La vuelta a la falta de constancia se debe al ajetreo de movimiento que llevo en las últimas semanas. Salir de Siem Reap no fue fácil. Me quede estancado en aquella ciudad durante seis días debido a la buena compañía y a los buenos alimentos y refrigerios. Encontré ese sitio donde ir al menos una vez al día a comer. Donde me trataban bien y me ponían frutita de postre. Incluso cuando iba con más gente, nos hacían descuento en la cuenta. Es como que me hice relaciones públicas del lugar. Siempre digo que las ciudades hechas para los occidentales no me gustan. Siempre digo que son una aberración. Y luego resulta que es donde me tiro más tiempo. La gente llegaba y se iba, y yo seguía ahí, de relaciones públicas del restaurante aquel, y haciendo nuevos amigos cada día. Suecos, finlandeses, escoceses, ingleses, irlandeses, australianos, americanos, canadienses, catalanes… todos esos pasaron por mis andanzas en aquella ciudad. Buenos tiempos en Siem Reap. Buenos contactos y buenas amistades. De la comida a la hamaca y de la hamaca a la comida, y de la comida a las cervezas, y así pasaron cinco o seis días, cuando ya vi que me tenía que ir. Además, conseguí vender la moto al dueño del sitio donde me estaba quedando a dormir.
El trayecto hasta Andoung Touk, el pueblo del proyecto, fue largo. Las pocas horas de sueño, mezcladas con el bacheado trayecto en autobús hicieron que fuese casi imposible dormir en el vehículo. No sé por qué tenía yo la impresión de que la carretera que une las dos ciudades más importantes de Camboya sería un buen lugar por el que pasar y dejar llevar la resaca y el cansancio por las pocas horas de sueño hacia un buen sueñecito en el asiento. Pero no fue así. Llegué a Phnom Penh, capital del país, demasiado tarde para poder coger un autobús hacia Andoung Touk, por lo que sin tener ni idea del lugar, me tuve que inmergir en aquellas calles. Después de un rato encontré un lugar relativamente barato donde pasar la noche. Eran las cuatro, necesitaba un sueñecito. Después de encontrarme a dos irlandeses que me encontré en Siem Reap. Después de tomarnos unas cervezas jugando al billar. Después de pasar un buen rato hablando con los conductores de tuktuk, amigos del dueño, que se juntan en el lugar para echar un trago después del trabajo… después de todo eso, me fui a la cama.
Un autobús me llevó a Andoung Touk. Aparecí allí como por arte de magia. De vuelta aquel lugar que tanto recuerdo maravillosos me transmitía. Es cierto que desde Siem Reap hubiera sido mucho más barato y rápido llegar a Bangkok. Sin prisas. Pero a ese pueblo, a esa gente, a esos niños, yo les debía algo. Les debía un adiós. Les debía un hasta luego. Les debía una sorpresa. Y así fue cómo y el por qué volví. Me enteré entonces de que las cosas habían cambiado un poco. Mis niños favoritos, casualmente, habían dejado la escuela. En la ciudad hay una misión cristiana que también da clases de inglés. En el pueblo, los padres asocian cristianismo con prosperidad. Los países desarrollados siguen la religión cristiana, por lo que ello debe significar que la riqueza se encuentra en esa religión. Es una idea que no tiene todo el mundo, pero es la causa por la que una parte de los niños de nuestra escuela la han dejado para aprender inglés en aquel otro lugar. Fue una decepción, y un punto de partida para debatir entre nosotros esos días la situación del lugar. Fue muy triste no poder ver a algunos de mis niños, aunque los demás hicieron de esa triste noticia unos días muy llevaderos. Además, también coincidí con Angela y Georgia, que se iban también para Bangkok. Ya lo sabíamos de antemano, así que organizamos una fiesta a la que vinieron los alumnos más mayores y el delegado de la comunidad. Mezclándome con altos cargos. La fiesta duró lo suyo, y al día siguiente simplemente merodeamos medio muertos por los alrededores de la escuela, del café a la lectura, y de la lectura a la hamaca. Así hasta que dejamos Andoung Touk, donde no derramé una lágrima, pero es el lugar por el que se me humedecen los ojos cuando escribo estas líneas.
