jueves, 22 de marzo de 2012

Chiang Mai: de los templos a las alturas

Desde Myanamar nada nuevo pasó en Bangkok. Como siempre, utilicé la ciudad a mi antojo para todas aquellas compras, reservas, embajadas y tiendas grandes que necesité. Tampoco tuve mucho más de dos días para aprovecharme de Bangkok, porque al día siguiente de llegar cogería mi tren hacia Chiang Mai.

Chiang Mai es ese lugar remoto, que no está tan remoto. Ese lugar que tiene todo tipo de actividades para el recreo. Todo tipo de deportes como rafting, trekking, mountainbiking, rockclimbing, … todo acabado en –ing. Todos los –ing se pueden encontrar aquí. Ah, sí, bungyjumping, karting, cycling. Además de todo eso, la ciudad me recuerda mucho a Luang Prabang. Tiene su casco antiguo, rodeado por un foso y por los restos de una muralla centenaria que envuelven en sus adentros una amalgama de templos. Es lugar para el turista, pero también la vida de estos, como en Luang Prabang, se entremezcla en sus calles con la de la gente local. Entre hostels y guesthouses todo parece saturado de tursitas, hasta que en algunas calles remotas te encuentras con la pura vida local d este lugar, que se ha convertido en mi casita durante seis días. Planeando simplemente hacer un pit-stop aquí, me encontré con algo que me llamaba la atención. Teniendo en cuenta que la guesthouse que he encontrado de rebote ha resultado ser un lugar encantador, con su familia encantadora y su desayuno perfecto, he decidido quedarme algo más. Viendo que el tema del visado de India también lo puedo solucionar aquí, creo que me quedaré en el norte de Tailandia hasta que me tenga que bajar a Bangkok para coger el vuelo.

Bicicleteando por la ciudad, entre sus chinastowns, y sus templos; sus mercadillos nocturnos y su comida de calle; sus tuk-tuks y sus conductores, con los que nunca dejas de hablar; sus cervezas y sus currys; sus 7Eleven, que aquí en Tailandia nunca faltan, y todo lo que este lugar me ha dado, me dejé atrapar.

Y me lancé hacia lo que hacía tiempo tenía ganas de conocer pero veía con un poco de agonía por aquello de mis rodillas. Me tiré hacia un curso de escalada de tres días. Sé que para algunos será una chorrada porque sea algo a lo que están acostumbrados ya que son escaladores, o practican la escalada frecuentemente, pero para mí ha sido  mundo totalmente nuevo del que me he quedado “colgado”. Viene siendo bastante más barato que el submarinismo, por lo que lo podría llevar más fácilmente y económicamente.

Puede que sean muy pocas líneas para una semana, pero entre templos, rocas y cuerdas no me ha dado para mucho más. Tengo los deditos de los pies que me hierven. Los músculos de los brazos, que nunca he utilizado para nada tan trabajoso, que se me revientan. He aprendido a escalar, que supongo que tampoco es algo que tenga mucho que enseñar más allá de los nudos, de los anclajes y de los bla, bla, bla… pero también he aprendido a colocar la cuerda. A subir a una vía sin abrir y poner la cuerda. Ha sido un poco aparatoso psicológicamente eso de subir sin cuerda que te sujete a nada hasta que pones el primer mosquetón. Luego nada que te sujete hasta el segundo mosquetón hasta que lo pones. Bueno, en realidad te sujeta el primero, pero si te caes, pues tienes que esperar hasta volar cerca del anterior, que es el que está asegurando en ese momento. El primer día bien. Todo aseguradito. El segundo día es cuando aprendí a hacer eso de abrir la vía. Cuando llegas al final te aseguras, y el de abajo te está sujetando. Ese momento, o momentos, en el que cambias de la cuerda a un anclaje para sujetarte a la vía pone un poquito mis pelos de punta. Tienes que dejar la cuerda libre para maniobrar con ella y pasarla por los aros. Pero hasta que no te cercioras bien de que estás anclado a la roca no tienes narices a soltar la cuerda de tu arnés. Como decía Fred, el que me ha enseñado: “Se te da bastante bien ahí arriba cuando estás solo, que no te ayuda nadie”. Nos ha jodido, mi vida depende de ello. Cuando estás arriba se te puede olvidar algún paso, pero no se te olvida ni de coña el de anclarte a la pared nada más subir. Luego que pierdas la cuerda, que no pongas un mosquetón para la cuerda y que tenga que deshacer lo que sea para hacerlo otra vez, o lo que sea, da igual, cuando estás asegurado y te has cerciorado ciento cincuenta veces por lo menos. Da telele estar ahí colgado por dos putos mosquetones sin cuerda ni nada, y maniobrando todo el percal hasta que lo apañas todo, te vuelves atar el cabo a tu arnés y te toca soltar el seguridad. Cuando sueltas el seguridad, lo mismo. Piensas ciento cuarenta y pico veces que el “ocho” esté bien hecho. Incluso lo comprobé tirando de él y diciendo “vale, el ocho está hecho, la cuerda pasa por los aros, y Fred anda por ahí abajo tirando de la cuerda. Todo cuadra”. Que la vía sea fácil no quita que la hostia de 25 metros te la quite nadie.

El tercer día seguimos con eso de abrir vías, de otra manera diferente. Otro método en cadena, y una vía más chunga. Fred abrió el primer tramo. Luego subí y nos encontramos. Luego subí yo abrir el segundo tramo. Me cago en la puta con el segundo tramo!!! A dos metros de anclaje final me caí dos veces. Todo asegurado, por supuesto. Tuve que gritar “falling!!!” dos veces. Es curioso como gritas “cayéndome!!!” con bastante tranquilidad a 35 metros, solo para avisar al otro de que haga más tensión de la normal. Pero tampoco es que te acojones porque te vayas a caer. Solamente que da rabia porque me ha costado como 20 minutos desde ese punto fatídico hasta que he llegado hasta arriba. Y cuando estaba arriba, anclado, ese “Yuju!!!” no me lo ha quitado nadie.

Por la tarde he abierto otra vía que ya abrí el día anterior, pero los pies ya no me daban para más. Las rodillas me han respondido de puta madre durante los tres días. Sin problemas de ningún tipo. Lo único, la flaqueza en brazos y piernas al pasar las horas y los días por la falta de costumbre. Temblores a unos cuantos metros de altura que no vienen siendo muy cómodos, pero una experiencia de la hostia. Preparaos, gente, porque cuando vuelva me voy a meter de pleno en la mierda esta de la escalada. Me ha molao demasiado y he aprendido como abrir, que es todo lo que necesitamos. Y digo, “necesitamos”, porque sé que más de uno se apuntará. Desde aquí, Chiang Mai, cogeré un bus a Pai, donde he quedado con gente que he conocido aquí y una couchsurfer que conocí en Seúl. Ya avanzaré más historias.

Y más camisetas nazis!!! que no! que son budhistas!!! - Chiang Mai

China Town

Estas amables señoras en estatuillas están por todos lados en Chiang Mai


Eso sí que es una palabra larga!Isipatanamarugatayawan. como Apu, el de los Simpsons. Apu Nahasapimapelian!


Mucha grima viendo al monje en la urna, aunque era de cera


Al fin el enanito encontró monumentos a su alcance

Y yo encontré una báscula: 74 kilitos. y unos pies que dan asquito

El jardín de la algría de Lara Croft, o de Indiana Jones. Exhibición de estatuas de terracotta, en una calle perdida en Chiang Mai


Sorprendido de la fuerza de este hombretón!

Cuando solo puedes echar raíces entre los adoquines




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