Al fin me largué de aquel lugar en el que no hacía más que llover. No podía aguantarlo más y decidí ir derechito a la costa. Nada mejor que una playa soleada para volver a coger fuerzas. Me intentaron timar de nuevo al coger el autobús desde Da Lat a Da Nang. Muchos ceros veía yo en ese papel, pero eso es que estaba en “dong”. Pero de todas formas era caro. Regateé y conseguí algo decente. Tras vaciles varios del conductor llegamos a Da Nang. Era de noche y hacía calor. No podía esperar más a llegar a algún buen lugar. Un lugar de descanso. En realidad iba a ser un sitio de tránsito y al día siguiente iba a salir pitando de allí. Era una ciudad grande y había llegado muy tarde. Mi plan era ir a Hoy An. “Vas tú listo”, me dijeron en la estación. A esas horas no había autobuses a ningún lado. Acosado por los taxistas me ausenté y me desplacé a un lado para indagar en la Lonely Planet. Sí, había un sitio barato y con buena reputación. Cuando pregunté por él era bastante caro llegar.
Tras una media hora en moto me dejé de preguntar por qué el precio sería tan desorbitado. El sitio estaba como a 15 kilómetros de la ciudad, y ahora me alegro mucho de haberlo encontrado de chiripa. Cuando lo elegí fue por el precio, pero no me di cuenta de que estaba tan perdido. El caso es que está perdido, pero en un buen entorno. Bueno, el entorno era un poco una puta mierda, pero Hoa, el dueño, una maravilla. Resulta que el lugar está en medio de una playa de unos cuantos kilómetros, subdividida en varias playas. China Beach. Lugar de recreo de los americanos en la guerra de Vietnam. Allí llegué y en la fiesta me planté. Cervecita para todo y algo de comer. Cerveza y va y cerveza viene, bien acompañado, decidimos brindar la última botella con un baño nocturno en la playa. Al principio iba a ser una cerveza nocturna, pero acabó siendo un chapuzón también. Las olas no estaban nada mal, y la luna nos dejaba ver con claridad. Algo me daba que pensar que ese sitio me iba a relajar y liberar de todas las tensiones generadas en los días anteriore. Un pacto cerró aquella noche. Al día siguiente, aunque era tarde, veríamos el amanecer sacrificando un poco de horas de sueño.
A las cinco y media de la mañana la canadiense y yo estábamos de frente a un amanecer en una playa larga y vacía. Guiñando un ojo por las legañas y el sueño, y para poder mirar por el objetivo de la cámara, vimos un bonito sol que nos hacía despertar de nuevo. Sí, de nuevo despertaba yo de mi letargo Vietnamita y me prometía no volver a dejar que el tiempo o la gente me amargasen un poco la historia. De vuelta al sitio de Hoa (Hoa’s Place) desayuné. Ella se fue a la cama de nuevo. Yo desayuné pensando en volver a la playa, pero volví a la cama para después volver a la playa. Los alrededores de este lugar no tienen nada de particular. Solamente la playa merece la pena. Al lado está la montaña de mármol, con numerosas fábricas de tallado de mármol. Mucho ruido, mucha gente vendiendo esculturas. Yo diciéndoles “y cómo meto yo eso en el macuto?”. Un buda de cuatro metros me querían vender. Ese día no hice mucho más. Me encervecé de nuevo por la noche con cuatro coleguis de Gales. Interesantes historias que contar de un chaval que era ingeniero aeronáutico en Afganistán y una chica que es instaladora de grandes alturas (pantallas gigantes en estadios de fútbol, parabólicas en sitios muy alto…). Una pareja peculiar. Al día siguiente cogería mi autobús hacia Hue.
Para coger el autobús, con todo ya pagado, un vietnamita con una tabla de surf me acompaña al autobús. Cuando para un autobús le da la tabla de surf a un alemán, que la intenta meter donde las maletas mientras el conductor le dice “10$”. Pero cómo iba a pagar ese chaval 10$ por una tabla de surf si el autobús le cuesta 5$??? Pues que el alemán se chinó y se bajó. Le dije que ahora en cinco minutos yo cogía un bus para Hue, y que si él iba para allá también podía coger el mismo y mediar para meter la tabla de surf. Resulta que cuando ya estamos en el bus y todo me entero de que el hombre que me ha acompañado se ha llevado unos dineros por llevarle la tabla de surf al notas este, y otros dineros por mi parte por acompañarme al bus. Que digo yo que ya podía haber parado yo el autobús yo solito, que para eso me estoy curando yo la herida. Para poder alzar el brazo sin ningún tipo de problema y poder decir “Hue”. Y si es que sí, pues lo cojo. Pero no, aquí te intentan sacar los cuartos por cualquier esquina. Hasta el jodido Hua este, que parecía un tío campechano y amable.
