lunes, 13 de febrero de 2012

Koh Tao: He acabao con los dedos arrugaos


Después de un día d descanso, con su fiesta correspondiente en primera línea de playa, volví a bucear. Esta vez no había examen, por lo que todo era mucho más llevadero. No es que el examen del Open Water sea una ingeniaría, pero había que estudiar un poquito. Aunque, bueno, el instructor nos dejó copiar. Se fue del cuarto, insistiendo en que bucear es una labor de equipo, así que si alguien no sabe algo seguramente el otro lo sepa.

El Advance empezó un poco monótono. Las dos primeras inmersiones consistían en pruebas para mejorar la flotabilidad debajo del agua y navegación con brújula. La verdad es que fue divertido ver como nos despeñábamos contra el fondo intentando pasar por esos aros de plástico. Sí, como animalitos de circo estuvimos pasando por el aro cabeza arriba, cabeza a bajo, cabeza contra el suelo… También tuvimos que hacer el pino e ir al fondo a tocar una piedra con la punta de nariz. Eso estuvo bastante bien también. Pero lo mejor venía al día siguiente.

Empezamos yendo a Sail Rock. Está a dos horas de Koh Tao, por lo que salimos de allí a las 5 y media (de la mañana). Tras dormitar en el barco, ajustar el equipo y hacernos el resumen de la inmersión, nos lanzamos a lo que viene siendo Sail Rock. Se trata de un peñasco que sale del agua como unos diez metros, pero que hacia abajo tiene treinta. Es donde íbamos a disfrutar de nuestra primera inmersión en profundidad. 18m eran tonterías comparados con los 30 a los que nos enfrentábamos. Cuando bajamos vimos que la visibilidad era una mierda. Abajo debía haber como dos o tres metros de visibilidad, lo que hizo que nos tuviésemos que pegar todos mucho para ver lo que David nos tenía que enseñar. Ahí abajo los colores se perturban. El rojo deja de ser rojo, ya que es el primer color que se pierde con la refracción del agua. Al pasar una linterna por encima de algo rojo, recupera su color. En el susodicho caso, el sujeto rojo era una bolsa de patatas fritas, que con cuatro bares de presión, tiene el aire del interior comprimido a 1/4 de lo que es en la superficie. Lo que viene siendo una bolsa de gusanitos que parece que le han hecho mal el vacío. Pero lo que más llamó la atención fue la prueba de narcosis por nitrógeno. A esa profundidad, el cuerpo consume cuatro veces la cantidad de oxígeno que en la superficie. No tiene que ver con que necesites más oxígeno, sino con que el aire a esa profundidad está comprimido, por lo que en una bocanada entera consumes cuatro veces más. Los pulmones los llenas igual, pero con aire comprimido. Esto hace que el cuerpo reciba más hidrógeno de lo normal, ya que viene incluido en el tanque. El hidrógeno crea locura, y para mantener el control, el juego es el siguiente. El instructor te muestra un número con los dedos, y tú tienes que completar hasta 11. Si te enseña 4, tienes que mostrarle 7. Todo esto se hace para ver cómo está todo el mundo de desmadrado por esas profundidades. Es increíble verte en la situación, tardando como cuatro o cinco segundos en responder. Luego en la superficie hay todo tipo de excusas: “es que creí, es que pensaba”, pero todos esos “creís” y “pensabas” se deben al nitrógeno.

Después de todos estos disparates científicos nos dedicamos observar el pináculo. Estuvimos buceando alrededor. Viendo morenas de dos metros con una cabeza enorme, peces mariposa, barracudas, pez escorpión… y nos metimos en una chimenea de la roca, que mide tres o cuatro metros, por lo que entras por abajo y sales por arriba, sin claustrofobia ninguna en mi caso. La verdad es que en todas las inmersiones he visto que todos los posibles miedos que tenía antes de ir a la isla no han sido los principales. En un descenso a 30m con visibilidad buena, puedes ver el fondo. Eso puede dar vértigo, pero aun así todo fue bien. Y tampoco experimenté claustrofobia en la chimenea.

Después de esa inmersión, David me dejó su cámara, así que bajamos ahí debajo de nuevo para ver que se cocía otra vez. Haciendo fotos. Subiendo arriba y abajo, pasamos el rato otra vez viendo a la morena, hicimos la chimenea otra vez, pero ahora de arriba hacia debajo, haciendo el pino, lo que no me costó tanto y me hizo coger confianza en mi manera de bucear.

