sábado, 14 de enero de 2012

Andoung Teuk: ya te echo en falta --- Bangkok: pasaportes y otros quehaceres

La falta de continuidad, damas y caballeros, se debe a una agenda muy apretada últimamente. Además, estando rodeado de gente todo el rato me ha dejado poco tiempo para mí mismo o, mejor dicho, para los lectores. Andoung Touk ya es cosa del pasado. Aunque lo voy a llevar por dentro durante mucho tiempo. Un lugar al que volver. Un lugar que no olvidar.

Después de una fiesta de navidad muy rara, con calor, con cocos y whisky, con franceses, australianas, camboyanos…. todos borrachos… emigré a Bangkok durante tres días. Tenía que renovar el pasaporte. Camboya no tiene embajada española, por lo que me tocó ir a Bangkok y volver al ajetreo de una gran capital para una pequeña personita como yo. Cogí un bus en Adoung Touk hasta la frontera. Uno de los autobuses más caros, proporcionalmente a la distancia, que se pueden coger por aquí. La verdad es que Andoung Touk está marginado del mundo hasta para eso. Es uno de esos pueblo por los que se pasa pero no se para. Y si se para, se paga caro (en dinero).

La frontera, nada más allá de la realidad. Otra frontera con su solazo, sus colas de espera, sus tormentos de gente intentando rapiñearte dinero y sus consecuentes sobrevalorados precios en el transporte cuando cruzas al otro lado. Digamos que siguen la filosofía de siempre: “lo necesitas… pues pagas”. Una hora más en una minivan después de la frontera. Dos horas de espera en la estación de Trat, en Tailandia. Y cinco horas y media de autobús desde Trat hasta Bangkok. Al menos, cuando llegué a Bangkok pude coger el Skytrain y el metro, que me ahorraron dinero a la hora de acercarme al centro.

Renuncié a la idea de ir al barrio ultraturístico y caótico de Kaoh San. Algo me habían comentado que cerca de la estación de tren había alguna guesthouse barata donde asentar el culo y la cabeza. La medianoche ya había pasado y por allá pululaba yo por chinatown y la estación hasta que di con un antro asequible para una noche. Al día siguiente me cambiaría, pero por ahora solamente necesitaba una cama. Daba igual la calidad. Importaba la cantidad de Bat que me van a clavar por ella. Lo hice bastante bien. Fueron algo más de cinco dólares, que a esas horas de la noche y sin reserva en ningún lado me parecieron estupendos. Al día siguiente tenía que levantarme prontito para ir a la embajada.

Así hice. Me levanté prontito y de camino a la embajada, que se encuentra en un edificio colosal, al lado del parque de la reina, en el piso 23. Todo estaba bien conectado por metro con el sitio donde me quedé a dormir. También pensé en eso a la hora de quedarme cerca de la estación de tren. Me personé en persona y un amable tailandés me recibió con un español sudamericanizado bastante notable y gracioso. Fotos, formularios, etc… después de una semana recibí un mail. Ya tengo pasaporte nuevo. Está en Bangkok, esperándome. Me pidió dos fotos y solamente tenía una. Me enteré de que cuando piden dos fotos no es porque no la puedan escanear y duplicarla. Es por si la pierden. Al final todo funcionó con una sola foto.

El resto de mi estancia en Bangkok la dediqué a encontrar una nueva lente para la cámara de fotos. Tarea la cual me resultó imposible en los dos días que estuve pateando todo tipo de centros comerciales y tiendas de la ciudad. Todos los centros comerciales y tiendas grandes dedicadas a la electrónica gozaron de mi presencia en esos dos días. En todas saqué mi cámara y en todas obtuve un rotundo “no” por respuesta. Y a la pregunta de “y sabes dónde puedo…” no me dejaban ni acabar y me daban otro “no” aún más rotundo. Me desquicié. Al final decidí dedicarme al resto de artículos que necesitaba adquirir en una gran ciudad. Falló también el intento de tener una Lonely Planet fotocopiada de Tailandia. Me dijo una amable tendera que las Lonely Planet piratas las importan de Camboya y Laos. Bueno, aquí estoy en Camboya todavía, así que buscaré. Unos pantalones y un disco duro externo para no perder ni por asomo todo lo que tengo en este portátil hicieron la vez de las compras. Y, sí, me he hecho un piercing en la nariz.