Llegar a Bangkok fue llegar a la nueva vida. Ya sabía lo que Bangkok suponía, por lo que me decidí a tomármelo con la mayor tranquilidad y calma posible, teniendo en cuenta lo que esa ciudad es. De vuelta a los metros. De vuelta a los andenes, la comida callejera y los regateos. De vuelta a las distancias largar, a los nuevos rostros y las embajadas. De nuevo a la planificación, las habitaciones caras (no tanto, 7€. Pero es que uno se acostumbra a los estándares baratos camboyanos muy rápido). Vuelta a buscar esa lente nueva para la cámara que parecía estar escondida en algún lugar que desconocía (la encontré. Fue mi regalo de cumpleaños). Aun así, la comida es barata en esa ciudad. Disfrutando del picante. Disfrutando de las tenderas que hacen el gesto de “te vas a abrasar la boca”. Disfrutando de disfrutar. Fueron solamente dos días que necesitaba en una capital. Necesita remediar y dejar haciendo el visado para Myanmar. Y planificando qué iba a hacer en Tailandia.
Después de meditarlo muy mucho. De ver si tenía suficiente tiempo antes de volar a Myanmar. De ver si las pelas me cuadraban. De hacer investigación sobre escuelas y métodos. De decir que sí. De decir que no. De así. De asá. De no tenerlo muy claro. Me decidí y me compré el billete para Koh Tao. Mi próxima aventura, que también formaría parte de mi regalo de cumpleaños, o así me excuso yo a mi mismo para justificar el gasto que esto supone. Esa próxima aventura es obtener la licencia de submarinismo. Después de un tren nocturno de diez horas (vuelta a los trenes), dos horas de espera, y un ferry de tres, estoy en Koh Tao. Meca del submarinismo, es el lugar del mundo que más certificaciones expide al año. Asimismo, es el lugar en el que obtenerlas resulta más barato. De todo el mundo. Koh Tao es una isla de 5.000 habitantes, en la que hay más “falang” (así nos llaman a los occidentales) que en todo Camboya (exagerando). Es una isla de playas paradisíacas y centros de buceo. Llegué medio grogui y fui directamente a la escuela. Eran las doce de la mañana y a las cuatro tendría mi primera clase teórica. Una siestecita de un par de horas y a empezar las clases.
La vuelta al cole no ha sido tan mala como era de esperar. La escuela es una de las mejores de aquí, y puesto que hay tanta competencia, no es necesario ni siquiera buscar un buen precio. Existe un cartel isleño por el que todas las escuelas ofrecen exactamente lo mismo. El día fue duro, pero estaba bastante emocionado. En mi grupo de buceo, con mi instructor, están una chica brasileña de padres japoneses y dos australianos. Nos vamos a pasar cuatro días juntos, así que más nos vale llevarnos bien. La verdad es que no es difícil. Después de estudiar un poquito, de volver a los ejercicios. De números. De historias. El domingo hice mi primera inmersión. Diferentes ejercicios bajo el agua sobre como salir de situaciones. Algo que me sonaba a chino cuando veía el vídeo o me miraba el libro de texto, pero que ahora tiene mucho más sentido. La vuelta a sentir ese cosquilleo en el estómago cuando estábamos montados en la pick-up de camino al puerto. El sentirlo mucho más fuerte cuando nos montamos en el barco. Cuando te pones el equipo. El neopreno. Las gafas. El primer salto al agua con todo el tinglao.
Hemos estado tres horas en el agua. Me ha parecido eterno. Aprendiendo cómo hacer de todo debajo del agua. Respiraciones de emergencia. Lenguaje de signos. Quitarte y ponerte el equipo. Flotación neutra (imposible de momento), que consiste en quedarse en equilibrio dentro del agua sin tocar el fondo pero sin subir a la superficie. Como un pez en el agua. Repito: imposible de momento. Muchos términos nuevos. Todo en inglés. Y poder aprender todo esto rodeado de pececitos de colores y no en una piscina, es lo que hicieron que el primer día fuera uno de los momentos de mi vida que no voy a olvidar. Respirar por la boca. Despresurización. Presurización. Fue solamente una toma de contacto, pero me ha puso los dientes más largos del mundo.