Después de un siestón, tocaba la mejor parte. Lo que todo el mundo espera. Lo que acongoja un poco. Lo que da un poco de respeto. Una inmersión nocturna. A las 19.00 estábamos metiendo el hocico debajo del agua. Saltando a lo “James Bond” desde el barco. Saltar a lo “James Bond” no es nada más que hacer el gamba al saltar desde el barco. Nada más que saltar y hacer un mortal hacia adelante. Se trata de coger confianza. La visibilidad era buena, pero mi linterna una mierda. Menos mal que íbamos cuatro y David, y sus linternas eran mejores. Vimos morenas cazando, peces raya cazando también, plancton luminiscente en la oscuridad, y disfrutamos de la calma de esos territorios después de que caiga el sol. Hasta ahí llegaba el Adavance, pero yo me había quedado con ganas de más, así que le dije a David que al día siguiente me unía a las dos inmersiones que tenía por la mañana. Una de ellas era a Chumpon, un sitio que ya había visitado, pero que era maravilloso y quería volver a ver.

Fuimos a Chumpon, y un chaval tenía que hacer su prueba para el Advance a 30m. Bajé con ellos. Madrecita, el pobre chaval no pudo con la prueba de los números. No sabía lo que David estaba diciendo con esos dedos debajo del agua. Era como que había perdido la memoria. Luego se sentía avergonzado, pero David decía que es normal. Que ha visto a gente cerrar los puños y agitar las manos de alegría, y quitarse el regulador de la boca para gritar. Esos es narcosis. Cuando David vio que no podía con el juego, subimos para arriba. Juego terminado. A ver pececitos durante 40minutos. Más barracudas, montones de ellas, peces murciélago… bueno, mucha variedad. Pero nos quedamos sin ver al tiburón ballena, y mira que he ido dos veces a su casa, a Chumpon, a llamar a la puerta. Pues nada. A todo esto yo con la cámara de David, claro.

Ahora venía lo que a mejor. Lo más esperado. No se si tan esperado como la inmersión nocturna. Pero a mí me dejaba con los huevos congelados. Bajar a ver un barco hundido. ¿Qué coño más se puede pedir? Pues se puede pedir que hubiera más visibilidad, porque no vimos una mierda. Cuando llegamos al fondo de repente veo una rejilla. Era el barco! Pero no tuvimos esa sensación de ver un barco. Solamente la sensación de caminar por el. De sentarnos en los cañones de popa y proa. Es un barco de la segunda guerra mundial. En realidad los cañones son antiaéreos. Una pasada, la verdad, aunque con mejor visibilidad hubiera sido alucinante.

Todo el tema del submarinismo ha sido una pedazo de aventura en este viaje. La verdad es que me he tirado siete días debajo del agua, y me alegro tanto de no haberlo dejado de lado por el tema de la pasta. Hay veces que hay que hacer un desembolso un poco mayor, pero me he sacado las licencias en el sitio más barato del mundo, por lo que de aquí en adelante voy a poder bucear donde quiera sin ser un principiante, lo que hace que los precios vayan a ser algo mejores. Me siento a gusto debajo del agua. Me siento como pez en el agua. Cabeza arriba y cabeza abajo, disfrutaba de lo lindo. Todo era nuevo para mí. Un placer divino. Ahora estoy en Bangkok de nuevo. Ya tengo mi visado para Myanmar. En dos días vuelo ese país intrigante y del que todavía tengo que hacer cierta investigación para ver qué es lo que se cuece por allí. Bangkok sigue igual de caótica que la última vez, hace diez días. Mañana me quedan unos recados por hacer, y de ahí a Myanmar!!! Estoy que no quepo en mí entre el submarinismo y las ganas de ir a Myanmar. Y para dar envidia, os pongo algunas fotos submarinas.

Os echo de menos desde el fondo del mar y desde la superficie. Un beso gordo para todos desde Tailandia.

El menda lerenda a 15 metros

Benjamin, un compi francés de submarinismo, practicando con el scooter

Saliendo de la chimenea de Sail Rock (no soy yo)

Por favorr, que alguien me pesque (ese es nuestro barco)

Una llema de huevo a 30 metros se convierte en una pelota de lo densa que es devido a la preión

A 20 metros, lo mejor es mirar hacia arriba y contemplar todo lo que pasa de un lado a otro


Una pareja de peces ardilla (vaya ojazos!!)