Todo el mundo hablaba de que Bangkok era una ciudad que despreciar desde un primer momento, y debe ser porque es el primer contacto que tiene la gente con el sudeste asiático. Conductores de tuk-tuk acechan en cada esquina, suciedad y podredumbre en algunos lugares, intentos de cargarte más solamente por ser extranjero… una parte más de la vida en esta región. A mí me tocó aprender en Vietnam, y después de eso creo que ya puedo tolerar cualquier ciudad, aunque me han dicho que India es comparable o, en ocasiones, peor. Pero nunca volveré a hacer caso 100% a las opiniones de la mayoría. Luego resultan ser exageraciones o, bueno, eso, simplemente meras opiniones.

A la vuelta de Bangkok a Anodunk Touk, tras darme cuenta que a la ida me habían cobrado más de lo debido, me la clavaron en la caseta de inmigración en la frontera. Me hicieron pagar 30$ en vez de 20$. La corrupción aquí está a la orden del día y, o juegas, o no pasas. Así que jugué. Al otro lado la situación fue bastante graciosa. Tenía que decidir entre quedarme a pasar la noche y coger el bus al día siguiente, o conseguir negociar un precio por una furgoneta hacia Andoung Touk que valiera la pena y que fuera igual o inferior a una noche de guesthouse y el precio del autobús del día siguiente. El conductor de la furgoneta enseguida se dio cuenta de que yo sabía de lo que estábamos hablando cuando empecé a negociar el precio con él, así que me llevó a un lado y me dijo. “mira, tengo dos italianos que me están pagando un pastón porque no tienen ni idea. Negociamos entre tú y yo, pero no digas nada delante de ellos sobre el precio”. Todo cuadró. Incluso me invitó a una cerveza y me paró en el banco para que sacase dinero. Lo que se llama un tío razonable.

Andoung Teuk seguía en el mismo sitio. Llegué justo para la cena, pero todo el mundo se había marchado para Phnom Penh para celebrar nochevieja allí. En su lugar me encontré con Thomas y Vibi. Ambos alemanes, pasaban por aquí y se quedaron una noche. Con ellos pasé nochevieja, año nuevo, mi cumpleaños… les fui convenciendo poco a poco de que se quedaran un día más. Y otro más, y otro más… Nos empedofamos en nochevieja. Y el día después también. Brad, aquel elegante y buen hombre de Louisiana con el que tantos buenos momentos pasé en Laos, vino a visitarme a Andoung Teuk para nochevieja también. Un par de catalanes que andaban por la zona cenaron con nosotros también. Después de aquello, de ver las  fotos de Nepal, de India que Thomas y Vibi traían… me despertó el afán viajero de nuevo, y cuando Sopheap volvió de Phnom Penh con Angela y Georgia le dije que ya tenía una fecha de salida. Que sería en diez días. Desde ese momento ni él ni yo fuimos los mismos. Ambos sabíamos que yo me iría en algún momento, pero teniendo una fecha, ahora todo era una cuenta atrás. Yo con la mosca detrás de la oreja de no querer hacer daño, porque en realidad no me voy porque no me guste el proyecto o porque me haya cansado, sino porque haciendo balance, el trotamundos que ahora trota dentro de mí tenía otra vez ganas de montarse en la moto y seguir camino.

Desde que decidí una fecha para irme, los niños han estado más cariñosos de lo normal. También pensando que tenían más confianza conmigo. Cuando volví de Bangkok, cogí un par de clases más, que antes llevaban Lili y Lilith, lo que hizo que me enganchará y me enterneciera no por mis veinte niños, sino por treinta más que entonces se convirtieron también en “míos”. Todo ha seguido su curso en la escuela y en Andoung Touk desde entonces. Cuando volví de Bangkok, en dos días, la escuela ya tenía el pozo que habíamos estado meditando y negociando con un par de compañías, y que Angela y Georgia, junto con algunos amigos y familiares, han subvencionado por completo. En estos días hemos conseguido cavar y terminar el huerto, que ahora con el pozo es totalmente posible, y que tanto me ha recordado a Valdeavellano. Ambos, el pozo y el huerto. Cavando el huerto me he destrozado las manos, y hemos llegado a la conclusión de que tengo manos de señorita. Ampollas reventadas y heridas es lo que abunda en ellas ahora.