El caso es que la historia del tío campechano y amable es la siguiente. Lleva montando el tinglado del negocio de alojamiento desde 1994. Entre los mochileros que viajan por Vietnam, este sitio es bastante famoso. Barato, cerca de la playa, y el hombre es bastante enrollado. Las habitaciones tienen sus cosillas, como todas. Qué se yo… sus cucarachillas, su moho en las paredes del baño… pero que se está bien allí, vaya. Ahora le quieren tirar el tinglado, porque quieren construir en toda la zona un resort enorme, más acorde con las nuevas necesidades turísticas de Vietnam. Vaya tela con Vietnam! De cara a fuera es una República Socialista, pero de cara a dentro no tiene más que comunismo capitalista. Es una mezcla de comunismo unipartidista con control en todo, mezclado con el mayor afán de comercialización y privatización de muchos lugares que he visto. Por la noche hay gente en bicicletas con un altavoz y propagandeando por las calles a gritos. Cosas que no entiendo, pero que deduzco “Qué bueno que era Ho Chi Minh!!”, o similares. Mucha propaganda escrita en carteles y paneles que recuerdan que la educación, el ejército y la sanidad son estupendos en una sociedad que no tiene permitido criticar al gobierno.
Hue es una ciudad que he compartido. Al final llevo unos días con el alemán. Viajamos juntos, compartimos habitación, y todo sale más barato. Tenemos buenas ideas y entre Hue y Nin Binh lo hemos pasado bastante bien. Llevo seis días con él y la verdad es que no hay pega. En realidad a lo mejor necesitaba ya un poco de compañía un poco constante en este camino. Bueno, a ratos sí y a ratos no, que a veces echo en falta hacer un poco lo que me da la gana.
Un día, en Hue, llovió como nunca he visto llover. De eso que dices “pero esto no ha parado, pero además es que cae que duele, y es que no va a parar”. La alcantarillas no dan abasto y las calles se empezaban a inundar mientras desayunábamos un ridículo plato de no sé qué típico de Hue. El agua hasta las rodillas mientras mirábamos cómo salir de esa ciudad al día siguiente. Pero aquí la vida no para. Las motos navegan las calles, los chubasqueros los llenan todo de color y los coches salen a la mar de agua dulce creada por la lluvia. No es el entorno más salubre que he tenido la oportunidad de visitar en mi vida, pero también he de decir que es una de las experiencias más húmedas. Ni que decir tiene que nos pasamos la tarde en un bar bebiendo cerveza y vino de arroz viendo pasar motos con el agua hasta la mitad de la rueda y esperando que el garito no se inundase. El alemán, un francés y yo acabamos en un bar jugando al billar. Un bar peculiar, del que ya daré más explicaciones. No era un bar de putas, pero las chicas que allí merodeaban estaban para calentarte y darte fuego (darte mechero, aunque se esforzaban por darte fuego del otro también). Nada quería yo que tuviese que ver con babosear chicas, por supuesto, así que después de sentir el azote de las cervezas y ganar un par de partidas de billar, nos fuimos a la piltra como buenos compañeros, debatiendo y criticando todo lo que habíamos visto en ese bar. Al día siguiente tuvimos tiempo suficiente para visitar la ciudadela, mientras esperábamos para coger nuestro autobús que nos llevaría a Ning Bing a las 6 de la tarde.
Ese autobús era nocturno y nos apeó en Ninh Bing a las cuatro y media de la mañana en una zona un tanto extraña. La verdad es que no he conseguido concebir por qué, pero todos los buses nocturnos para ahí y hay moteros y taxis para que te vayas a un hotel. Nosotros pasamos del royo, porque ya habíamos visto un hotel en la guía. Decidimos desayunar y hacer tiempo para ir a coger una habitación. Llegamos allá y entre pitos y flautas a las siete ya teníamos habitación y estábamos subidos en una scooter que habíamos alquilado para irnos de la ciudad. Ninh Bing lo que tiene es que no tiene nada más que lo que hay alrededor. Después de tres días aquí nos hemos dado cuenta que tiene mucho, mucho, mucho.