Una escuela (en submarismo, al menos en inglés, se les llama escuela y no banco) de peces murciélago

Una pareja de peces mariposa

Alex en el cañón del barco hundido

Amanecer tormentoso de camino a Sail Rock

Palmera paradisíaca con individuo intentado subir al paraiso

jueves, 9 de febrero de 2012

Koh Tao: Como pez en el agua


La vuelta a la falta de constancia se debe al ajetreo de movimiento que llevo en las últimas semanas. Salir de Siem Reap no fue fácil. Me quede estancado en aquella ciudad durante seis días debido a la buena compañía y a los buenos alimentos y refrigerios. Encontré ese sitio donde ir al menos una vez al día a comer. Donde me trataban bien y me ponían frutita de postre. Incluso cuando iba con más gente, nos hacían descuento en la cuenta. Es como que me hice relaciones públicas del lugar. Siempre digo que las ciudades hechas para los occidentales no me gustan. Siempre digo que son una aberración. Y luego resulta que es donde me tiro más tiempo. La gente llegaba y se iba, y yo seguía ahí, de relaciones públicas del restaurante aquel, y haciendo nuevos amigos cada día. Suecos, finlandeses, escoceses, ingleses, irlandeses, australianos, americanos, canadienses, catalanes… todos esos pasaron por mis andanzas en aquella ciudad. Buenos tiempos en Siem Reap. Buenos contactos y buenas amistades. De la comida a la hamaca y de la hamaca a la comida, y de la comida a las cervezas, y así pasaron cinco o seis días, cuando ya vi que me tenía que ir. Además, conseguí vender la moto al dueño del sitio donde me estaba quedando a dormir.

El trayecto hasta Andoung Touk, el pueblo del proyecto, fue largo. Las pocas horas de sueño, mezcladas con el bacheado trayecto en autobús hicieron que fuese casi imposible dormir en el vehículo. No sé por qué tenía yo la impresión de que la carretera que une las dos ciudades más importantes de Camboya sería un buen lugar por el que pasar y dejar llevar la resaca y el cansancio por las pocas horas de sueño hacia un buen sueñecito en el asiento. Pero no fue así. Llegué a Phnom Penh, capital del país, demasiado tarde para poder coger un autobús hacia Andoung Touk, por lo que sin tener ni idea del lugar, me tuve que inmergir en aquellas calles. Después de un rato encontré un lugar relativamente barato donde pasar la noche. Eran las cuatro, necesitaba un sueñecito. Después de encontrarme a dos irlandeses que me encontré en Siem Reap. Después de tomarnos unas cervezas jugando al billar. Después de pasar un buen rato hablando con los conductores de tuktuk, amigos del dueño, que se juntan en el lugar para echar un trago después del trabajo… después de todo eso, me fui a la cama.

Un autobús me llevó a Andoung Touk. Aparecí allí como por arte de magia. De vuelta aquel lugar que tanto recuerdo maravillosos me transmitía. Es cierto que desde Siem Reap hubiera sido mucho más barato y rápido llegar a Bangkok. Sin prisas. Pero a ese pueblo, a esa gente, a esos niños, yo les debía algo. Les debía un adiós. Les debía un hasta luego. Les debía una sorpresa. Y así fue cómo y el por qué volví. Me enteré entonces de que las cosas habían cambiado un poco. Mis niños favoritos, casualmente, habían dejado la escuela. En la ciudad hay una misión cristiana que también da clases de inglés. En el pueblo, los padres asocian cristianismo con prosperidad. Los países desarrollados siguen la religión cristiana, por lo que ello debe significar que la riqueza se encuentra en esa religión. Es una idea que no tiene todo el mundo, pero es la causa por la que una parte de los niños de nuestra escuela la han dejado para aprender inglés en aquel otro lugar. Fue una decepción, y un punto de partida para debatir entre nosotros esos días la situación del lugar. Fue muy triste no poder ver a algunos de mis niños, aunque los demás hicieron de esa triste noticia unos días muy llevaderos. Además, también coincidí con Angela y Georgia, que se iban también para Bangkok. Ya lo sabíamos de antemano, así que organizamos una fiesta a la que vinieron los alumnos más mayores y el delegado de la comunidad. Mezclándome con altos cargos. La fiesta duró lo suyo, y al día siguiente simplemente merodeamos medio muertos por los alrededores de la escuela, del café a la lectura, y de la lectura a la hamaca. Así hasta que dejamos Andoung Touk, donde no derramé una lágrima, pero es el lugar por el que se me humedecen los ojos cuando escribo estas líneas.