Recordaré mi penúltimo día en la escuela más que el último, porque fue ese día el día que le dije a los niños que me iba. A unos con ayuda del traductor Sopheap. A otros directamente en inglés. En una de las clases Sopheap lo dijo lentamente y en inglés. Una chica lo comprendió y lo tradujo rápidamente en khmer para toda la clase. Recuerdo las miradas hacia la chica. Cuando terminó de hablar todas las miradas serias se giraron hacia mí. Ese día tenía preparada una canción para clase, que todos cantaron con gusto, y que a mí ahora me emociona. Es una adaptación para nivel básico de inglés que me he inventado con una canción de la banda sonora de Juno. La otra clase me comprendió perfectamente en inglés. Algunos tienen la misma edad y otros son un poco más mayores, pero todos son más ágiles mentalmente que los otros. Me enteré después que, cuando terminé de hablar, se comentaba por clase “otro que se va…”, y eso me dio mucho, mucho coraje. Pero en realidad siento que no es malo para ellos. Aprenden a forjar relaciones fuertes, y aprenden a ver que algo no tiene por qué ser para siempre.

Lo peor fue con la clase de los pequeños. Estos han sido los que he tenido durante todo un mes. Con los que empecé y con los que terminé. Primero hablé en inglés,  pero eso fue como ponerle Sabina a una vaca. No se pisparon de nada. Después Sopheap tradujo, y sus miradas me mataron. Solamente pude decir “Voy a volver. No sé cuándo pero voy a volver”. Los ojos se me encharcaron. No les podía mirar a la cara. Todos conos hombros caídos, con las miradas serias. Luego se les pasa en un pis-pas, porque son niños y los niños saben jugar y divertirse, que es para lo que están. Pero sé, o quiero creer, que en algún momento de sus vidas, se acuerden de Teacher Al (Me he tenido que simplificar el nombre en la escuela, para hacerlo más fácil para todos. Ahora me he acostumbrado y me presento como “hola, yo soy Al”). Teacher Al se va a acordar de sus caras para siempre, y a teacher Al se le vuelven a humedecer los ojos cuando escribe estas líneas. Vison, Pim, Li, Srinlei… solo me acuerdo de algunos nombres porque yo para eso no valgo, pero todos, para mí, tienen un mote y una cara que siempre cambiará pero que para mí se ha quedado grabada en la memoria como es a día de hoy. Apple girl, noughty boy, big eyelashes, vietnamese guy, one tooth guy, weird drawings boy, tall girl, earing boy (hay un niño que tiene un pendiente porque cuando nació y vieron que tenía un testículo más alto que otro, se lo ponen para equilibrar el cuerpo y el alma. Pasa con todos los que tienen el mismo problema. Creo que para ellos, yo tengo un serio problema en los huevos). Voy a echarlos de menos a todos. Apple girl me dejó de mirar el día que dije que me iba. No quería ni acercarse a mí. Después de una hora de clases en la que estuve jugando con todos, se acercó y me dijo “teacher, go home”, que es lo que dicen siempre que se tienen que ir a casa. Nos miramos, le abrí los brazos y vino corriendo a abrazarme.

Hoy he salido de Andoung Touk. Después de abrazos, besos, y casi lágrimas de nuevo, he cogido carretera y manta, como decía aquel. Creyendo que podía ir a mi destino por una carretera que luego ha resultado ser que no. He parado a comer y me ha dicho un amable caballero, en un inglés sorprendentemente correcto para el pueblucho en el que me encontraba, que no podía ir por donde yo quería ir. Que tenía que desandar lo andado e ir por otro lado. Como no me daba tiempo a hacerlo hoy, aquí estoy, en una ciudad-pueblo asquerosa en la que pasaré la noche y mañana iré hacia lo que viene siendo el centro de los Cardamomos.

El orden cronólogico de las fotos ha salido como le ha dado la gana esta vez, pero la verdad es que nadie va a notar que los niños han envejecido en dos semanas. Ahí van un porrón de fotos para el reportaje gráfico.




Tuh


Bailando "Blues Brothers"


No quiero fotos



Vison, vietnamese guy

El de la izquierda es Pol, el oficial de la comunidad, y el de la derecha Sopheap, el que lleva el royo

Instalando el letrero de BCDO. Mi moto es khmer. Yo ya me siento khmer con este carruaje a mis espaldas


Volando, volando, siempre arriba...


Dos hermanos

El huerto da sus frutos



Apple girl

Fiestón

Georgia, Angela y un borracho local

Nuestra casa en navidad


Nuestro pequeño árbol de navidad, patrocinado por Angkor Beer

un gecko atacando a una serpiente en defensa propia

La buena vida de la Navidad


Dónde estarán mis dientes después de comer tanta caña de azúcar. Da igual, soy feliz!
Aburrido de los autobuses de aquí!!! - Bangkok

Pues ya me dirás tú cómo arreglamos este jaleo - Bangkok

Stick sour PUNK. golosinas en Bangkok


Parches de todo tipo

Amanece en Bangkok

Una habitación que da miedo en Bangkok

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