En tres días nos ha cundido bastante, porque hemos cogido la moto todos los días. Después de oír batallitas sobre el estilo de conducción vietnamita, se preguntará la gente qué mierdas hacía yo intentado conducir una moto en estas carreteras. Pero nada más subirte al ciclomotor te sientes como sangre en las venas. Que el tráfico fluye a tu alrededor y tú con él. Que las pirulas entrar a formar parte de tus necesidades básicas, y que después de diez minutos en esa moto, con esos cascos ridículos, sientes la necesidad de pitar cada 10 segundos. En estos días nos hemos dejado perder y encontrar. La gente no sabe leer, en gran parte, por lo que no sabe interpretar un mapa, por lo que no sabe explicarte ni dónde estás, ni cómo ir a ningún lugar. Tu preguntar “Tam Coc” y ellos te dicen “OK, OK”, como diciendo “sí, sí, algo me suena. Ese nombre lo he oído yo antes”. Tienen una manera rara de comunicarse con uno. No te dicen que no te entienden, pero tampoco te dicen que quieran hacer por entenderte. No entienden de tiempo ni de distancias. No te dirán los kilómetros que te quedan, o si te los dicen te los dirán mal. Nada está tan cerca como creías, ni tan lejos como dice el mapa. Las zonas rurales son muy divertidas, saludando a todo el mundo como en Corea. Todos los niños a la voz de HELLO te menean la mano. Descubrimos zonas rurales estupendas, fuimos a las formaciones rocosas de Tom Coc, algo fuera de lo normal, estuvimos en un parque de reintegración forestal de monos y tortugas, en unas cuevas en Coc Phong, lloviendo mientras pilotábamos nuestro biciclomotor, se nos hizo de noche por las malas explicaciones, vimos el mejor de los paisajes que he visto en Vietnam desde la moto, de noche, con la luna llena y la silueta de las montañas en el fondo. Unas montañas que no puedo explicar con palabras. El agua entraba hasta por el agujero del culo. Siempre con miedo a quedarnos sin gasolina en una moto sin velocímetro, sin luz de atrás y sin cuentakilómetros. Unas carreteras que no son carreteras. Unos camiones que son asesinos sobre ruedas, pero que luego tienen su corazoncito. Hemos visitado la pagoda más grande del sureste asiático, una pagoda con budas dorados enormes. La gente se sigue riendo de nosotros, pero nosotros también de ellos. Con gracia, con alegría y con humor. Sin perder la educación que tanto caracteriza a los vietnamitas. No, bromeo. Ellos nos faltan el respeto y nosotros les damos la espalda con cortesía. Nos intentan timar con trucos que se ven en sus mangas. Nosotros obviamos sus gestos si vuelven a pedirnos algo. Han sido tres días en Hue en los que nos lo hemos pasado muy bien con las motos, las pérdidas, los encuentros. Preguntar hasta cinco veces a la misma persona si la dirección de vuelta a casa es esa y decirte que sí cinco veces. Pues no, era hacia el otro lado. Preguntar y darse la vuelta y pirarse. Otro que le preguntas y te repite el nombre de la ciudad. Ya optas por parar y echar un café. Me quedo con sensaciones que no se pueden contar al estilo que se cuentan las demás batallitas, porque han sido tres días que se quedan en uno solo. Y lo demás, en un resumen fotográfico que aquí queda.
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Antes vivía en una jaula. ahora vivo aquí porque no sé vivir solo en la jungla. las condiciones podrían ser mejores, pero me han dicho que si aprendo a buscar mi propia comida me llevarán al entorno de semilibertad, y si allí me desenvuelvo bien, me llevarán de vuelta a la jungla. al menos aquí nadie me mata de hambre ni me intenta vender a una familia rica para estar en una jaula en su jardín. |
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se me ha metido algo en el ojete, mira a ver |
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te voy a pegar un bocao en la nuca... |
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motorizados en la jungla vietnamita |
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Oliver (el alemán), junto a un árbol de mil años en Coc Phong |
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Desde la montaña de la isla de Mua se divisa Trang An. extraño grupúsculo de montañas que envuelven Ninh Binh |
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las cabras se protegen de la lluvia en la cueva |
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y las vietnamitas salen de la cueva para ir a pecar al río-lago que fluye entre estas extrañas montaas que se extienden a lo largo de varias decenas de kilómetros cuadrados |
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y luego vas y te encuentras con tres budas de oro macizo de 12 metros de altos. para que el budismo aspire a no necesitar nada |
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traje típico vietnamita (para montar en moto bajo la lluvia) |
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la canadiense amaneciendo en China Beach |
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algunos barcos de pesca aquí son redondos |
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la Venus se ha operado los pechos |
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niños conquistan tanque americanos al sur de Vietnam |
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tipical vietnamitan |
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nada mejor que vestir como tu pareja |
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a ver quién mierdas sale a la calle para dar una vuelta en bici |
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remando con los pies en Tam Coc |
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atasco de barcas entre las formaciones pomposas del río en Tom Coc |
Mes duro de trabajo...... reconforta y anima ver que por lo menos hay alguien que disfruta del tiempo..... Buenas experiencias y mejores escritos.......Menudo futuro te espera!!!! de aqui al premio planeta!!!
ResponderEliminarTe seguimos, te queremos!!!
Sigue adelante. GRANDE!!!