Llegar a Bangkok fue llegar a la nueva vida. Ya sabía lo que Bangkok suponía, por lo que me decidí a tomármelo con la mayor tranquilidad y calma posible, teniendo en cuenta lo que esa ciudad es. De vuelta a los metros. De vuelta a los andenes, la comida callejera y los regateos. De vuelta a las distancias largar, a los nuevos rostros y las embajadas. De nuevo a la planificación, las habitaciones caras (no tanto, 7€. Pero es que uno se acostumbra a los estándares baratos camboyanos muy rápido). Vuelta a buscar esa lente nueva para la cámara que parecía estar escondida en algún lugar que desconocía (la encontré. Fue mi regalo de cumpleaños). Aun así, la comida es barata en esa ciudad. Disfrutando del picante. Disfrutando de las tenderas que hacen el gesto de “te vas a abrasar la boca”. Disfrutando de disfrutar. Fueron solamente dos días que necesitaba en una capital. Necesita remediar y dejar haciendo el visado para Myanmar. Y planificando qué iba a hacer en Tailandia.

Después de meditarlo muy mucho. De ver si tenía suficiente tiempo antes de volar a Myanmar. De ver si las pelas me cuadraban. De hacer investigación sobre escuelas y métodos. De decir que sí. De decir que no. De así. De asá. De no tenerlo muy claro. Me decidí y me compré el billete para Koh Tao. Mi próxima aventura, que también formaría parte de mi regalo de cumpleaños, o así me excuso yo a mi mismo para justificar el gasto que esto supone. Esa próxima aventura es obtener la licencia de submarinismo. Después de un tren nocturno de diez horas (vuelta a los trenes), dos horas de espera, y un ferry de tres, estoy en Koh Tao. Meca del submarinismo, es el lugar del mundo que más certificaciones expide al año. Asimismo, es el lugar en el que obtenerlas resulta más barato. De todo el mundo. Koh Tao es una isla de 5.000 habitantes, en la que hay más “falang” (así nos llaman  a los occidentales) que en todo Camboya (exagerando). Es una isla de playas paradisíacas y centros de buceo. Llegué medio grogui y fui directamente a la escuela. Eran las doce de la mañana y a las cuatro tendría mi primera clase teórica. Una siestecita de un par de horas y a empezar las clases.

La vuelta al cole no ha sido tan mala como era de esperar. La escuela es una de las mejores de aquí, y puesto que hay tanta competencia, no es necesario ni siquiera buscar un buen precio. Existe un cartel isleño por el que todas las escuelas ofrecen exactamente lo mismo. El día fue duro, pero estaba bastante emocionado. En mi grupo de buceo, con mi instructor, están una chica brasileña de padres japoneses y dos australianos. Nos vamos a pasar cuatro días juntos, así que más nos vale llevarnos bien. La verdad es que no es difícil. Después de estudiar un poquito, de volver a los ejercicios. De números. De historias. El domingo hice mi primera inmersión. Diferentes ejercicios bajo el agua sobre como salir de situaciones. Algo que me sonaba a chino cuando veía el vídeo o me miraba el libro de texto, pero que ahora tiene mucho más sentido. La vuelta a sentir ese cosquilleo en el estómago cuando estábamos montados en la pick-up de camino al puerto. El sentirlo mucho más fuerte cuando nos montamos en el barco. Cuando te pones el equipo. El neopreno. Las gafas. El primer salto al agua con todo el tinglao.

Hemos estado tres horas en el agua. Me ha parecido eterno. Aprendiendo cómo hacer de todo debajo del agua. Respiraciones de emergencia. Lenguaje de signos. Quitarte y ponerte el equipo. Flotación neutra (imposible de momento), que consiste en quedarse en equilibrio dentro del agua sin tocar el fondo pero sin subir a la superficie. Como un pez en el agua. Repito: imposible de momento. Muchos términos nuevos. Todo en inglés. Y poder aprender todo esto rodeado de pececitos de colores y no en una piscina, es lo que hicieron que el primer día fuera uno de los momentos de mi vida que no voy a olvidar. Respirar por la boca. Despresurización. Presurización. Fue solamente una toma de contacto, pero me ha puso los dientes más largos del mundo.