Pero cuando llegó la segunda toma de contactó, prácticamente anuló los recuerdos de la primera. Dos inmersiones con una hora y media de diferencia entre una y otra. La primera de 41 minutos. La segunda de 45. Haciendo algún tipo de ejercicios como quitarnos las gafas. Respiraciones de emergencia. Práctica de la flotabilidad neutra. Ascenso de emergencia. Pero aquí los grupos son pequeños. Un instructor tiene la capacidad de tener ocho alumnos por inmersión o por curso. Con el nivel que tiene Davi, puede tener hasta doce. Pero la escuela renuncia a estos estándares para poner solamente cuatro alumnos por clase. Esto hace que los ejercicios sean más llevaderos, y que el tiempo de buceo de verdad, viendo cositas, sea mucho más largo. En cada inmersión se practican algunas de esas facetas de ayuda y autoayuda, pero da mucho más tiempo para bucear por los alrededores. Siempre siguiendo a Davi, perdiendo el control y la altura, la velocidad y la perspectiva. Y volviéndolas a recuperar según uno va cogiendo práctica. No tengo palabras, solamente imágenes. Todo se desarrolla por gesto ahí abajo. Un lenguaje de cientos de gestos con el que hay que familiarizarse. Primer contacto con rayas, morenas (había dos que eran pareja y se enrollaban la una a la otra), peces payaso (Nemos), corales, pepinos de mar… En una de las ocasiones me vi mirando el nivel de oxígenos y subí un par de metros sin querer. Me vi inmerso en una nube de peces del mismo color plateado y amarillo que pasaban por allí. Como yo estaba inmóvil, solamente chequeando mi medidor, me rodearon al pasar de largo. Alucinante. Esa sensación de flotabilidad como un astronauta, pero a 12 metros de profundidad. Ahora mismo no puedo esperar a levantarme mañana por la mañana (aunque sea a las cinco y media de la mañana) y hacer las dos nuevas inmersiones. De hecho, las dos últimas de este curso Scuba Diving Open Water. Pero totalmente decidido a pasar al siguiente escalón, que es Advance Diving Open Water.
Y después de la tercera y cuarta inmersión, en la que hemos visto morenas, más rayas, anémonas, cientos de pequeñas medusas juguetonas y sobonas, colores, más peces de Buscando a Nemo, un pez escorpión, barracudas enormes, un banco de barracudas más enorme aún, bucear por valles subterráneos, ensayas algunas que otras habilidades como el ascenso de emergencia con tanque vacío, flotación neutra a doce metros (es alucinante como en tres días he conseguido hacer que mi cuerpo se mantenga prácticamente inmóvil en flotando a doce metros de profundidad en la postura de buda. Sin ir hacia arriba, hacia abajo, derecha, izquierda, adelante o hacia atrás. Parecido a un astronauta con las piernas cruzadas). Aprender a moverte en tres dimensiones en vez de en dos es difícil, pero es divertido. Es lo más parecido a volar, y el vértigo, que era lo que temía que podía tener antes de practicarlo, es la experiencia más alucinante de los últimos tiempos. Ver una caída de 30 metros a tu lado y saber que por mucho que te empeñes no te vas a caer. Simplemente ves el fondo perpendicularmente a ti. Justo debajo. Eso es alucinante. Y, a veinte metros de profundidad, mirar hacia la superficie y ver todo lo que pasa por encima de ti, es increíble. Todos esos bancos de peces, peces solos, en parejas, plancton, lo que sea, todo yendo de un lado para otro mientras tu te tumbas flotando a20 metros de profundidad. Nunca pensé que podría. Ahora repetiré. Seguiré con el Advance mañana o pasado. Pero creo que ya es hora de postear. No tengo todas las fotos, pero algo subo.
Equipo de submarismo - Koh Tao |
CaosBangkok |
Un tren camiito de Koh Tao |
Muy cerca del paraíso |
Amanece y nos dirijimos hacia nuestra primera inmersión seria - Koh Tao |
Macrofiesta de despedida antes de irme de Camboya, en la escuela - I love khmer!!! |
La vida es más que llevadera aquí, en la isla |
Recuerda que a NEMO ya le encontraron!!!!!
ResponderEliminarESPECTACULAR!!!!!! UN AUTÉNTICO PARAISO!!
DISFRUTA. SIGUE ADELANTE. GRANDE
ERES LA VENTANA AL MUNDO DESDE AQUÍ, EL PASEO DE LA CASTELLANA, 9