Algunas vuelan justo en frente de mí durante unos segundos. Son bonitas. Y seguro que su modo de transporte para cruzar este tinglao es mucho más fructífero que el mío.

Antes de llegar a Koh Nhek he tenido que pasar diversas peripecias. No sé cuántas veces se me ha caído la mochila cuando intentaba no escoñarme en la arena de playa. He perdido las gafas de sol en algún bote cuando las llevaba puestas en el cuello de la camiseta. Al cruzar un río con la moto, creyendo que mantendría el equilibrio perfectamente, he metido la pata hasta la rodilla, y para que la otra no tuviera envidia, pues también. Ese ha sido un río del que pensaba que no salía. Pero después ha venido otro del que me arrepiento haber dicho “no” cuando al acercarme he pensado “bonita foto”. Ha sido mi momentazo. Lo describiré al mayor detalle. Cruzo el río sin problemas, pero después del río viene una cuesta que yo creo que allí lo llamáis pared. Pero aquí es lo que hay que pasar para salir del río. Moto y yo encima he empujado, pero íbamos en segunda y no ha tenido fuerza. A lo que he notado que nos íbamos hacia atrás he ido poniendo los pies para no descender hacía atrás directamente al río. La mochila se ha vuelto a precipitar (siempre que hablo de mochila, es la pequeña. El otro es el macuto, que siempre ha ido bien amarrado en la parte de atrás). La situación era verme encima de la moto, o después a un lado, sujetándola para que no se fuera más para atrás, mientras que en el trayecto por el que tendría que subir yacía la mochila en to el medio. Me las he apañado para conseguir mantener la moto frenada y de pie, y con un estiramiento olímpico de mi brazo libre he cogido la mochila y la he lanzado al infinito para quitarla del medio. Entre frustrado y encorajinado. Sudando como un pollo por los esfuerzos. Medio cayéndome. Pensando que en la mochila va la cámara y el portátil. Qué le voy a hacer! Esto es cuestión de vida o muerte. Al final he salido del apuro en primera, la moto por un lado y yo andando por el otro. Y creíamos que meter el pie en un arroyo era lo peor. En fin… también, en un estrecho camino, le he pegado una patada a un palo, o el me la ha pegado a mí, que creía que me había roto un dedo. Nada más que una uña morada. Y se me ocurre que a lo largo de todo este trayecto, hasta que he encontrado la primera civilización después de un buen recorrer, los caminos y las opciones son diversas. Hay zonas encharcadas que son imposibles de cruzar, por lo que salen alternativas (Mariloli, no sé si leerás esto, pero tu brújula ha sido el mejor instrumento para seguir el buen camino). A veces no hay más huevos y notas que te hundes poco a poco en el fango. Pero esta moto es una maravilla! He de decir que el cuentakilómetros no funciona, por lo que al volver a ver civilización creía que había llegado. Claro que no! Tras preguntar dos veces, me han señalado un camino, y antes de salir del pueblo he preguntado una tercera vez. Al volver a encontrarme con otro pueblo me han seguido dirigiendo por caminos tortuosos. Ya no sé en qué orden van los pueblos, ríos, personas o situaciones de las que hablo. Ha sido una aventura sin igual de la que no me arrepiento y que volvería a repetir.

Cuando he llegado a lo que creía que era Koh Nhek he parado en la gasolinera y me han dicho que sí, que ese era. He soltado un “yuju!” con el que los gasolineros y gasolineras se han reído. He comprado agua y echado gasolina, y he pensado que tenía tiempo suficiente para salir de ese pueblo, que subsiste por ser un grupúsculo de casas en una intersección. Había un sitio donde quedarme a dormir, pero era una noche perdida. Eran las dos de la tarde y podía conseguir llegar a Sen Monorom. Pese a las malas indicaciones de un notas que me han llevado a perder media hora, he cogido la carretera que necesitaba. Qué finura! Qué llanura! Estaba hecha de seda! No era una carretera asfaltada, pero mi culo y los amortiguadores lo han agradecido en silencio. Sin gafas esa carretera ha sido odiosa. Mejor carretera hace que haya más tráfico. Más tráfico, más polvo. Pero la gente sigue sonriendo a mi paso, aunque con la máscara parece que voy a robar un banco, aunque aquí no los haya. A veces los coches van más despacio que yo, y pretendo adelantarlos, pero al rebufo me lloran los ojos, no veo, y no puedo. Cuando me cruzo algún camión o furgoneta grande tengo que parar porque tampoco veo. Lloro de nuevo. Estaba en la zona más bella de todo el trayecto. Desde Koh Nhek hasta Sen Monorom se extiende el parque natural de Ratanakiri. Una vasta extensión de jungla herida por una carretera que cruzo fascinado cuando el polvo me lo permite. Me he cruzado con un mono que cruzaba la carretera!!! Primer síntoma de naturaleza viva y palpable!!! Aunque un poco lejos estaba para palparlo. Volveré a esa jungla para visitarla andando. Ahora ya estoy en Sen Monorom, excitado por las andanzas del día, y por haber conseguido entrar y salir de esa aventura. Creo que es posible montar un buen negocio aquí de aventurismo motero.

Suzuki Viva 110. de camino a Ban Lung

Lagarto en el cráter de Boen Yeak Lom


el de atrás se está sacando un moco que alucinas - Ta Veng


Cruzado el Tonle Srepok, donde se supone que buscan al Coronel Kurtz en Apocalipsis Now

Ese camino maldito de Ban Lung a Kho Nhek

Uno de los innumerables ríos que tuve que cruzar. En este "metí la pata". Bueno, "las patas". En otro a poco salgo. Tardé quince minutos en sacar la moto, no del río, si  no de la cuesta que hay al salir de él. Creía que me quedaba a vivr en el, pero de ese no tengo fotos porque estaba de muy mala hostia cuando conseguí salir.

Autopista Mondulkiri - Un placer para mi culo

Esta cucaracha no sobrevivió al viaje. se debió colar en mi mochila en Ban Lung, y cuando deshice el macuto en Sen Monorom ahí estaba, muerta... :(

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