Pero cuando llegó la segunda toma de contactó, prácticamente anuló los recuerdos de la primera. Dos inmersiones con una hora y media de diferencia entre una y otra. La primera de 41 minutos. La segunda de 45. Haciendo algún tipo de ejercicios como quitarnos las gafas. Respiraciones de emergencia. Práctica de la flotabilidad neutra. Ascenso de emergencia. Pero aquí los grupos son pequeños. Un instructor tiene la capacidad de tener ocho alumnos por inmersión o por curso. Con el nivel que tiene Davi, puede tener hasta doce. Pero la escuela renuncia a estos estándares para poner solamente cuatro alumnos por clase. Esto hace que los ejercicios sean más llevaderos, y que el tiempo de buceo de verdad, viendo cositas, sea mucho más largo. En cada inmersión se practican algunas de esas facetas de ayuda y autoayuda, pero da mucho más tiempo para bucear por los alrededores. Siempre siguiendo a Davi, perdiendo el control y la altura, la velocidad y la perspectiva. Y volviéndolas a recuperar según uno va cogiendo práctica. No tengo palabras, solamente imágenes. Todo se desarrolla por gesto ahí abajo. Un lenguaje de cientos de gestos con el que hay que familiarizarse. Primer contacto con rayas, morenas (había dos que eran pareja y se enrollaban la una a la otra), peces payaso (Nemos), corales, pepinos de mar… En una de las ocasiones me vi mirando el nivel de oxígenos y subí un par de metros sin querer. Me vi inmerso en una nube de peces del mismo color plateado y amarillo que pasaban por allí. Como yo estaba inmóvil, solamente chequeando mi medidor, me rodearon al pasar de largo. Alucinante. Esa sensación de flotabilidad como un astronauta, pero a 12 metros de profundidad. Ahora mismo no puedo esperar a levantarme mañana por la mañana (aunque sea a las cinco y media de la mañana) y hacer las dos nuevas inmersiones. De hecho, las dos últimas de este curso Scuba Diving Open Water. Pero totalmente decidido a pasar al siguiente escalón, que es Advance Diving Open Water.

Y después de la tercera y cuarta inmersión, en la que hemos visto morenas, más rayas, anémonas, cientos de pequeñas medusas juguetonas y sobonas, colores, más peces de Buscando a Nemo, un pez escorpión, barracudas enormes, un banco de barracudas más enorme aún, bucear por valles subterráneos, ensayas algunas que otras habilidades como el ascenso de emergencia con tanque vacío, flotación neutra a doce metros (es alucinante como en tres días he conseguido hacer que mi cuerpo se mantenga prácticamente inmóvil en flotando a doce metros de profundidad en la postura de buda. Sin ir hacia arriba, hacia abajo, derecha, izquierda, adelante o hacia atrás. Parecido a un astronauta con las piernas cruzadas). Aprender a moverte en tres dimensiones en vez de en dos es difícil, pero es divertido. Es lo más parecido a volar, y el vértigo, que era lo que temía que podía tener antes de practicarlo, es la experiencia más alucinante de los últimos tiempos. Ver una caída de 30 metros a tu lado y saber que por mucho que te empeñes no te vas a caer. Simplemente ves el fondo perpendicularmente a ti. Justo debajo. Eso es alucinante. Y, a veinte metros de profundidad, mirar hacia la superficie y ver todo lo que pasa por encima de ti, es increíble. Todos esos bancos de peces, peces solos, en parejas, plancton, lo que sea, todo yendo de un lado para otro mientras tu te tumbas flotando a20 metros de profundidad. Nunca pensé que podría. Ahora repetiré. Seguiré con el Advance mañana o pasado. Pero creo que ya es hora de postear. No tengo todas las fotos, pero algo subo.

Equipo de submarismo - Koh Tao

CaosBangkok





Un tren camiito de Koh Tao

Muy cerca del paraíso



Amanece y nos dirijimos hacia nuestra primera inmersión seria - Koh Tao



Macrofiesta de despedida antes de irme de Camboya, en la escuela - I love khmer!!!

La vida es más que llevadera aquí, en la isla